Los retratos de José de San Martín

Los retratos de José de San Martín

Contrariamente a lo que cabe suponer, durante los 72 años de su generosa existencia, San Martín sólo posó para ser retratado en cinco oportunidades. Estas son las veces ciertas y documentadas en las que sirvió de modelo a un artista, quedando a probar si lo fue para otros retratos, de los que no quedara testimonio. La primera, a los 39 años, fue en Santiago de Chile, en 1817, después de Chacabuco, para el pintor José Gil de Castro. La segunda en Bruselas, a los 46 años, en 1824 para el escultor medallista Simón. La tercera, también en Bruselas, entre 1825 y 1828 para el pintor Joseph P. Navez. La cuarta, siempre en Bruselas, a los 50 años, en 1828, para el pintor y litógrafo Jean Baptiste Madou. La quinta, en París, en 1848, a los 70 años, para que le fuesen tomados dos daguerrotipos.

EL LIBERTADOR, EN la década de 1820. Retrato de San Martín realizado por el pintor Joseph Naves.  EL LIBERTADOR, EN la década de 1820. Retrato de San Martín realizado por el pintor Joseph Naves.
20 Julio 2014
1- Bonifacio del Carril, un estudioso de la iconografía sanmartiniana, admite la posbilidad que el prócer hubiere permitido que le fueran tomados apuntes del natural para dos miniaturas: la que aparece con uniforme de coronel de granaderos y para la anónima que hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional. Frente a esta eventualidad, cabría suponer que habría posado en siete oportunidades. Desde ahí, se interpreta la clasificación de los retratos según el nombre del autor de la efigie reproducida –tipo Madou, tipo Castan, tipo Gil de Castro- hecho que, para muchos autores, contribuyó a conformar una imagen falsa y contradictoria de las obras.

2- Juan María Gutiérrez fue el primero en investigar la iconografía de San Martín. En el capítulo correspondiente del libro llamado De la estatua, aparecido en 1863, con motivo de la inauguración del monumento emplazado en el Paseo de Marte, hoy Plaza San Martín, enumeró claramente diecisiete piezas iconográficas. También el general Bartolomé Mitre volvió a ocuparse del tema, recalcando la importancia de avalar sólo los retratos auténticos del Padre de la Patria. Otros aportes sustanciales fueron los de Ernesto Quesada, quien clasificó por primera vez los retratos por tipos, además de describir y catalogar 97 piezas de iconografía sanmartiniana que existían, por entonces, dentro del patrimonio del Museo Histórico Nacional. Por cierto hubo, con posterioridad, numerosos trabajos de investigación de conspicuos estudiosos, como los de Adolfo P. Carranza, director del Museo Histórico Nacional; José Pacífico Otero, quien a más, con el auspicio del Instituto Sanmartiniano organizó la primera exposición iconográfica del prócer, en 1933. En 1938, según lo reseña el Dr. Del Carril en su libro, el escritor chileno Eugenio Orrego Vicuña publicó un libro titulado Iconografía de San Martín, con numerosas reproducciones más, algunas de retratos de O´Higgins y otros personajes. En 1950, año del centenario del fallecimiento del Libertador, Julio Jaimes Repide escribió un capítulo sobre el tema en su libro Antología Sanmartiniana. La aparición del gran volumen del doctor Del Carril en 1971, clarifica definitoriamente no sólo orígenes, autorías y cronologías, sino a más, con el aporte del coronel Luis Leoni Houssay, quien escribe notas descriptivas de las piezas, enriquece la valoración de las mismas.

3- Hay curiosidades que, sobre el tema, son pasibles de discusión y –sin embargo- contribuyen por otro lado a perfilar aspectos que mueven la atención de estudiosos e investigadores. Uno de los pocos San Martín joven es el retrato de Rafael Cubillas, pintado con bigotes en 1821. Rafael del Villar realizó en 1823 una pintura en la que el prócer está de pie, con sable en mano izquierda, que es del acervo del Museo Histórico de Berlín. El artista realizó otros, con uniformes de gala, uno de los cuales se exhibe en Presidencia de la Nación. Pero hay otro San Martín de cuerpo entero, pintado en 1822 por el peruano Mariano Carrillo, que mide dos metros de alto. Los llamados cuadros u obras indirectas son sin duda los más (como queda consignado al comienzo del texto) y ello –como ocurre en otras figuras patricias de la época- configura una situación al menos compleja para arribar a una auténtica y veraz fisonomía.

