Por Juan Manuel Asis
06 Noviembre 2014
Se va a retirar del Gobierno con una elevada imagen positiva -hoy rondaría los 70 puntos, según los muestreos que circulan por los pasillos del palacio gubernamental-, va a elegir la dupla que encabezará la boleta del Frente para la Victoria para 2015, designará al candidato a intendente para San Miguel de Tucumán -el dedo para el cargo que hoy no quiere ningún peronista apuntó a Pablo Yedlin-, muchos irán de rodillas a pedirle su bendición para armar acoples bajo el paraguas oficialista. Además, su esposa, la senadora Beatriz Rojkés -de no mediar una oposición partidaria fuerte, que hoy no existe ni asoma- será nuevamente reelegida al frente del Partido Justicialista, el que preside desde 2007. Seguramente, también incidirá en la promoción de los candidatos a intendentes y a comisionados rurales del peronismo y, para no quedar cortos en esta muestra de poder efectivo, será el candidato a senador en primer término en la provincia por el Frente para la Victoria en 2015. Cargo que ya ocupara entre 2001 y 2003.
Con semejante acumulación de poder en sus manos, tal vez como nadie lo tuvo en lo que va de la recuperada democracia argentina, ¿Alperovich no piensa en regresar en 2019 a ocupar el sillón que lo tuvo como dueño absoluto desde 2003 a la fecha? Si prácticamente va a designar a todos los que vengan, integrando una gigantesca estructura defensiva, ¿cómo es posible renunciar a semejante tentación? Alguien de su entorno desliza que el titular del Ejecutivo mide sus acciones en el día a día y que no piensa en planes a cuatro años. Los planes quinquenales no lo seducen, confiesa. Tal vez sea cierto que, una vez alejado de la política, se dedique de lleno a la actividad privada. Es lo que cabe pensar que desearían sus herederos políticos (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) que suceda para que puedan caminar libremente en su gestión y desarrollar sus potencialidades.
Porque, si Alperovich ya está pensando en 2019, algo que sus más cercanos colaboradores hoy desechan, la dupla oficialista estaría ocupando un lugar prestado, a la espera de que el verdadero dueño volviese. No hay tales señales, por más que el gobernador pueda diseñar el futuro político del oficialismo por venir. El tema es si será su oficialismo o si dejará librado a que sea el oficialismo del jefe de turno; en este caso Manzur. Un hombre con ambiciones políticas, ante semejante muestra de influencia y decisión no dudaría en manejar los hilos detrás de las bambalinas, ser un auténtico conductor político. Sin embargo, por lo que se comenta, Alperovich sólo quiere convertirse en un mero caudillo político, en alguien de influencia acotada; en un hombre que pasó por la gestión y dejó su impronta y que no quiere influenciar más allá de su tiempo de administración. En sus comienzos, el gobernador habló se ser mucho más que Gelsi. Obras no le faltaron, pero tampoco algunas historias de corrupción con empresas de construcción fantasmas, por las que hay ex funcionarios bajo la lupa de la Justicia.
Al margen, ¿será testimonial su candidatura a senador? ¿Será finalmente el postulante a una banca en la Cámara Alta o pondrá en ese lugar nuevamente a la primera dama, cuyo mandato vence, precisamente, el año próximo? ¿Irán los dos? En ese aspecto son varios los interrogantes. El apellido Alperovich no puede estar ausente en las PASO de agosto, y menos sin apuntalar a un candidato presidencial del FpV para arrastrar el voto peronista local. Ya se jugó por Daniel Scioli para la interna del PJ, algo que no se animó a hacer ninguno de sus pares gobernadores peronistas. Lo hizo porque habría recibido el compromiso del bonaerense de que no se pelearía con Cristina bajo ninguna circunstancia, por lo menos hasta las PASO. Claro, el ex motonauta no quiere perder el 30% de votos que supuestamente tiene la Presidenta y que alimentarían su candidatura si es que gana la interna del justicialismo a nivel nacional. Después se verá.
