Por LA GACETA
23 Octubre 2014
Fue sinónimo de venganza y propia de las sociedades primitivas. Por la Ley del Talión se buscaba resarcir del daño provocado. “Pagará alma por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”, puede leerse en el Antiguo Testamento. Afortunadamente, las sociedades fueron encontrando otros sistemas para impartir justicia y se dejó de hacerlo por mano propia.
Es difícil no registrar el incremento de la inseguridad en los tiempos que vivimos, donde a diario se registran varios episodios delictivos que incluyen violencia física. La sensación de impotencia de las víctimas y en muchos casos, la tardía o nula acción policial, ha llevado a que los vecinos intenten hacer justicia por mano propia. El lunes pasado, a las 21.30, los dueños de una verdulería fueron asaltados en Laprida al 2.000. Uno de los ladrones logró ser reducido por los pobladores y un comisario que regresaba a su casa. El delincuente recibió una feroz paliza. Una señora atribuyó la acción a una reacción a la inseguridad. “Esto no es linchamiento. Es escarmiento porque la Policía nunca está. Yo soy muy católica, creo mucho en Dios pero no soy tonta. Ellos (por los ladrones) mataron a un chico, hirieron a una vecina que gracias a Dios no murió desangrada y nadie dice ni hace nada. Estamos hartos de ver este tipo de reclamos por la televisión”, dijo.
El 7 de septiembre pasado, en la avenida Mate de Luna al 2.800, un cabo del Sistema de Emergencias 911 evitó que lincharan a un caco que había intentado robarle el celular. El agente que estaba de civil, vio a una persona tirada en la vereda, rodeada un grupo de gente le propinaba patadas, lo insultaba y lo escupía. “El hombre sangraba por la boca y la nariz, los ojos se le iban para atrás, lo vi mal”, relató. Cuando llegó el móvil policial, lo levantó al individuo y comenzó a ser agredido por la misma gente. Se produjo entonces otro incidente y la Policía tuvo que reprimir con balas de goma.
Con mucha frecuencia los ciudadanos que han sido blanco de los atropellos delictivos critican -no sin razón- la tarea de la Justicia y de la Policía, así como la complicidad del poder político, pero dejarse llevar por la furia amparado en un grupo o en una muchedumbre y en la sed de venganza para golpear desproporcionadamente a un ladrón hasta matarlo, implica cometer un crimen. Y aunque no se llegara al extremo de quitarle la vida, se trata de una acción censurable desde todo punto de vista. Una cosa es atraparlo y esperar que la autoridad llegue y se haga cargo del ladrón y otra golpearlo. Hay instituciones en nuestra sociedad para resolver los conflictos, de manera que más allá del hartazgo que pueda experimentarla ciudadanía por falta de respuestas a sus reclamos de mayor protección, no se puede avasallar la ley porque se está cometiendo un delito.
Corregir con rigor, de obra o de palabra, a quien ha errado, para que se enmiende, significa escarmentar. Mientras que castigar o matar una muchedumbre incontrolada y enfurecida a un acusado, sin haber sido procesado previamente, es la definición de linchar. El Gobierno debería preguntarse qué es lo que está haciendo mal para que esta furia colectiva se repita. La violencia no se combate con violencia, sino con educación. “La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”, afirmaba Juan Pablo II.
Es difícil no registrar el incremento de la inseguridad en los tiempos que vivimos, donde a diario se registran varios episodios delictivos que incluyen violencia física. La sensación de impotencia de las víctimas y en muchos casos, la tardía o nula acción policial, ha llevado a que los vecinos intenten hacer justicia por mano propia. El lunes pasado, a las 21.30, los dueños de una verdulería fueron asaltados en Laprida al 2.000. Uno de los ladrones logró ser reducido por los pobladores y un comisario que regresaba a su casa. El delincuente recibió una feroz paliza. Una señora atribuyó la acción a una reacción a la inseguridad. “Esto no es linchamiento. Es escarmiento porque la Policía nunca está. Yo soy muy católica, creo mucho en Dios pero no soy tonta. Ellos (por los ladrones) mataron a un chico, hirieron a una vecina que gracias a Dios no murió desangrada y nadie dice ni hace nada. Estamos hartos de ver este tipo de reclamos por la televisión”, dijo.
El 7 de septiembre pasado, en la avenida Mate de Luna al 2.800, un cabo del Sistema de Emergencias 911 evitó que lincharan a un caco que había intentado robarle el celular. El agente que estaba de civil, vio a una persona tirada en la vereda, rodeada un grupo de gente le propinaba patadas, lo insultaba y lo escupía. “El hombre sangraba por la boca y la nariz, los ojos se le iban para atrás, lo vi mal”, relató. Cuando llegó el móvil policial, lo levantó al individuo y comenzó a ser agredido por la misma gente. Se produjo entonces otro incidente y la Policía tuvo que reprimir con balas de goma.
Con mucha frecuencia los ciudadanos que han sido blanco de los atropellos delictivos critican -no sin razón- la tarea de la Justicia y de la Policía, así como la complicidad del poder político, pero dejarse llevar por la furia amparado en un grupo o en una muchedumbre y en la sed de venganza para golpear desproporcionadamente a un ladrón hasta matarlo, implica cometer un crimen. Y aunque no se llegara al extremo de quitarle la vida, se trata de una acción censurable desde todo punto de vista. Una cosa es atraparlo y esperar que la autoridad llegue y se haga cargo del ladrón y otra golpearlo. Hay instituciones en nuestra sociedad para resolver los conflictos, de manera que más allá del hartazgo que pueda experimentarla ciudadanía por falta de respuestas a sus reclamos de mayor protección, no se puede avasallar la ley porque se está cometiendo un delito.
Corregir con rigor, de obra o de palabra, a quien ha errado, para que se enmiende, significa escarmentar. Mientras que castigar o matar una muchedumbre incontrolada y enfurecida a un acusado, sin haber sido procesado previamente, es la definición de linchar. El Gobierno debería preguntarse qué es lo que está haciendo mal para que esta furia colectiva se repita. La violencia no se combate con violencia, sino con educación. “La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”, afirmaba Juan Pablo II.
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