Por Leo Noli
06 Noviembre 2014
HIZO LO QUE PUDO. Menéndez tuvo que conformarse a que lo nutran de pelotazos. No recibió un pase como la gente.
Si la delicia de Luis Rodríguez convertida en aspirina después de colarse en el ángulo izquierdo del arco de Matías Giordano no alcanzó, está claro que Atlético sufre su propio efecto de autodestrucción. Era el dueño de casa, el que quizás menos obligado estaba por salir a ganar sabiendo que en frente tenía al desesperado Huracán, el último y cola de la tabla. El “globo” estaba más cerca del arpa que de la guitarra. Incluso, el golazo de “Pulguita” formaba parte de su extremaunción. Su destino no iba a ser otro que el olvido, que sufrir una temporada más en la B. O sea...
Atlético había hecho lo difícil, abrir rápido el juego y poner el marcador a su favor. De ahí en adelante debía saber manejar la pelota, hacerse pan con manteca con la desesperación de la visita; conducir el partido a voluntad. Pero no. Hizo todo lo contrario. Aún siendo dueño de la marquesina se consumió en sus propios nervios, en no saber qué hacer con la pelota. La regaló. Estiró demasiado sus líneas, entregó 10 metros del mediocampo y no marcó ni a su sombra. No contuvo.
Atlético apostó a un planteo ofensivo, pero se olvidó que enfrente iba a tener a un enemigo apurado y dispuesto a correr hasta la maratón de Nueva York. Esa fue otra diferencia. Cuando todos corren, todos transpiran. Si perdés la pelota, recuperala. Si te tiran un caño, no camines ni reniegues, buscá recuperar el cuero. Actitud, actitud.
Entonces, si la estructura no es sólida, cualquier brisa de otoño te demuele el castillo. Huracán se le fue al humo y Atlético compró el elefante rosa. Creyó ver a otro rival, quizás a Real Madrid, porque Ramón Ábila no fue Ábila, sino el gemelo de Karim Benzema. Se hizo una fiesta el grandote.
Paseó a todos menos al pobre de Lucas Calviño que tapó todo, hasta un penal sobrado por el mismo Ramón, que la picó a los 82’. Antes de lo que pudo ser la sentencia, Ábila había despachado el 1-1 a los 37’ y el 2-1 a los 55’, siempre abusándose del perfil derecho local. Y si Atlético estaba nervioso ganando, perdiendo fue una gelatina. Y eso que jugó 11 contra 10 media hora.
Atlético había hecho lo difícil, abrir rápido el juego y poner el marcador a su favor. De ahí en adelante debía saber manejar la pelota, hacerse pan con manteca con la desesperación de la visita; conducir el partido a voluntad. Pero no. Hizo todo lo contrario. Aún siendo dueño de la marquesina se consumió en sus propios nervios, en no saber qué hacer con la pelota. La regaló. Estiró demasiado sus líneas, entregó 10 metros del mediocampo y no marcó ni a su sombra. No contuvo.
Atlético apostó a un planteo ofensivo, pero se olvidó que enfrente iba a tener a un enemigo apurado y dispuesto a correr hasta la maratón de Nueva York. Esa fue otra diferencia. Cuando todos corren, todos transpiran. Si perdés la pelota, recuperala. Si te tiran un caño, no camines ni reniegues, buscá recuperar el cuero. Actitud, actitud.
Entonces, si la estructura no es sólida, cualquier brisa de otoño te demuele el castillo. Huracán se le fue al humo y Atlético compró el elefante rosa. Creyó ver a otro rival, quizás a Real Madrid, porque Ramón Ábila no fue Ábila, sino el gemelo de Karim Benzema. Se hizo una fiesta el grandote.
Paseó a todos menos al pobre de Lucas Calviño que tapó todo, hasta un penal sobrado por el mismo Ramón, que la picó a los 82’. Antes de lo que pudo ser la sentencia, Ábila había despachado el 1-1 a los 37’ y el 2-1 a los 55’, siempre abusándose del perfil derecho local. Y si Atlético estaba nervioso ganando, perdiendo fue una gelatina. Y eso que jugó 11 contra 10 media hora.
Lo más popular