Por Carlos Páez de la Torre H
11 Septiembre 2014
LUIS DODE. El francés había creado una máquina que multiplicaba el número de adobes en el corte la gaceta / archivo
Don Luis Dode fue un empresario francés que figura en la historia de Tucumán por haber construido, asociado a su compatriota Julio Delacroix, el primer puente -de madera- sobre el río Salí. No fue la única muestra de las capacidades de Dode, quien era mecánico del ingenio de Baltazar Aguirre, en Floresta.
En noviembre de 1858, presentó al Gobierno una solicitud. Manifestaba que acababa de inventar “una máquina enteramente nueva de cortar adobes para ladrillos”. Explicaba que, “según los resultados que ya he obtenido”, unía “a una extrema sencillez y baratura en su construcción, la ventaja de multiplicar casi indefinidamente el número de esos materiales que se puedan fabricar en un tiempo dado”.
Afirmaba que, por otra parte, “sería sumamente útil” su invento, en “un país en que las obras de albañilería se han ya generalizado tanto y van aumentando con asombrosa rapidez”. Esta máquina permitía “hacer bajar en una cantidad muy notable el precio del material de construcción”.
Pero, dado que por “su misma simplicidad y baratura” sería muy fácil imitarla, esto último “privaría enteramente al autor del justo premio debido a su trabajo y al mérito de su invención”. Por eso solicitaba “un privilegio exclusivo, valedero por un período de diez años, para la construcción y uso de mi mencionada máquina”.
La Sala trató la solicitud de Dode y le concedió, el 26 de enero de 1860, el privilegio para su máquina, “según el modelo que ha presentado”. Pero limitó el privilegio a tres años, esto “sin perjuicio de los que se ocupan de esta industria, por otros medios que no sean imitación de la máquina que por este decreto se favorece”.
En noviembre de 1858, presentó al Gobierno una solicitud. Manifestaba que acababa de inventar “una máquina enteramente nueva de cortar adobes para ladrillos”. Explicaba que, “según los resultados que ya he obtenido”, unía “a una extrema sencillez y baratura en su construcción, la ventaja de multiplicar casi indefinidamente el número de esos materiales que se puedan fabricar en un tiempo dado”.
Afirmaba que, por otra parte, “sería sumamente útil” su invento, en “un país en que las obras de albañilería se han ya generalizado tanto y van aumentando con asombrosa rapidez”. Esta máquina permitía “hacer bajar en una cantidad muy notable el precio del material de construcción”.
Pero, dado que por “su misma simplicidad y baratura” sería muy fácil imitarla, esto último “privaría enteramente al autor del justo premio debido a su trabajo y al mérito de su invención”. Por eso solicitaba “un privilegio exclusivo, valedero por un período de diez años, para la construcción y uso de mi mencionada máquina”.
La Sala trató la solicitud de Dode y le concedió, el 26 de enero de 1860, el privilegio para su máquina, “según el modelo que ha presentado”. Pero limitó el privilegio a tres años, esto “sin perjuicio de los que se ocupan de esta industria, por otros medios que no sean imitación de la máquina que por este decreto se favorece”.
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