25 Octubre 2014
MAR DEL PLATA (Enviado especial).- La Iglesia pidió ayer a los empresarios que sostengan políticas de inclusión laboral para aquellas personas que cayeron bajo el flagelo de la droga y, además, para los más jóvenes, los principales afectados por la desocupación en la Argentina. El reclamo lo hizo el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, quien participó como expositor en el 50° Coloquio de IDEA, en Mar del Plata.
“Como parte de una sociedad, tenemos la responsabilidad de cumplir. Uno de los problemas en las comunidades terapéuticas es que nos cuesta muchísimo que los tomen en un trabajo, no a través de un plan social o una ayuda para no hacer nada”, destacó respecto de los problemas para aquellos que se han recuperado del flagelo. Lozano comparó también los cambios que han significado, con el paso del tiempo, un difícil acceso no sólo al empleo, sino también a la educación por parte de los jóvenes. Indicó que el índice de desocupación entre los jóvenes suele ser el doble del promedio general, y tienen acceso a empleos de baja calidad, con malos salarios.
En ese aspecto, remarcó que uno de los desafíos es proteger al grupo denominado “ni-ni”, de jóvenes que no trabajan ni estudian, y que totalizan casi un millón de casos en la Argentina.
El titular de la Comisión Episcopal alertó acerca de la idea de pasar del “pienso, luego existo, a eres lo que consumes, porque así los pobres dejan de tener identidad”. “Corremos el riesgo de vivir en una sociedad que nos deja deseos insatisfechos, marcada por el exitismo, tener todo rápido, sin esfuerzo y de manera fácil”, señaló.
“La gran enfermedad de este tiempo es el aburrimiento, la falta de sentido y de propósito. Los docentes dicen que lo que más les preocupa es que los chicos se aburran. A veces uno les pregunta a los jóvenes: estudiar para qué, trabajar para qué, por cuánto dinero; es una pérdida también de la cultura del trabajo y del esfuerzo”, finalizó.
“Como parte de una sociedad, tenemos la responsabilidad de cumplir. Uno de los problemas en las comunidades terapéuticas es que nos cuesta muchísimo que los tomen en un trabajo, no a través de un plan social o una ayuda para no hacer nada”, destacó respecto de los problemas para aquellos que se han recuperado del flagelo. Lozano comparó también los cambios que han significado, con el paso del tiempo, un difícil acceso no sólo al empleo, sino también a la educación por parte de los jóvenes. Indicó que el índice de desocupación entre los jóvenes suele ser el doble del promedio general, y tienen acceso a empleos de baja calidad, con malos salarios.
En ese aspecto, remarcó que uno de los desafíos es proteger al grupo denominado “ni-ni”, de jóvenes que no trabajan ni estudian, y que totalizan casi un millón de casos en la Argentina.
El titular de la Comisión Episcopal alertó acerca de la idea de pasar del “pienso, luego existo, a eres lo que consumes, porque así los pobres dejan de tener identidad”. “Corremos el riesgo de vivir en una sociedad que nos deja deseos insatisfechos, marcada por el exitismo, tener todo rápido, sin esfuerzo y de manera fácil”, señaló.
“La gran enfermedad de este tiempo es el aburrimiento, la falta de sentido y de propósito. Los docentes dicen que lo que más les preocupa es que los chicos se aburran. A veces uno les pregunta a los jóvenes: estudiar para qué, trabajar para qué, por cuánto dinero; es una pérdida también de la cultura del trabajo y del esfuerzo”, finalizó.
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