Todas son especulaciones todavía. En la Casa de Gobierno aún no está claro quién es el rival a nivel local, cuáles serán las alianzas opositoras, y menos se sabe si el gobernador, una vez que deje el sillón de Lucas Córdoba, se irá a atender sus negocios o empezará a mirar hacia 2019 con otros ojos. Las dudas deberían trasladarse hacia la dupla Manzur-Jaldo. ¿Serán tan soldados de esa causa o harán rancho aparte para escribir una nueva historia de gestión en la provincia?
Con semejante acumulación de poder en sus manos, tal vez como nadie lo tuvo en lo que va de la recuperada democracia argentina, ¿Alperovich no piensa en regresar en 2019 a ocupar el sillón que lo tuvo como dueño absoluto desde 2003 a la fecha? Si prácticamente va a designar a todos los que vengan, integrando una gigantesca estructura defensiva, ¿cómo es posible renunciar a semejante tentación? Alguien de su entorno desliza que el titular del Ejecutivo mide sus acciones en el día a día y que no piensa en planes a cuatro años. Los planes quinquenales no lo seducen, confiesa. Tal vez sea cierto que, una vez alejado de la política, se dedique de lleno a la actividad privada. Es lo que cabe pensar que desearían sus herederos políticos (Juan Manzur y Osvaldo Jaldo) que suceda para que puedan caminar libremente en su gestión y desarrollar sus potencialidades.
Porque, si Alperovich ya está pensando en 2019, algo que sus más cercanos colaboradores hoy desechan, la dupla oficialista estaría ocupando un lugar prestado, a la espera de que el verdadero dueño volviese. No hay tales señales, por más que el gobernador pueda diseñar el futuro político del oficialismo por venir. El tema es si será su oficialismo o si dejará librado a que sea el oficialismo del jefe de turno; en este caso Manzur. Un hombre con ambiciones políticas, ante semejante muestra de influencia y decisión no dudaría en manejar los hilos detrás de las bambalinas, ser un auténtico conductor político. Sin embargo, por lo que se comenta, Alperovich sólo quiere convertirse en un mero caudillo político, en alguien de influencia acotada; en un hombre que pasó por la gestión y dejó su impronta y que no quiere influenciar más allá de su tiempo de administración. En sus comienzos, el gobernador habló se ser mucho más que Gelsi. Obras no le faltaron, pero tampoco algunas historias de corrupción con empresas de construcción fantasmas, por las que hay ex funcionarios bajo la lupa de la Justicia.
Al margen, ¿será testimonial su candidatura a senador? ¿Será finalmente el postulante a una banca en la Cámara Alta o pondrá en ese lugar nuevamente a la primera dama, cuyo mandato vence, precisamente, el año próximo? ¿Irán los dos? En ese aspecto son varios los interrogantes. El apellido Alperovich no puede estar ausente en las PASO de agosto, y menos sin apuntalar a un candidato presidencial del FpV para arrastrar el voto peronista local. Ya se jugó por Daniel Scioli para la interna del PJ, algo que no se animó a hacer ninguno de sus pares gobernadores peronistas. Lo hizo porque habría recibido el compromiso del bonaerense de que no se pelearía con Cristina bajo ninguna circunstancia, por lo menos hasta las PASO. Claro, el ex motonauta no quiere perder el 30% de votos que supuestamente tiene la Presidenta y que alimentarían su candidatura si es que gana la interna del justicialismo a nivel nacional. Después se verá.
Todas son especulaciones todavía. En la Casa de Gobierno aún no está claro quién es el rival a nivel local, cuáles serán las alianzas opositoras, y menos se sabe si el gobernador, una vez que deje el sillón de Lucas Córdoba, se irá a atender sus negocios o empezará a mirar hacia 2019 con otros ojos. Las dudas deberían trasladarse hacia la dupla Manzur-Jaldo. ¿Serán tan soldados de esa causa o harán rancho aparte para escribir una nueva historia de gestión en la provincia?
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