22 Agosto 2014
La Argentina arrastra un pecado original, desde el siglo pasado, según analiza Cristiano Rattazzi, CEO y presidente de FIAT Argentina. Y mucho tiene que ver el intervencionismo del Estado en las cuestiones privadas. En ese aspecto, Rattazzi considera que el país viene siendo oscilante desde la década de 1930, cuando se creó la Junta Nacional de Granos y, luego, la de Carne. “Hasta entonces, la Argentina estaba entre las siete potencias económicas del mundo y, paulatinamente fue bajando en el ranking”, indica. El ejecutivo dio una entrevista a LA GACETA en su visita a Tucumán para participar del Foro de Convergencia Empresarial, que se desarrolló anoche en el Hilton Garden Inn.
-¿Cómo observa el desenvolvimiento de la economía argentina?
-La Argentina siempre ha sido oscilante: va de arriba a abajo; no tiene estabilidad de largo plazo. Es el único país entre los siete que históricamente fueron potencias que bajó tanto en las posiciones debido a su inestabilidad. Y creo que eso no es atribuíble solamente a los gobernatnes, sino a ese hecho de pensar que hay riqueza y comida para todos, descuidando la necesidad de agregar valor, en el que el sector privado es el único que lo hace, el que crea riqueza.
-¿Por qué estamos donde estamos?
-No lo sé puntualmente. Pero si uno piensa que durante la gestión de Fernando de la Rúa la soja estaba en U$S 140 la tonelada y ahora nos quejamos que se ubica en U$S 410, es obvio que no aprovechamos un período extraordinario para corregir las cosas en un país fundamentalmente agrícola y ganadero. La soja llegó, incluso, a los U$S 600. Me hubiera gustado que en ese período se hubiera aprovechado para bajar la inflación.
-Usted suele decir que la inflación es como la droga...
-Está demostrado que es así. Yo empecé a preocuparme cuando todos los países observaban que viajaban al 3% o al 4% de inflación anual y nosotros lo hacíamos al 10%. Lo otro que se dejó estar fue un arreglo en las tarifas de los servicios públicos privatizados. Entonces teníamos inflación y todas las tarifas desarregladas, pero se necesitaban inversiones para importar materias primas para esos servicios. Y es caro importar.
-Pero al gobierno le cuesta hablar de ajustes...
-Es claro que el ajuste viene con la recesión que hay. Es un ajuste en el sector privado. Y no pasa porque le cueste mencionar la palabra ajuste, sino porque se aplica automáticamente a los privados. Con una inflación del 40%, con limitaciones por todos lados y poca capacidad de exportación se crean cuellos de botellas cada vez más complicados. Y la competitividad de la Argentina es cada vez más baja. Ahora se agrega el caso de los holdouts y el default. El Gobierno venía arreglando sus cuentas; primero con el Ciadi; luego con Repsol, pero en el último pasito encontraron una piedra.
-¿Puede solucionarse este litigio?
-Todo es solucionable. Pero no hay que perder de vista que la recesión está pegando fuerte, que apareja enredos enormes, con tarifas atrasadas, inflación altísima y un nivel de emisión monetaria muy descontrolado que ya no tiene más ese efecto que se le quiere dar para aumentar el consumo.
-¿Cómo analiza la disparada del dólar blue a casi $ 14?
-El mensaje es cuál es el verdadero valor del dólar. Nosotros tenemos un escenario en el que, con retenciones y todo lo demás, para cada uno hay un tipo de dólar. Si quiere comprarlo libremente, debe pagar $ 14; algunos lo comkprarán a $ 8,30; otros no pueden pagarlo.
-¿Cuáles son los cuellos de botella que encuentra?
-El problema es la falta de existencia de una moneda fuerte para pagar las importaciones. Todo se hace más difícil. Hay suspensiones en la industria automotriz, pero no estamos en una situación desesperante como en 2001 y 2002. Por ahora no hay cierres de fábricas. Pero hay crisis en la actividad, con exportaciones que caen un 30% y una producción que está un 25% debajo de lo esperado.
-¿Cómo cree que debería solucionarse los problemas económicos del país?