4- Mitre sostuvo que la fisonomía y la apostura de San Martín es esencialmente marcial –o más bien soldadesca- y constituye el tipo varonil de la primera época de la Independencia, que se popularizó en varias estampas de aquellos tiempos. Llama la atención que Mitre considere el verdadero San Martín la obra pintada en 1817, en Santiago de Chile, por el artista peruano José Gil de Castro. Es un retrato que respira vida, se ha dicho, y resulta al menos orientativo el hecho que el propio prócer llevara consigo la obra a Europa, porque estimaba mucho este retrato, según palabras del historiador trasandino Benjamín Vicuña Mackenna. Se trata de una lámina de cobre de 0.40 por 0.33, en que la figura –nariz alargada y fina, ojos profundos y perspicaces, largas patillas, pelo abundante- está vestida con uniforme de paño azul, una banda de seda en el pecho, una condecoración y la mano metida en la guerrera. El retratado inició una cierta amistad con su pintor, y aún encargó dos copias más, siempre en 1818, una de las cuales destinó al gobernador de San Juan, José Ignacio de la Rosa, y otra al gobernador de Mendoza, Toribio Luzuriaga. Ambas obras son hoy propiedad del Museo Histórico Nacional, mientras que la original -popularizada en América- se conserva en Chile, en una colección privada.

5- El San Martín anciano, aquel que fuera captado en París en 1948 para dos daguerrotipos, es asimismo imagen que ha alcanzado una gran difusión. Es verdad que otras obras concitan admiración y enaltecen el sentimiento patrio, como el dibujo realizado por N. Desmadryl, de recia postura. O ya en el campo de la estatuaria, el monumento realizado en 1860 por Louis Joseph Daumas, desde París, que ocupa en réplicas varias plazas del país y de Chile. También son de calidad fidedigna los dibujos a lápiz del bávaro Mauricio Rugendas, quien residió varios años en Chile. Si bien son retratos derivados, por no responder a un posante, poseen nobleza de ejecución. Como es el caso de la obra realizada por encargo por el famoso Theodore Gericault, en 1819, una litografía cuyo imagen ecuestre lo muestra con las riendas en la mano derecha y los botones de la casaca abrochados al revés. Manifiesta el doctor Del Carril , al respecto, que llama la atención el indudable parecido de este con el retrato que, diez años después, en 1828, plasmó Madou en Bruselas.

6- Hay innumerables retratos –pìnturas, grabados, dibujos, daguerrotipos- que cronológicamente corresponden a épocas en las que el vencedor de la Cuesta de Chacabuco aún vive. No son obras menores, si bien en casos han sido hechas por aficionados: caso de Núñez de Ibarra, que grabó un San Martín un tanto naif, subido a un caballo pequeño, que posteriormente donó al Cabildo. En el Círculo Militar, hay un retrato de figura con gran capa sobre el uniforme, debida a Bror Kornstrand. Una obra fuera de lo convencional es la de Eugenio Querciola: San Martín con uniforme blanco. Juan Cabral reencarnó al prócer copiando en 1821, con leves modificaciones –un bando en mano izquierda- el retrato de Gil de Castro. Un grabador inglés, H. Cooper, ,por pedido de Alvarez Condarco, hizo en 1821 un San Martín que –bonapartianamente con mano en la guerrera- mira inopinadamente hacia arriba. Y volvamos a Rugendas, que en 1836 lo capta en la batalla de Maipú, en óleo que conserva el Museo Histórico Nacional de Chile. O Apolinario Fran y Carlos Clérice, que –ya en otra posteridad- tornan a ubicarlo en la misma batalla en 1856 y 1878, respectivamente.

7- En vida y después de muerto, nuestro héroe fue captado por diversos compatriotas. El citado grabador y dibujante correntino Manuel Pablo Núñez de Ibarra, aficionado como él mismo se reconoce, graba una plancha de San Martin a caballo (curiosamente, este primer grabado del Libertador habría servido, con posterioridad, para que en París el famoso Gericault ejecutara a su vez otro retrato litográfico). Otro argentino, Ignacio Baz, hizo en 1855 un retrato a lápiz del prócer en su vejez, de notable soltura. Epaminonda Chiama lo pintó en 1881, con uniforme. Están también las obras del mendocino Gregorio Torres, discípulo del gran Monvoisin y el óleo de Martin Boneo (1965), inspirado seguramente en la estatua de Daumas. A más de varias piezas anónimas del siglo XIX y aún de las litografías de H. Stein, que aparecieran en el famoso periódico “El Mosquito”, en 1892.

8-Sin duda, la victoria de Maipú fue decisiva para la causa de la emancipación hispanoamericana. La independencia de Chile quedó definitivamente asegurada; la de la República Argentina, también. Puede afirmarse que sin la batalla de Maipú la expedición libertadora del Perú no habría podido llevarse a cabo. Y no hay duda de que esta acción previa de San Martin fue la base sobre la que se asentó la acción victoriosa de Bolívar, que culminó con los triunfos de Junín y Ayacucho. Estas batallas, estos heroicos hitos de la historia, fueron captados artísticamente por pintores de la talla de Núñez de Ibarra, del ya citado Gericault, de Madou, de Rugendas, de Auguste Raffet, de Segismund Himely, de Apolinario Fran, quienes desde el pincel al buril, recrearon las grandes gestas sanmartinianas.

© LA GACETA

J. M. Taverna Irigoyen - Crítico e historiador del arte.  Ex presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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