Por Marcelo Batiz
28 Septiembre 2014
BUENOS AIRES.- Los economistas ya se van haciendo la idea y hasta alguna consultora puso la cifra en su último informe de coyuntura, pero el número aún no se hizo popular y quizás haga falta un par de meses para que gane las tapas de los principales diarios del país. Cuando algunos aún se resisten a admitir un 2014 con 40% de inflación, otros ya empiezan a barajar un piso de 50% para 2015.
La dinámica inflacionaria lleva implícito un vértigo que toma por sorpresa a los desinformados. Si los 10 puntos porcentuales entre los 40 de este año y los hipotéticos 50 del que viene parecen una distancia abismal, la comparación del promedio mensual de cada caso marca una diferencia apenas perceptible, del 2,85 al 3,43%. Se llama “interés compuesto” y se acostumbraba a enseñar en las escuelas primarias. Su olvido llevó a la Presidenta a decir por cadena nacional que “si la inflación hubiese sido 100% al año, en 11 años habría sido 1.100%” y no 102.300 como le corrigió el economista Lucas Llach, sin ánimo de estigmatizarla. Del 2,85 al 3,43%. ¿Qué son 58 centésimas por mes para una economía como la Argentina, que este año cumple una década completa con tasas anuales de dos dígitos? Pero al margen de los malabares estadísticos, abundan razones para que la inflación cobre más fuerza en el final del ciclo kirchnerista.
Desde la asunción de Néstor Kirchner a la Presidencia a la actualidad, la base monetaria se incrementó un 1.091,7%, aunque ese aumento fue en realidad neutralizado por una desmedida emisión de Lebacs, cuyo stock subió en el mismo lapso un 2.840,3%. Esos incrementos apuntaron a financiar un gasto público del Estado nacional que en 11 años habrá aumentado casi un 1.500% y cada vez con más frecuencia e intensidad se vale de recursos del Banco Central que, en definitiva, llevan a un mayor deterioro del respaldo a la moneda. Pero un análisis más detallado permite comprobar que esa suba no obedeció a salarios, jubilaciones o asistencia social sino a los subsidios a sectores económicos, que crecieron 3.500% en ocho años. Si la comparación no puede hacerse contra 2003 es por una razón muy sencilla: por entonces, eran tan insignificantes que no se los registraba.
Los commodities
El comercio exterior, por otro lado, está jaqueado por una baja en el precio de la soja, que se profundizaría en 2015. Más de la mitad del superávit comercial total sólo por la baja en el precio de un producto. Y algunos siguen hablando de “matriz diversificada”... En ese sentido, convendría tener en cuenta un dato que sirve tanto para explicar lo que ocurre en 2014 como para adelantar lo que seguramente pasará en 2015: la baja del precio de la soja no solo van en paralelo con la mejora en la producción en Estados Unidos, sino con la fortaleza del poder adquisitivo del dólar en el plano internacional. Si la debilidad del dólar impulsó el precio de las commodities, ahora cabe esperar la contrapartida. Con un gasto público creciente y el precio del principal sostén de las reservas en baja, el resultado no puede ser otro que un dólar de cobertura cada vez mayor. Es más sencillo que el interés compuesto, sólo se trata de dividir la base monetaria por las reservas. Hoy la cuenta da 14,25 y en ascenso.
Sin las restricciones que imponía la ley de Convertibilidad a la emisión sin respaldo, el peso es la verdadera cuasimoneda del presente: pese a los condicionamientos para la compra de divisas extranjeras, el “chiquitaje” se lanzó en setiembre a adquirir U$S 18 millones por día. La gente se saca de encima los pesos como hace trece años los patacones y Lecops. No es para menos, si se tiene en cuenta que el billete de mayor denominación equivale a U$S 6, 5 euros o 4 libras esterlinas. Por otra parte, la no admitida “tablita”, consistente en un dólar que creció menos que la inflación entre junio de 2002 y diciembre de 2013, ya es imposible de sostener sin comprometer seriamente la competitividad del frente externo. Los efectos de la devaluación de fines de enero ya se evaporaron y los subsidios hace tiempo llegaron a un nivel insostenible. En ese contexto, el gobierno se enfrenta ante el serio riesgo de haber agotado las posibilidades de seguir pateando la pelota para adelante.
Con subsidios que ya equivalen a toda la recaudación del IVA-DGI y una brecha de más del 80% entre el dólar formal y paralelo, Axel Kicillof podría remontarse a sus lecturas juveniles y preguntarse, como Lenin, ¿qué hacer?
Se desperdició una devaluación del 20% y a pesar de haber duplicado la tarifa del autotransporte y por lo menos triplicado las del agua y el gas, los subsidios siguen subiendo. Los quince meses que faltan para el 10 de diciembre de 2015 parecen una eternidad. Con tantas presiones desatadas, no habría que preguntarse por el 50%, sino por qué la inflación será tan baja. Después de todo, para pasar del 50 al 60% sólo son necesarias 56 centésimas por mes.
