Por Roberto Delgado
10 Septiembre 2014
Hace años había debajo de la Primera Confitería una especie de villa de emergencia mezclada con un barrio de hippies. Vivían en esos terrenos rodeados de la selva Tucumán de la zona de El Paraíso unas 30 familias de “okupas” sin servicios y bajo el riesgo de que sus precarias posesiones fueran arrasadas por el agua en alguna una creciente del mismo río que socavó los terrenos del encantador bar en medio de la montaña.
Esa población nacida en la selva fue el primer indicio del abandono del sector de la joyita que era la confitería. A medida que el olvido iba ganando la estructura abandonada, con las piletas rajadas, llenas de basura y líquido verdoso, y con una jauría enseñoreada del predio, la población escondida bajo los árboles fue metamorfoseándose. Hay ahora una especie de poblado más cuidado, con luz y caminos internos y bastante movimiento.
Y a medida que ese pueblo escondido se consolidaba, cambiaba el movimiento del lugar. Hoy el río que se había comido el terreno de la confitería está contenido con gaviones que impiden que se desmorone el terreno, lo cual es obra de Vialidad provincial. Con ello, si alguien quisiera utilizar ese predio, podría montar allí servicios sin riesgo de que el río se los lleve.
Pero el abandono de tres décadas ha sido feroz. Está en el límite de las administraciones de la comuna de San Javier y la Municipalidad de Yerba Buena. Turismo, que tiene la obligación de hacerse cargo de esta confitería que pertenece a la provincia, se queda en silencio mientras espera que la Legislatura dé curso al proyecto de desafectar al predio de la protección de Patrimonio con la excusa de que nadie querrá interesarse en invertir mientras siga protegida. Lo curioso es que similar argumento se da para pedir la liberación de la Hostería de arriba (concesionada con éxito desde comienzos de los 90) como la Primera Confitería, que desde esa misma época fue abandonada hasta la desesperación. ¿Es la venta el destino final de estos terrenos? Ya no se debate entre patrimonio o pragmatismo. Más bien parece que el abandono público de hoy es el negocio privado de mañana.
Esa población nacida en la selva fue el primer indicio del abandono del sector de la joyita que era la confitería. A medida que el olvido iba ganando la estructura abandonada, con las piletas rajadas, llenas de basura y líquido verdoso, y con una jauría enseñoreada del predio, la población escondida bajo los árboles fue metamorfoseándose. Hay ahora una especie de poblado más cuidado, con luz y caminos internos y bastante movimiento.
Y a medida que ese pueblo escondido se consolidaba, cambiaba el movimiento del lugar. Hoy el río que se había comido el terreno de la confitería está contenido con gaviones que impiden que se desmorone el terreno, lo cual es obra de Vialidad provincial. Con ello, si alguien quisiera utilizar ese predio, podría montar allí servicios sin riesgo de que el río se los lleve.
Pero el abandono de tres décadas ha sido feroz. Está en el límite de las administraciones de la comuna de San Javier y la Municipalidad de Yerba Buena. Turismo, que tiene la obligación de hacerse cargo de esta confitería que pertenece a la provincia, se queda en silencio mientras espera que la Legislatura dé curso al proyecto de desafectar al predio de la protección de Patrimonio con la excusa de que nadie querrá interesarse en invertir mientras siga protegida. Lo curioso es que similar argumento se da para pedir la liberación de la Hostería de arriba (concesionada con éxito desde comienzos de los 90) como la Primera Confitería, que desde esa misma época fue abandonada hasta la desesperación. ¿Es la venta el destino final de estos terrenos? Ya no se debate entre patrimonio o pragmatismo. Más bien parece que el abandono público de hoy es el negocio privado de mañana.
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