Antes de Tonolec, parecía un disparate imaginar a los cantos ancestrales de los pueblos indígenas fusionados con la electrónica. Y el resultado, muy cercano a la estética del rock pero sin abandonar la esencia de sus raíces, sólo podía ser fruto del talento unido al compromiso con las culturas aborígenes, una presencia invisible y silenciosa que espera salir a la luz.
Lleno de un
público entusiasta que aplaudía a rabiar y pedía “Indio toba” (Antiguos dueños
de las flechas), el teatro Alberdi vibró el sábado con el concierto de Tonolec,
un dúo que viene ganando fans en todo el país y que en Tucumán tiene una legión
de admiradores. La fórmula del éxito es la riqueza sonora, muy contemporánea,
con un ritmo que invita a la danza.
Tonolec
significa “caburé”, ave del monte chaqueño que con su canto atrae a sus presas.
Luego de hacerse conocidos, una década atrás, con una versión muy original del
mencionado tema de Félix Luna y Ariel
Ramírez, la cantante formoseña “Charo” Bogarín y el músico chaqueño Diego Pérez
profundizaron la búsqueda de canciones ancestrales, según comentaron en el
concierto.
A lo largo
de cuatro discos, su repertorio fue incorporando cada vez más temas de raíz
aborigen, en idioma nativo. Muy bien acompañados por el percusionista Lucas
Helguero, los artistas entregaron un show impecable, rico en matices que son
fruto de los arreglos de Pérez y de la voz expresiva, cambiante, de Bogarín,
una cantante que atrae con su carisma.
Hicieron
muchas canciones de su último álbum doble, titulado Cantos de la tierra sin mal,
y varios hits, como Techo de paja, El cosechero, Duerme, duerme negrito, Zamba
para olvidar y Qué he sacado con quererte. Demostraron, una vez más, que una canción
tradicional archiconocida puede renovar su belleza gracias a la creatividad de
los músicos que escapan al facilismo.
Al
presentar el tema Tierra quebrada, en homenaje a Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo, la cantante mencionó que también se la dedicó a su padre, que fue congresista
peronista de las ligas agrarias y desapareció en 1976 durante la dictadura.
Cabe mencionar que “Charo” Bogarín es tataranieta del cacique guaraní Guayraré.
Su feliz unión –profesional y personal- con Diego Pérez, la convirtió en una
embajadora de la cultura de su pueblo a través de ese milagro que es la música.