Ponsati será recordado por su ciudad natal

Ponsati será recordado por su ciudad natal

Mañana habrá un acto en la plaza Yrigoyen.

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EL HOMENAJEADO. Ponsati en un retrato de sus últimos años de vida. LA GACETA / ARCHIVO EL HOMENAJEADO. Ponsati en un retrato de sus últimos años de vida. LA GACETA / ARCHIVO
03 Agosto 2014
Todo está escrito y todo está por ser escrito. El comprovinciano Arturo Ponsati (1937-1998) comulgaba con ambas ideas y sus obras son una confirmación de ello, en la medida en que fueron concebidas como un esfuerzo por combinar el pensamiento ajeno y el propio. Esa obstinación por contribuir a la reflexión universal aparece con nitidez en “Lecciones de Política” (1993), ensayo en el que Ponsati recuerda las palabras de Santo Tomás Aquino: “el hombre va, por un mismo movimiento, a la ciudad y a la virtud”.

Como si fuese una derivación de aquella cita sin tiempo, la ciudad irá este lunes al encuentro de la memoria de Ponsati, que el 4 de agosto cumpliría 77 años. El acto comenzará a las 11.30 en la plaza Yrigoyen y es organizado por la Secretaría de Políticas Culturales de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán. Los académicos Ramón Eduardo Ruiz Pesce y Daniel C. Lecuona trazarán la semblanza del homenajeado en representación de sus amigos. El tributo incluye la inauguración de un monumento conmemorativo frente a la sede del Colegio de Abogados de la Capital y del Palacio de Justicia.

Pariente de Lucas Córdoba

Arturo Domingo Ponsati vivió 60 años sin desperdicio. En ese plazo se distinguió como intelectual, escritor, polemista, catedrático, político, politólogo, abogado, jurista, magistrado y cristiano, según destaca el libro “Democracia como amistad política y amor fraterno. Ensayos periodísticos en LA GACETA (1987-1996) de Arturo Ponsati” (2011). Había nacido en el hogar formado por Arturo Ponsati Córdoba, periodista de este diario, y de Angélica Ortiz Zavalía, y se enorgullecía de descender del prócer tucumano Lucas Córdoba.

Ponsati desplegó su faceta docente en las cátedras de Historia de las Instituciones y de Derecho Político de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán, pero también enseñó en el extranjero. Referencia política para su generación y la posteridad, participó en la fundación de la Liga Humanista y de la Democracia Cristiana. Fue legislador, secretario de Estado de Educación, y candidato democristiano a la vicepresidencia de la Nación en 1983 y a la gobernación de la provincia en 1987.

Ejerció la abogacía incluso durante los años fatídicos de la última dictadura cívico-militar. Y volcó su talento en las instituciones judiciales, donde se desempeñó como prosecretario y conjuez de la Justicia Federal, y vocal de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán (presidió el alto tribunal entre 1995 y 1997). Esa actuación en la cúspide de los Tribunales locales dejó una huella perdurable: litigantes y jueces a menudo recuerdan que la Corte Suprema de Justicia de la Nación jamás se atrevió a dar vuelta un voto de Ponsati.

La consumación de estas tareas y responsabilidades intelectuales no le impidió concretar el sueño de todo lector excelso: escribir, escribir, escribir. Poseído por esa fiebre, Ponsati alumbró obras didácticas de consulta general (“Historia de las Instituciones” y “Lecciones de Política”) y ensayos sobre asuntos contemporáneos (“Entre la crisis y la revolución”).

Como ser humano interesado en su sociedad y su tiempo, Ponsati comprendió prematuramente los desafíos actuales de la humanidad. Así, por ejemplo, cuando todavía no terminaba de caer el Muro de Berlín, anticipó la necesidad de forjar un nuevo modelo planetario de desarrollo “compatible” con el respeto por los recursos naturales. “Se trata de concebir el desarrollo como una meta común, como el desafío que nos reta la inevitabilidad de un futuro compartido”, expresó en una nota publicada en estas páginas, en 1990.

Al pensador le interesaban, en particular, los problemas asociados a la democracia. “Se ha dicho, con razón, que una sociedad democrática es aquella en la que la riqueza y el poder nunca son bienes definitivamente adquiridos ni la pobreza resulta ser una maldición ‘ilevantable’”, escribió. Y también alimentó la reflexión sobre la cultura, concepto que definió como el “con qué vivir”, pero, también, “el por qué vivir”: “una política sin visión cultural carece de perspectivas y de horizontes; se reduce a la lucha por el poder o a un conjunto de técnicas de gestión: le falta ‘el suplemento del alma’ que le permite a la política trascenderse a sí misma”.

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