La dinámica inflacionaria lleva implícito un vértigo que toma por sorpresa a los desinformados. Si los 10 puntos porcentuales entre los 40 de este año y los hipotéticos 50 del que viene parecen una distancia abismal, la comparación del promedio mensual de cada caso marca una diferencia apenas perceptible, del 2,85 al 3,43%. Se llama “interés compuesto” y se acostumbraba a enseñar en las escuelas primarias. Su olvido llevó a la Presidenta a decir por cadena nacional que “si la inflación hubiese sido 100% al año, en 11 años habría sido 1.100%” y no 102.300 como le corrigió el economista Lucas Llach, sin ánimo de estigmatizarla. Del 2,85 al 3,43%. ¿Qué son 58 centésimas por mes para una economía como la Argentina, que este año cumple una década completa con tasas anuales de dos dígitos? Pero al margen de los malabares estadísticos, abundan razones para que la inflación cobre más fuerza en el final del ciclo kirchnerista.
Desde la asunción de Néstor Kirchner a la Presidencia a la actualidad, la base monetaria se incrementó un 1.091,7%, aunque ese aumento fue en realidad neutralizado por una desmedida emisión de Lebacs, cuyo stock subió en el mismo lapso un 2.840,3%. Esos incrementos apuntaron a financiar un gasto público del Estado nacional que en 11 años habrá aumentado casi un 1.500% y cada vez con más frecuencia e intensidad se vale de recursos del Banco Central que, en definitiva, llevan a un mayor deterioro del respaldo a la moneda. Pero un análisis más detallado permite comprobar que esa suba no obedeció a salarios, jubilaciones o asistencia social sino a los subsidios a sectores económicos, que crecieron 3.500% en ocho años. Si la comparación no puede hacerse contra 2003 es por una razón muy sencilla: por entonces, eran tan insignificantes que no se los registraba.
Los commodities
El comercio exterior, por otro lado, está jaqueado por una baja en el precio de la soja, que se profundizaría en 2015. Más de la mitad del superávit comercial total sólo por la baja en el precio de un producto. Y algunos siguen hablando de “matriz diversificada”... En ese sentido, convendría tener en cuenta un dato que sirve tanto para explicar lo que ocurre en 2014 como para adelantar lo que seguramente pasará en 2015: la baja del precio de la soja no solo van en paralelo con la mejora en la producción en Estados Unidos, sino con la fortaleza del poder adquisitivo del dólar en el plano internacional. Si la debilidad del dólar impulsó el precio de las commodities, ahora cabe esperar la contrapartida. Con un gasto público creciente y el precio del principal sostén de las reservas en baja, el resultado no puede ser otro que un dólar de cobertura cada vez mayor. Es más sencillo que el interés compuesto, sólo se trata de dividir la base monetaria por las reservas. Hoy la cuenta da 14,25 y en ascenso.
Sin las restricciones que imponía la ley de Convertibilidad a la emisión sin respaldo, el peso es la verdadera cuasimoneda del presente: pese a los condicionamientos para la compra de divisas extranjeras, el “chiquitaje” se lanzó en setiembre a adquirir U$S 18 millones por día. La gente se saca de encima los pesos como hace trece años los patacones y Lecops. No es para menos, si se tiene en cuenta que el billete de mayor denominación equivale a U$S 6, 5 euros o 4 libras esterlinas. Por otra parte, la no admitida “tablita”, consistente en un dólar que creció menos que la inflación entre junio de 2002 y diciembre de 2013, ya es imposible de sostener sin comprometer seriamente la competitividad del frente externo. Los efectos de la devaluación de fines de enero ya se evaporaron y los subsidios hace tiempo llegaron a un nivel insostenible. En ese contexto, el gobierno se enfrenta ante el serio riesgo de haber agotado las posibilidades de seguir pateando la pelota para adelante.
Con subsidios que ya equivalen a toda la recaudación del IVA-DGI y una brecha de más del 80% entre el dólar formal y paralelo, Axel Kicillof podría remontarse a sus lecturas juveniles y preguntarse, como Lenin, ¿qué hacer?
Se desperdició una devaluación del 20% y a pesar de haber duplicado la tarifa del autotransporte y por lo menos triplicado las del agua y el gas, los subsidios siguen subiendo. Los quince meses que faltan para el 10 de diciembre de 2015 parecen una eternidad. Con tantas presiones desatadas, no habría que preguntarse por el 50%, sino por qué la inflación será tan baja. Después de todo, para pasar del 50 al 60% sólo son necesarias 56 centésimas por mes.
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