09 Noviembre 2014
Cuando faltan pocos días para cumplirse el 25º Aniversario de la caída del Muro de Berlín, en la Argentina, la dirigencia política parece congelada en un estéril debate de la post guerra. Aquel episodio que significó el fin de la llamada “Guerra fría”, parece haber pasado inadvertido en el plano local. La caída del Muro de Berlín fue el final del conflictivo siglo XX y dio paso a una revolución productiva global, a excepción de la Argentina donde la dirigencia política estuvo ausente.
La Argentina es hoy un país a la deriva, sin rumbo, con una economía estancada, con una elevada inflación, un alto desempleo juvenil, sin energía, sin proyectos de infraestructura definidos y con una endeble posición de divisas. ¿Qué se debate hoy en la Argentina? Nada sustancial.
El enanismo político debate apenas la modificación de algunos tópicos de un modelo económico del siglo pasado, que lleva inexorablemente al país a una nueva quiebra. Los efectos de una lluvia torrencial en el área metropolitana de Buenos Aires desnudaron las miserias de la crema política local, y pusieron de manifiesto la ausencia de obras. ¿Cómo es posible que la ciudad de Luján se haya inundado dos veces en menos de un año por el desborde del río homónimo? La queja principal del gobierno bonaerense es la falta de recursos para hacer las obras, fondos que se derivan del Tesoro Nacional pero que están destinados a otros fines. La respuesta de la Casa Rosada es aumentar subsidios a los damnificados, sin solucionar el problema de fondo que es la falta de obras hídricas.
El enjambre de subsidios cruzados en la ejecución presupuestaria es la causa inmediata de la falta de recursos. La administración Kirchner prefiere destinar fondos a otros fines que a la ejecución de obras que benefician a miles de personas. Y el caso “Aerolíneas Argentinas” es la piedra angular. Desde 2008, cuando se estatizó la compañía aérea, el déficit operativo se situó en unos U$S 1.000 millones anuales que fueron aportados por el Tesoro Nacional, con fondos de otras partidas.
La inflación se sigue cobrando víctimas bajo la mácula de un ajuste ortodoxo lanzado por el Gobierno. Los gremios que cerraron paritarias en torno del 30% reclaman mayores ajustes salariales, en compensación por la pérdida de poder adquisitivo. Y el ministro de Economía, Axel Kicillof, justifica su ajuste ortodoxo y niega la escalada inflacionaria. El resultado es un fenomenal deterioro del poder de compra. La suba de precios y la caída del consumo es el fiel reflejo de la política económica oficial.
A pesar de la prédica de Kicillof para negar el pago de un bono de fin de año, las discusiones entre sindicatos y empresas disparan un efecto no deseado por el joven ministro: los gremios y los empresarios empezaron a negociar un anticipo salarial, a cuenta de las próximas paritarias. La tozudez y la torpeza de la administración Kirchner llevan al país a un estado de tensión social donde no tardarán las conspiraciones.
La Argentina es hoy un país a la deriva, sin rumbo, con una economía estancada, con una elevada inflación, un alto desempleo juvenil, sin energía, sin proyectos de infraestructura definidos y con una endeble posición de divisas. ¿Qué se debate hoy en la Argentina? Nada sustancial.
El enanismo político debate apenas la modificación de algunos tópicos de un modelo económico del siglo pasado, que lleva inexorablemente al país a una nueva quiebra. Los efectos de una lluvia torrencial en el área metropolitana de Buenos Aires desnudaron las miserias de la crema política local, y pusieron de manifiesto la ausencia de obras. ¿Cómo es posible que la ciudad de Luján se haya inundado dos veces en menos de un año por el desborde del río homónimo? La queja principal del gobierno bonaerense es la falta de recursos para hacer las obras, fondos que se derivan del Tesoro Nacional pero que están destinados a otros fines. La respuesta de la Casa Rosada es aumentar subsidios a los damnificados, sin solucionar el problema de fondo que es la falta de obras hídricas.
El enjambre de subsidios cruzados en la ejecución presupuestaria es la causa inmediata de la falta de recursos. La administración Kirchner prefiere destinar fondos a otros fines que a la ejecución de obras que benefician a miles de personas. Y el caso “Aerolíneas Argentinas” es la piedra angular. Desde 2008, cuando se estatizó la compañía aérea, el déficit operativo se situó en unos U$S 1.000 millones anuales que fueron aportados por el Tesoro Nacional, con fondos de otras partidas.
La inflación se sigue cobrando víctimas bajo la mácula de un ajuste ortodoxo lanzado por el Gobierno. Los gremios que cerraron paritarias en torno del 30% reclaman mayores ajustes salariales, en compensación por la pérdida de poder adquisitivo. Y el ministro de Economía, Axel Kicillof, justifica su ajuste ortodoxo y niega la escalada inflacionaria. El resultado es un fenomenal deterioro del poder de compra. La suba de precios y la caída del consumo es el fiel reflejo de la política económica oficial.
A pesar de la prédica de Kicillof para negar el pago de un bono de fin de año, las discusiones entre sindicatos y empresas disparan un efecto no deseado por el joven ministro: los gremios y los empresarios empezaron a negociar un anticipo salarial, a cuenta de las próximas paritarias. La tozudez y la torpeza de la administración Kirchner llevan al país a un estado de tensión social donde no tardarán las conspiraciones.
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