Textos recobrados de Tomás Eloy Martínez
El gran escritor tucumano habría cumplido 80 años el 16 de julio pasado. A modo de homenaje, la editorial Alfaguara acaba de publicar Tinieblas para mirar, volumen que compila una serie de cuentos y crónicas –la mayoría de ellos inéditos– que el autor escribió en distintos períodos de su vida. Tres de esos textos fueron publicados originalmente en este suplemento: Habla la rubia, La inundación (los dos en 1961) y Bazán (2006)
Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Tucumán
Algunos de los textos del libro prefiguran novelas futuras. Es el caso de Tinieblas para mirar, el relato que da el título a la compilación y que narra la peripecia del traslado de un ataúd en una cisterna por las rutas argentinas. Hernán Uriarte, joven aspirante a poeta, es convocado por el Gallego, militante de una agrupación política, a colaborar con el traslado del cadáver de Evita. Con un lenguaje lírico y con la potencia de la figura mítica, Martínez crea una ficción verdadera, un cuento que combina la ficción con la historia.
Confín, relato breve que abre el volumen, puede ser leído como una parábola de los modos de vida y de las limitaciones de un país muy parecido a la Argentina.
Bazán alterna dos historias. La del periodista, narrada por una voz infantil, y la historia del propio Bazán, un ladrón que ayudaba a los pobres. Hábilmente, Martínez usa un lenguaje hagiográfico para desmenuzar la vida errabunda y santa del pendenciero y maneja una primera persona que funciona como testigo, desde la distancia temporal, de esa vida lejana y casi legendaria. En este cuento, el autor toma la vida pasada y real de Bazán y la convierte en una ficción mítica. Trabaja con un procedimiento similar al que ha usado en sus novelas célebres.
Colimba convierte en relato una experiencia vinculada con el paso del autor por el ejército en una época difícil. Historia de la mujer que baila sin moverse y Mary Anne Jacus combinan la observación aguda del cronista con las estrategias del novelista para convertir una historia real en un cuento maravilloso. En Mary Anne Jacus se menciona a un hombre que ha elegido comprar su ataúd antes de su muerte para esperar la muerte. Este hombre es el personaje de La estrategia del general. El cuento parte de una anécdota delirante pero logra hacernos entrever la mentalidad bochornosa de un militar inútil que tiene similitudes con un militar que los lectores han conocido en la historia argentina.
Como en una novela de Faulkner, La inundación está narrada por tres voces en primera persona. Lo que impacta no es lo que se cuenta sino el destino que elige uno de los personajes: el abuelo del Negro.
Un antecedente de algunos cuentos de Tinieblas para mirar es Lugar común la muerte, uno de los inolvidables libros del autor. Si bien difieren en temas y personajes, coinciden en la forma de tratar a la realidad con los procedimientos de la ficción.
Para leer y releer
Tinieblas para mirar incluye una nota preliminar escrita por las editoras y una nota posliminar firmada por uno de sus hijos: Ezequiel Martínez. La nota de Martínez (h) es clara y evocativa, narra con cierto tono melancólico la circunstancia de cada relato y muestra el deseo de su padre de publicar estos cuentos perdidos y encontrados en una computadora.
El libro no fue pergeñado por el autor. Sin embargo, la idea feliz de los editores permite al lector desprevenido entrar al diverso universo narrativo de Tomás Eloy Martínez. Desde el cuento esmerado y absolutamente ficcional hasta la crónica minuciosa, desde el relato que traiciona los hechos hasta el anecdotario que abreva en los relatos orales familiares, Tomás Eloy Martínez ha escrito cuentos que merecen ser leídos y releídos. Acaso como si fuera una autobiografía ficcional y simbólica, el libro combina las múltiples formas del relato y funciona como una especie de clepsidra del tiempo vivido y de los modos de entender la ficción. Como esos objetos preciosos y pequeños, Tinieblas para mirar reúne lo mejor de la mirada tomasiana, esa voz y ese ojo que nos ayudaron a pensar con otra lupa la realidad y la invención.
© LA GACETA
Bazán
*Por Tomás Eloy Martínez - Para LA GACETA
“Es antes de medianoche, o una hora después. En la oscuridad, a la intemperie, no sabe ya hacia dónde llevar su cuerpo. Lo que hace es por orden de Dios. Cuando lo ha despertado, la voz de Dios le ha dicho: Hay un enfermito de difteria en la avenida Mate de Luna, tenés que ir a curarlo. Ha dicho: hay dos familias desamparadas a las que quieren desalojar en Villa Nueve de Julio, tenés que impedirlo. Sólo va a obedecer esos mandatos. Si las patrullas lo persiguen es porque desconocen la Voz del Señor. Dios vuelve sordos los oídos de los injustos. La caza ha comenzado la tarde antes, y ya Bazán Frías ha perdido el miedo. Hace apenas dos horas se creía cercado, pero ahora los ángeles de Dios lo han puesto a salvo. En el pasaje Aráoz, entre los tártagos, el Monje le ha leído el destino. Ha lanzado al aire seis guijarros redondos y en el dibujo que han dejado al caer ha visto, claramente, que aún le queda mucho tiempo por vivir. La eternidad te espera, Bazán Frías. Ni siquiera corriendo detrás de tu larga vida vas a poder alcanzarla. Como en todas las profecías del Monje, las palabras son oscuras pero el sentido es limpio. La eternidad lo espera. Por qué temer, entonces, que salgan a buscarlo. Si lo acechara una partida de diez hombres, se escondería, pero a dos o tres policías puede enfrentarlos con la carabina. Aún le quedan cuatro cajas de balas”.
* Fragmento del relato publicado originalmente en este suplemento en 2006. Integra el libro Tinieblas para mirar.