11 Noviembre 2014
ROSTROS DE SITUACIÓN. Roberto Fernández (PF), Héctor Rivoira y Sergio Ramos (AC) explican su salida de Atlético en un hotel de Virgen de La Merced primera cuadra, durante el mediodía de ayer.
Lo que en la noche del domingo estaba dicho, ayer después del mediodía tuvo su confirmación oficial. Fue el mismísimo Héctor Rivoira el que dio la noticia, quizás la más dolorosa de su carrera como entrenador, y no la directiva, que rato después del mediodía habían pedido una hora de paciencia antes de enfrentar a la prensa.
En ese lapso de tiempo, la dirigencia se reunió con el entrenador en el bar de un conocido supermercado, a la vuelta del hotel donde generalmente concentra el equipo. Allí se gestó el último ida y vuelta de opiniones entre Rivoira, ahora ex técnico de Atlético y sus “amigos” los dirigentes.
Un “Chulo” golpeado y dolido porque no le dieron la oportunidad de seguir, habló con el corazón en la mano. “Me han anunciado que mi ciclo se cumplió. No voy a seguir más en Atlético. Es una decisión que respeto pero, lógicamente, no la comparto para nada. Mi idea era seguir. Creo que nos merecíamos eso”, en ese pequeño prólogo el técnico mostró su cara más herida. Sintió que le dieron la espalda, justo a él, al hombre más exitoso de la historia del club, por haber llevado al “decano” a Primera.
Rivoira aceptó errores y culpas y también bancó a los jugadores haciendo saber que él no tiene nada que reprocharle. “Juntos podíamos seguir peleando”, aseguró sin dejar pasar por alto una cuestión añeja en la memoria de los hinchas.
“Cuando llegamos nosotros Atlético estaba en una situación comprometida con el promedio. La gente estaba desesperada por no volver al Argentino A. Y yo en ese momento me jugué por Atlético porque es un club al que amo y al que voy a seguir queriendo de por vida, sabiendo que corría el riesgo de irme al descenso. Y en Primera (tras el 0-4 con Racing) yo decidí irme pese a que los directivos me decía que me queden. Pensé que lo mejor era un cambio”, el discurso del técnico apuntaba al puñal que debe hacer sentido en la espalda luego de que le soltaran la mano. “No lo merecía... esperaba que la comisión me dijera: ‘chulo, acá estamos junto con vos y sos el único que puede revertir esta situación’”.
La otra campana
Rivoira se despidió y desapareció del mapa. Era turno de la directiva. Mario Leito tomó la posta. “Es la charla que nunca queremos tener”, abrió su monólogo el presidente no sin antes subrayar que echar a Rivoira era doblemente doloroso. “Los resultados deportivos nos están llevando a una situación incómoda y comprometida. Intentamos con esto dar un golpe de timón”, defendió la postura tomada.
Y sobre la falta de respaldo insinuada por el DT, aportó: “también le expliqué que llegó hasta acá porque es de apellido Rivoira, porque por mucho menos de esto en cualquier club se cambia técnico. Nosotros, de alguna manera, hemos acompañado este proceso”.
“El 80% de la posibilidad de revertir esta situación pasa por los jugadores”, tiró la pelota Leito, a la espera de una pared y del milagro del ascenso. ¿Será así?
En ese lapso de tiempo, la dirigencia se reunió con el entrenador en el bar de un conocido supermercado, a la vuelta del hotel donde generalmente concentra el equipo. Allí se gestó el último ida y vuelta de opiniones entre Rivoira, ahora ex técnico de Atlético y sus “amigos” los dirigentes.
Un “Chulo” golpeado y dolido porque no le dieron la oportunidad de seguir, habló con el corazón en la mano. “Me han anunciado que mi ciclo se cumplió. No voy a seguir más en Atlético. Es una decisión que respeto pero, lógicamente, no la comparto para nada. Mi idea era seguir. Creo que nos merecíamos eso”, en ese pequeño prólogo el técnico mostró su cara más herida. Sintió que le dieron la espalda, justo a él, al hombre más exitoso de la historia del club, por haber llevado al “decano” a Primera.
Rivoira aceptó errores y culpas y también bancó a los jugadores haciendo saber que él no tiene nada que reprocharle. “Juntos podíamos seguir peleando”, aseguró sin dejar pasar por alto una cuestión añeja en la memoria de los hinchas.
“Cuando llegamos nosotros Atlético estaba en una situación comprometida con el promedio. La gente estaba desesperada por no volver al Argentino A. Y yo en ese momento me jugué por Atlético porque es un club al que amo y al que voy a seguir queriendo de por vida, sabiendo que corría el riesgo de irme al descenso. Y en Primera (tras el 0-4 con Racing) yo decidí irme pese a que los directivos me decía que me queden. Pensé que lo mejor era un cambio”, el discurso del técnico apuntaba al puñal que debe hacer sentido en la espalda luego de que le soltaran la mano. “No lo merecía... esperaba que la comisión me dijera: ‘chulo, acá estamos junto con vos y sos el único que puede revertir esta situación’”.
La otra campana
Rivoira se despidió y desapareció del mapa. Era turno de la directiva. Mario Leito tomó la posta. “Es la charla que nunca queremos tener”, abrió su monólogo el presidente no sin antes subrayar que echar a Rivoira era doblemente doloroso. “Los resultados deportivos nos están llevando a una situación incómoda y comprometida. Intentamos con esto dar un golpe de timón”, defendió la postura tomada.
Y sobre la falta de respaldo insinuada por el DT, aportó: “también le expliqué que llegó hasta acá porque es de apellido Rivoira, porque por mucho menos de esto en cualquier club se cambia técnico. Nosotros, de alguna manera, hemos acompañado este proceso”.
“El 80% de la posibilidad de revertir esta situación pasa por los jugadores”, tiró la pelota Leito, a la espera de una pared y del milagro del ascenso. ¿Será así?
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