Por Federico Espósito
14 Julio 2014
PERRO DE PRESA. Mascherano acosando a Schwensteiger, una instantánea que se repitió a lo largo de todo el partido.
Si Mahoma no va a la montaña, Mascherano se la trae. Claro, eso es pan comido para alguien capaz de ir a negociar con los fondos buitre y traer vuelto. O de hacerle ganar un Oscar a Di Caprio. O de entenderle la letra a los médicos. Entre tantas aptitudes del líder de la Selección que se ironizaron durante el Mundial, hay otras que vale la pena mencionar.
Así como es capaz de quitarte lo bailado, Mascherano puede dejarnos a todos al borde del derrumbe emocional cuando pone la cara después de haber perdido una final del mundo y casi que pide perdón por no haber ganado la Copa. Una por la que él lucho más que nadie.
“Hicimos todo para ganar. Nos vaciamos. Dimos todo lo que podíamos. Esto es lo que teníamos, no había más. Era hasta donde podíamos llegar. Nos faltó esa cuotita de suerte que hay que tener en una final. Ellos sí la tuvieron y se quedaron con la Copa. Lo lamento por nosotros, por los que vinieron y por los que están en Argentina”, se desahogó “Jefecito”, peleando como el león salvaje que es para no quebrarse.
Y si fue capaz de leer el futuro y avisarle a Romero que estaba a punto de convertirse en héroe, no debe asombrarnos su talento para multiplicarse y estar en todos lados: acechando a Müller y Klose, estorbando a Özil, controlando a Kroos, robándosela a Schwensteiger. Aunque no estuvo fino en la distribución, las peleó todas. Es uno solo, pero parecen tres. Y aunque 39 de los 40 millones de argentinos hayan pedido para él el Balón dorado que se llevó Messi, “Masche” no fue a Brasil a buscar reconocimiento. “No alcanza. El dolor va a ser de por vida, porque era nuestra oportunidad. El fútbol tiene estas cosas. Habrá que levantar la cabeza”, sentenció quien se convirtió en sinónimo de omnipotencia. “Más allá de todo, estoy orgulloso de haber integrado un grupo como éste. Nos vamos con la tranquilidad de haber dado todo”, agregó Mascherano, el que todo lo puede.
Brasil, decime qué se siente no tener un Mascherano al cual rendirle pleitesía.
Así como es capaz de quitarte lo bailado, Mascherano puede dejarnos a todos al borde del derrumbe emocional cuando pone la cara después de haber perdido una final del mundo y casi que pide perdón por no haber ganado la Copa. Una por la que él lucho más que nadie.
“Hicimos todo para ganar. Nos vaciamos. Dimos todo lo que podíamos. Esto es lo que teníamos, no había más. Era hasta donde podíamos llegar. Nos faltó esa cuotita de suerte que hay que tener en una final. Ellos sí la tuvieron y se quedaron con la Copa. Lo lamento por nosotros, por los que vinieron y por los que están en Argentina”, se desahogó “Jefecito”, peleando como el león salvaje que es para no quebrarse.
Y si fue capaz de leer el futuro y avisarle a Romero que estaba a punto de convertirse en héroe, no debe asombrarnos su talento para multiplicarse y estar en todos lados: acechando a Müller y Klose, estorbando a Özil, controlando a Kroos, robándosela a Schwensteiger. Aunque no estuvo fino en la distribución, las peleó todas. Es uno solo, pero parecen tres. Y aunque 39 de los 40 millones de argentinos hayan pedido para él el Balón dorado que se llevó Messi, “Masche” no fue a Brasil a buscar reconocimiento. “No alcanza. El dolor va a ser de por vida, porque era nuestra oportunidad. El fútbol tiene estas cosas. Habrá que levantar la cabeza”, sentenció quien se convirtió en sinónimo de omnipotencia. “Más allá de todo, estoy orgulloso de haber integrado un grupo como éste. Nos vamos con la tranquilidad de haber dado todo”, agregó Mascherano, el que todo lo puede.
Brasil, decime qué se siente no tener un Mascherano al cual rendirle pleitesía.