03 Agosto 2014
Discutir si la Argentina entró en default o no, sirve para la tribuna. Lo que importa es lo que considera el resto del mundo respecto de la situación en nuestro país. Si piensa que estamos en cesación de pagos, no nos otorgarán créditos ni a las provincias para financiamiento, ni a las empresas para importar. Tampoco vendrán inversiones para la energía. Si los países con los cuales comerciamos no consideran a la Argentina en default, la situación será a la inversa. Tal como están dadas las cosas, al Gobierno nacional le conviene que lo que resta del año pase lo más rápido posible.
Enero de 2015 será el que marque el final de la famosa cláusula RUFO (que establece igualdad de derechos para los que entraron a los canjes de 2005 y de 2010), y permitirá cualquier arreglo con los holdouts sin temor a juicios incluidos a los propios funcionarios. Mientras tanto, habrá que pasar la primavera y parte del verano con el riesgo externo de que se reúnan los bonistas que entraron a alguno de los dos canjes de deuda, y que alcancen el piso del 25% para pedir la aceleración de la deuda reprogramada (adelantar el pago de los bonos con vencimientos en 2030, por ejemplo).
Las reservas no alcanzan para ello. La estrategia de financiar el déficit fiscal con crédito externo tendrá que esperar también al 2015 y, mientras tanto, transitar como se pueda para que la inflación y la falta de inversión no disparen pedidos de nuevas paritarias y despidos. Habrá que estar atentos a las decisiones del Gobierno en materia fiscal y monetaria para lo que resta del año y acomodar las decisiones de consumo, ahorro e inversión a lo que vaya sucediendo.
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