06 Septiembre 2014
EN ACCIÓN. Casáis se dispone a rematar el balón durante la sesión de fútbol informal llevada a cabo ayer por la mañana en el complejo Ojo de Agua, en la previa del partido ante Huracán, hoy a las 16.
¿Escuchó alguna vez hablar de Eduardo Casáis? Cualquiera diría que si jugó nueve años en Boca, como futboleros que somos, deberíamos tener los oídos salpicados del nombre y el apellido pero para los hinchas de Atlético recién empezaron a sonar en esta temporada.
Apenas dos partidos en la Primera de uno de los clubes más importantes del continente explican, en parte, por qué su presencia pasó desapercibida para muchos hasta hace un tiempo.
La otra parte de la explicación es la profunda timidez que padece el lateral derecho del “decano”. “Doy la nota porque estás acá pero no me gusta”, le aclara amablemente al cronista de LG Deportiva.
A medida que él va contando de poquito, detalles de su bajo perfil, el rompecabezas de su presencia en el actual puntero de la B Nacional, que hoy visitará a Huracán desde las 16, va armándose perfectamente. Calladito, casi sin hacerse notar, es uno de los puntos altos del equipo.
Está lejos de las atajadas espectaculares de Cristian Lucchetti, de los goles importantes de Cristian Menéndez, de las lujosas gambetas de Diego García o del notorio despliegue de Pablo Garnier. Durante los entrenamientos su voz casi no se escucha, ni siquiera en un partido informal donde todos hablan y dan indicaciones.
El carril derecho es un mundo aparte que Casáis ha decidido habitar sin show de fuegos artificiales ni tantos flashes: seguridad en la marca de los que quieran invadirlo y algo de proyección para cuando las aguas están calmas.
Es decir: cuidar lo suyo y ayudar a los demás si es que el presente acompaña, pero siempre cumpliendo con su obligación. Esa misma fórmula que aplica con su familia, oriunda, como él, de Ciudad Evita, en Buenos Aires donde él mismo recuerda que nacieron los jugadores de fútbol Daniel Tilger, Mauricio Hanuch y el tenista Juan Ignacio Chela.
“Mi familia siempre laburó en la calle, somos cinco hermanos y mi vieja se ocupa de cuidarlos. Con el fútbol, por suerte, puedo ayudarlos”, confiesa el jugador que a los siete años empezó su carrera en las inferiores de Nueva Chicago. A los 11, lo recibió la Disneylandia del fútbol: Boca.
Pero como él mismo relata, ni siquiera en esa caja de resonancia nacional y hasta mundial su perfil trepó a niveles altos. “Es otro mundo en varios aspectos: canchas, ropa, etcétera. Es como que te vas de ahí y te malacostumbrás. A veces pensás: ¿dónde terminé?”, reflexiona Casáis.
A los 20, luego de haber debutado, Casáis decidió irse de la vidriera más grande del fútbol argentino, justamente para lograr mostrarse. “Sabía que si seguía ahí, como es la política de contratar refuerzos, no iba a tener posibilidades. No me iba a conocer ni mi mamá”, bromea.
Como siempre, la idea era que lo conozcan en el campo de juego y hasta ahí nomás. Tras el paso por Boca, agarró sus cosas y se trasladó a Tiro Federal de Rosario para luego caer en la CAI, Instituto, Olimpo y por último (antes de llegar a Atlético), en Arsenal.
En el equipo de Bahía Blanca pasó tres años y la timidez continuaba. Durante toda su estadía, un programa deportivo partidario del club aurinegro requirió su presencia mes tras mes, sin lograr su cometido. “No me gusta la televisión, por ahora acá vengo zafando”, agregó.
Casáis es tan reservado que tiene bajo siete llaves el origen del apodo con el que lo llaman sus compañeros en todos los equipos, desde hace 10 años: “Cachi”. “No sé por qué me lo pusieron”, evade la respuesta el defensor. “En Boca me comenzaron a decir así”, es lo único que alcanza a explicar.
Apenas dos partidos en la Primera de uno de los clubes más importantes del continente explican, en parte, por qué su presencia pasó desapercibida para muchos hasta hace un tiempo.
La otra parte de la explicación es la profunda timidez que padece el lateral derecho del “decano”. “Doy la nota porque estás acá pero no me gusta”, le aclara amablemente al cronista de LG Deportiva.
A medida que él va contando de poquito, detalles de su bajo perfil, el rompecabezas de su presencia en el actual puntero de la B Nacional, que hoy visitará a Huracán desde las 16, va armándose perfectamente. Calladito, casi sin hacerse notar, es uno de los puntos altos del equipo.
Está lejos de las atajadas espectaculares de Cristian Lucchetti, de los goles importantes de Cristian Menéndez, de las lujosas gambetas de Diego García o del notorio despliegue de Pablo Garnier. Durante los entrenamientos su voz casi no se escucha, ni siquiera en un partido informal donde todos hablan y dan indicaciones.
El carril derecho es un mundo aparte que Casáis ha decidido habitar sin show de fuegos artificiales ni tantos flashes: seguridad en la marca de los que quieran invadirlo y algo de proyección para cuando las aguas están calmas.
Es decir: cuidar lo suyo y ayudar a los demás si es que el presente acompaña, pero siempre cumpliendo con su obligación. Esa misma fórmula que aplica con su familia, oriunda, como él, de Ciudad Evita, en Buenos Aires donde él mismo recuerda que nacieron los jugadores de fútbol Daniel Tilger, Mauricio Hanuch y el tenista Juan Ignacio Chela.
“Mi familia siempre laburó en la calle, somos cinco hermanos y mi vieja se ocupa de cuidarlos. Con el fútbol, por suerte, puedo ayudarlos”, confiesa el jugador que a los siete años empezó su carrera en las inferiores de Nueva Chicago. A los 11, lo recibió la Disneylandia del fútbol: Boca.
Pero como él mismo relata, ni siquiera en esa caja de resonancia nacional y hasta mundial su perfil trepó a niveles altos. “Es otro mundo en varios aspectos: canchas, ropa, etcétera. Es como que te vas de ahí y te malacostumbrás. A veces pensás: ¿dónde terminé?”, reflexiona Casáis.
A los 20, luego de haber debutado, Casáis decidió irse de la vidriera más grande del fútbol argentino, justamente para lograr mostrarse. “Sabía que si seguía ahí, como es la política de contratar refuerzos, no iba a tener posibilidades. No me iba a conocer ni mi mamá”, bromea.
Como siempre, la idea era que lo conozcan en el campo de juego y hasta ahí nomás. Tras el paso por Boca, agarró sus cosas y se trasladó a Tiro Federal de Rosario para luego caer en la CAI, Instituto, Olimpo y por último (antes de llegar a Atlético), en Arsenal.
En el equipo de Bahía Blanca pasó tres años y la timidez continuaba. Durante toda su estadía, un programa deportivo partidario del club aurinegro requirió su presencia mes tras mes, sin lograr su cometido. “No me gusta la televisión, por ahora acá vengo zafando”, agregó.
Casáis es tan reservado que tiene bajo siete llaves el origen del apodo con el que lo llaman sus compañeros en todos los equipos, desde hace 10 años: “Cachi”. “No sé por qué me lo pusieron”, evade la respuesta el defensor. “En Boca me comenzaron a decir así”, es lo único que alcanza a explicar.