-Trabajando seriamente, como un país normal, haciendo una buena transición. Claro está que no hay crédito externo. Apelaría a un programa de ordenamiento de la economía, donde el combate a la inflación sea el eje. Pero no hay dudas de que el gasto público sobre la inflación tiene efectos muy pesados. Una Argentina con altísima inflación, en recesión y con un gasto público que se dispara, no es el mejor de los escenarios. Además, la presión fiscal es enorme.
-¿Cómo observa el desenvolvimiento de la economía argentina?
-La Argentina siempre ha sido oscilante: va de arriba a abajo; no tiene estabilidad de largo plazo. Es el único país entre los siete que históricamente fueron potencias que bajó tanto en las posiciones debido a su inestabilidad. Y creo que eso no es atribuíble solamente a los gobernatnes, sino a ese hecho de pensar que hay riqueza y comida para todos, descuidando la necesidad de agregar valor, en el que el sector privado es el único que lo hace, el que crea riqueza.
-¿Por qué estamos donde estamos?
-No lo sé puntualmente. Pero si uno piensa que durante la gestión de Fernando de la Rúa la soja estaba en U$S 140 la tonelada y ahora nos quejamos que se ubica en U$S 410, es obvio que no aprovechamos un período extraordinario para corregir las cosas en un país fundamentalmente agrícola y ganadero. La soja llegó, incluso, a los U$S 600. Me hubiera gustado que en ese período se hubiera aprovechado para bajar la inflación.
-Usted suele decir que la inflación es como la droga...
-Está demostrado que es así. Yo empecé a preocuparme cuando todos los países observaban que viajaban al 3% o al 4% de inflación anual y nosotros lo hacíamos al 10%. Lo otro que se dejó estar fue un arreglo en las tarifas de los servicios públicos privatizados. Entonces teníamos inflación y todas las tarifas desarregladas, pero se necesitaban inversiones para importar materias primas para esos servicios. Y es caro importar.
-Pero al gobierno le cuesta hablar de ajustes...
-Es claro que el ajuste viene con la recesión que hay. Es un ajuste en el sector privado. Y no pasa porque le cueste mencionar la palabra ajuste, sino porque se aplica automáticamente a los privados. Con una inflación del 40%, con limitaciones por todos lados y poca capacidad de exportación se crean cuellos de botellas cada vez más complicados. Y la competitividad de la Argentina es cada vez más baja. Ahora se agrega el caso de los holdouts y el default. El Gobierno venía arreglando sus cuentas; primero con el Ciadi; luego con Repsol, pero en el último pasito encontraron una piedra.
-¿Puede solucionarse este litigio?
-Todo es solucionable. Pero no hay que perder de vista que la recesión está pegando fuerte, que apareja enredos enormes, con tarifas atrasadas, inflación altísima y un nivel de emisión monetaria muy descontrolado que ya no tiene más ese efecto que se le quiere dar para aumentar el consumo.
-¿Cómo analiza la disparada del dólar blue a casi $ 14?
-El mensaje es cuál es el verdadero valor del dólar. Nosotros tenemos un escenario en el que, con retenciones y todo lo demás, para cada uno hay un tipo de dólar. Si quiere comprarlo libremente, debe pagar $ 14; algunos lo comkprarán a $ 8,30; otros no pueden pagarlo.
-¿Cuáles son los cuellos de botella que encuentra?
-El problema es la falta de existencia de una moneda fuerte para pagar las importaciones. Todo se hace más difícil. Hay suspensiones en la industria automotriz, pero no estamos en una situación desesperante como en 2001 y 2002. Por ahora no hay cierres de fábricas. Pero hay crisis en la actividad, con exportaciones que caen un 30% y una producción que está un 25% debajo de lo esperado.
-¿Cómo cree que debería solucionarse los problemas económicos del país?
-Trabajando seriamente, como un país normal, haciendo una buena transición. Claro está que no hay crédito externo. Apelaría a un programa de ordenamiento de la economía, donde el combate a la inflación sea el eje. Pero no hay dudas de que el gasto público sobre la inflación tiene efectos muy pesados. Una Argentina con altísima inflación, en recesión y con un gasto público que se dispara, no es el mejor de los escenarios. Además, la presión fiscal es enorme.
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