05 Septiembre 2014
Fue la voz de Agustina, mi nieta de 12 años, la que me anunció con mucha tristeza la noticia. Instantes después, tratando de exorcizar la pena con algún recuerdo luminoso, me refugié en aquella noche mágica de Vélez, la fecha elegida por Spinetta para recorrer toda su carrera reuniendo a “Las Bandas Eternas” (Almendra-Pescado Rabioso-Invisible Jade- Los socios del desierto). Cerati fue un invitado de lujo y al cantar “Bajan”, junto al Flaco, se nos estrujó el alma. Sabíamos que nunca más volverían a unirse sobre un escenario.Tuve la suerte de conocer personalmente a Cerati. En el verano de 2000 me tocó producir los shows de Soda en Rosario, Córdoba, Mendoza, Salta y Tucumán, aquella gira en medio de un país que se prendía fuego.De esos meses guardo recuerdos maravillosos, los estadios repletos celebrando a la banda que abrió -junto a Virus- el ingreso a la modernidad para la música argentina, elevándola como nadie a todo el continente.Gustavo, carismático, siempre atento a cada detalle de los conciertos y de la gira a la vez, era un ser humano sensible hasta límites insospechados. En aquellos tiempos de convulsión social se sentía responsable por cada uno de sus seguidores. Como en Mendoza, cuando una bala de goma hirió a un chileno que había cruzado la cordillera para verlos. Siguió el tema hasta que el chico estuvo fuera de peligro. Se fue un hombre de una sensibilidad exquisita. Asumo el vacío y le agradezco todo lo que nos dio.
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