Recién en la autopista, cuando el pie y la aguja se mantenían firmes en 80 km/h, el aire acondicionado del auto podía responder. Antes, en el centro, en lugar de soplar brisas fresca escupía hálitos del infierno; era al vicio tenerlo encendido cuando el mercurio pasaba cómodamente los 40° centígrados, y el calor de la siesta se volvía insoportable. Fue entonces cuando miles de tucumanos -imposible estimar un número real- se olvidaron de la primavera y asumieron que ha llegado el verano. Que estalló el verano, o el infierno.
El camino a El Cadillal -ese oasis donde se juntan el rico y el pobre, el patrón y el obrero, el Mercedes Benz y el motocarro que reparte verduras- parecía ser testigo de un éxodo. Al menos 3.000 vehículos ingresaron a la villa balnearia desde las 15, según estimaciones de la Policía. Si a ese número se lo multiplicara por cinco pasajeros por coche, estamos hablando de 15.000 personas que coparon el dique Celestino Gelsi, sus costas, sus bares y sus escasas sombras.
“La temporada se adelantó al menos un mes. Hace dos semanas que venimos trabajando muchísimo con las actividades acuáticas, mientras que la tirolesa y el muro de escalar están un poco parados. Eso es algo que se espera más a fines de octubre, pero se adelantó. Si no fuera porque estamos a fin de mes, esto sería una locura”, afirmó Lucas Zurita, encargado de un emprendimiento que alquila canoas, kayaks y ofrece paseos en diversas embarcaciones.
No era una locura ahí, en el sector de balnearios, donde el público no puede acceder en autos y, por lo tanto se consolida un clima familiar. Donde sí había formado un hormiguero de lata brillante era en el área del embarcadero, justamente donde la Policía Lacustre recomienda no bañarse. “Es un peligro porque ahí están las embarcaciones. Una lancha le puede pasar por encima a alguien y ni siquiera darse cuenta. Pero a nosotros no nos entienden cuando les decimos”, se quejó el sargento Juan Gómez, uno de los cuatro policías de la Lacustre destinados ayer a cuidar las costas del dique (dos en tierra y dos en una lancha). En la zona del desembarcadero el dique estaba repleto de lanchas, motos de agua, canoas y otros vehículos náuticos, que se mezclaban con chicos y grandes nadando sin medir riesgos.
Agua helada
En El Cadillal corría una brisa que hacía olvidar aunque sea por unas horas el infierno que se vivía en la capital. El sol, radiante. El agua, helada. Pero eso no detenía a nadie. “Venimos de Villa Urquiza. El calor ya era insoportable así que decidimos venir a refrescarnos un poco y a tomar sol con los chicos”, contó Marcela Díaz (29 años), una joven que tomaba sol a la orilla del dique junto a su amiga Claudia Sanzón (31). “El agua esta helada -reconoció Claudia- los únicos que se animan a meterse son los chicos”. Ellas llegaron en ómnibus, y tuvieron que esperar dos horas en la parada porque la frecuencia del servicio continúa siendo la de temporada baja. Pero en los hechos, el verano ya empezó.
La música competía desde los baúles de los autos. A los dueños de los almacenes les faltaban las manos para expender cerveza y gaseosa, los antídotos más efectivos contra el calor. Eran las 19 y todavía llegaban autos, motos, bikers al borde de derretirse y algunos kamikazes caminando. Otros comenzaron a emprender el regreso, cruzando los dedos para no ser detenidos por el controles de alcoholemia apostados en el acceso a El Cadillal.
¡A remar!
Los días de calor invitan a probar algunos deportes acuáticos que pueden practicarse en El Cadillal (foto izquierda). Lucas Zurita, encargado de un negocio de alquiler de equipos náuticos, afirmó que es cada vez más la gente que decide invertir en una canoa o una lancha para aprovechar el espejo de agua más cercano a la capital tucumana. Antes de comprar un equipo, se puede probar alquilando: la banana ($80 por persona), las canoas y de kayaks ($70 y $90, para dos y tres personas respectivamente) son las tres actividades que ocupan el “top five” de alquileres en el dique. Le siguen los paseos en lancha rápida y lancha lenta ($100 y $70 por persona, respectivamente). La tirolesa, al menos en estos días, está de vacaciones, contó Zurita.
Adrenalina y frescura
Motos de agua, lanchas y gomones son las dueñas de la zona del desembarcadero.
Bebidas calientes
Justo en los días de más calor y de mejores ventas, cortan la luz. Es lo que le sucedió a Natalia Ortega (foto inferior), propietaria de un drugstore ubicado en la zona del desembarcadero. “Todos los días nos cortan la luz y tenemos que vender las bebidas calientes. El viernes estuvimos sin servicio desde las 2 hasta las 6 de la mañana, y el sábado desde las 11 hasta las 16. Cuando llamamos para reclamar, nos cortan el teléfono”, se quejó.
Sombras, por favor
Las técnicas para suplantar las sombras, escasas en la zona de balnearios, son múltiples. Desde armar improvisadas tiendas con palos y una toalla, hasta cubrirse la cabeza con un paño (foto derecha). Ariel y Gabriela, una pareja que vive hace dos meses en Tucumán, fueron los únicos precavidos en llevar una carpa tipo iglú para proteger a Iara, su hija. “Sería bueno que hubiera sombrillas, no digo una para cada uno, pero algo para dar sombra”, pidió Ariel.