Gerardo Puig - DyN
Cuando corría en canchas de tierra en Rosario soñó con jugar una final de un Mundial, y también cuando se fue a España para radicarse en Barcelona y los millones y los títulos en el club catalán eran moneda corriente. Esa oportunidad la tuvo ayer, pero el destino futbolero le dio la espalda.
Con la mirada perdida, Messi reflejó a su manera la tristeza por no haber podido concretar su sueño en una chance que por edad, presente y experiencia parecía inmejorable. Messi se preparó para que este sea su Mundial. Fue el gran responsable de que el seleccionado haya ganado los tres primeros partidos del grupo. Además, junto a Di María fue responsable de llevar al equipo a los cuartos de final al apilar suizos. En cuartos ante Bélgica y en la semi frente a Holanda a Messi le costó mucho más. Fue una pieza clave del equipo, siempre, pero no el futbolista determinante.
Pero consumado el pasaje a la final, en la cabeza de Messi estuvo la idea fija, la oportunidad que siempre soñó, el partido de su vida. Entre el Messi que desparramaba rivales en canchas de tierra y el de hoy, la única diferencia fueron casi 20 años, pero no le alcanzó. Estuvo cerca, acarició la gloria definitiva, pero no pudo, y otra vez ante Alemania la perdida y la sensación de vacío. Messi ganó todo lo que un jugador puede imaginar en un club y más, pero con la camiseta argentina mantiene una deuda que hoy, por lo cerca que estuvo, duele.