Por Carlos Páez de la Torre H
11 Noviembre 2014
JUAN B. TERÁN. El fundador de la Universidad al iniciarse los años 1920, en un retrato al óleo de Naum Peck la gaceta / archivo
Como es sabido, el fundador de Universidad, doctor Juan B. Terán (1880-1938) era más amigo del silencio y de la soledad que de la vida social y de bullicio. Su casa de Villa Nougués le representaba, en ese sentido, un verdadero refugio. Caminaba por los senderos montañosos con sus dos más grandes amigos: su primo Luis F. Nougués y su tío Julio López Mañán.
El primero murió en 1915 y el segundo en 1922, dejando en Terán un profundo vacío. En 1925, editó un breve libro, titulado “Voces campesinas”. Estaba dedicado “a la memoria de mis fraternales amigos Luis F. Nougués, cordial mentor de caminos de sabiduría, y Julio López Mañán, alma profunda y encantadora. Con ellos aprendí, en la intimidad del terruño natal, a escuchar estas voces campesinas”.
El libro de Terán apareció editado por Jesús Menéndez, en Buenos Aires. El autor le tenía tanto aprecio, que al año siguiente lo reimprimió en París, en pequeño formato. Compilaba esas páginas, junto con otros materiales inéditos, pequeños ensayos que había ido publicando en diarios tucumanos y porteños.
En el prólogo, advertía que eran “páginas que nacieron en la montaña, durante la primavera pasada”, y que tal vez debieron haber llevado el añejo lema indígena que dice: “desde la cumbre de la montaña se ve mejor”. Pero se preguntaba si tal vez ese mirador fue erigido, más que por la roca, por “la madurez de los años, que es también un contemplar desde arriba los paisajes”. Una cosa tenía por cierta: “cuando se desciende a los trajines del valle, donde pululan los hombres y las ambiciones, se trae los ojos ungidos por la luminosidad montañesa”.
El primero murió en 1915 y el segundo en 1922, dejando en Terán un profundo vacío. En 1925, editó un breve libro, titulado “Voces campesinas”. Estaba dedicado “a la memoria de mis fraternales amigos Luis F. Nougués, cordial mentor de caminos de sabiduría, y Julio López Mañán, alma profunda y encantadora. Con ellos aprendí, en la intimidad del terruño natal, a escuchar estas voces campesinas”.
El libro de Terán apareció editado por Jesús Menéndez, en Buenos Aires. El autor le tenía tanto aprecio, que al año siguiente lo reimprimió en París, en pequeño formato. Compilaba esas páginas, junto con otros materiales inéditos, pequeños ensayos que había ido publicando en diarios tucumanos y porteños.
En el prólogo, advertía que eran “páginas que nacieron en la montaña, durante la primavera pasada”, y que tal vez debieron haber llevado el añejo lema indígena que dice: “desde la cumbre de la montaña se ve mejor”. Pero se preguntaba si tal vez ese mirador fue erigido, más que por la roca, por “la madurez de los años, que es también un contemplar desde arriba los paisajes”. Una cosa tenía por cierta: “cuando se desciende a los trajines del valle, donde pululan los hombres y las ambiciones, se trae los ojos ungidos por la luminosidad montañesa”.
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