Hugo E. Grimaldi - Columnista de DyN
BUENOS AIRES.- El Gobierno creía que el Mundial iba a darle un respiro político y que le podría servir para disimular ante la opinión pública varios de sus graves problemas. En el extremo de la subestimación, el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, había pronosticado antes de la competencia que “ahora, sólo se hablará de fútbol”.
Fantasía pura, no sólo porque la inflación sigue en auge, se nota cada vez más el parate de la economía, los pobres están y porque igualmente hay interés de muchos por saber qué pasa con los fondos-buitre, si se negocia bien o si se venderá gato por liebre o cómo va a terminar el juicio al fiscal José María Campagnoli o qué va a ocurrir con Amado Boudou, el más terrible grano político que tiene la presidenta de la Nación por estas horas.
Lo notable es que antes que esconderlas, la alegría del fútbol puso todavía más en evidencia las pesadas dificultades de todo orden que tiene el Gobierno, ya sea por errores de timing o por fatiga presidencial o porque quizás desde adentro se está reconociendo el fin de un ciclo.
En relación a cómo el fútbol no tapó nada, sino que hizo patente el divorcio entre la dirigencia y la gente, bien vale tomar como referencia concreta lo que ocurrió el 9 de Julio. Pese a su procesamiento, por la mañana, Boudou encabezó ese día el acto oficial del día de la Independencia. A cumplir la misión, lo mandó la Presidenta, quien seguramente, aunque ya lo pagó con creces, debe pensar todavía en el costo político de haberlo elegido en soledad. ¿Y cómo le devolvió tamaño gesto de autoridad el Vicepresidente? De modo patético, haciendo un discurso destemplado y poco edificante, amparándose en “Perón, Néstor y Cristina” y hablando de “colonialismo” o “poderes concentrados”, en un encuentro sectario y de aplausos afónicos que se llevó a cabo casi en el ámbito de una sociedad de fomento que, además, mostró muchas caras largas entre los miembros del Gabinete nacional, quienes fueron obligados a asistir.
Sin embargo, lo que sirvió para terminar de dejar en ridículo toda esa lamentable puesta en escena fue que esa misma tarde, cuando terminó el partido frente a Holanda, millones de argentinos sin banderas, ni cacerolas, ni consignas partidarias, ni nada que los relacionara con la política, se hicieron uno en las calles de todo el país. Y así, se mezclaron hinchas de River y de Boca, kirchneristas y radicales y gente de toda condición social sólo para agradecerle a la Selección de Fútbol el pase a la final, situación que dejó aún más en evidencia el desubique y la soledad con que se había manejado más temprano Boudou.
Tampoco el Vicepresidente las tuvo todas consigo el jueves en el Congreso, ya que el bloque del Frente para la Victoria se le rebeló y no admitió que presidiera una sesión en el Senado. Ese día, indignados senadores oficialistas veían como se les iba a ir de las manos la posibilidad de aprobar la inmunidad a los depósitos de los bancos centrales de otros países, necesaria para garantizarle a China los fondos que prometieron hacer llegar como refuerzo de las reservas, después de que tenga lugar la visita del premier Xi Jinping, la semana próxima.
Debido al apuro, esa sesión necesitaba mayorías especiales y como el oficialismo no las tiene, para destrabarla, el jefe de la bancada, Miguel Pichetto, buscó y consiguió el aval de la Presidenta para bajarlo a Boudou del estrado y para que la sesión la encabece el presidente provisional del Senado, el radical K, Gerardo Zamora: “intervine porque era una cuestión de Estado”, definió. Finalmente, pese a la derrota política del oficialismo, la media sanción fue aprobada por unanimidad.
Pero, además de avisar que no iba a aportar el necesario quórum para tratar el proyecto, la oposición tenía preparada una batería de cuestiones de tono político que tienen en tensión a la Cámara Alta. Los radicales y otros bloques y ahora también el PRO, insistirán con el pedido de licencia hasta tanto se resuelva la situación procesal del vicepresidente en la causa Ciccone, van a hacer un pedido de Resolución para que los senadores oficialistas tengan que votar a favor de él, prometen mechar en sus discursos partes del auto de procesamiento del juez Ariel Lijo y los senadores del FAP irse de las sesiones que presida Boudou.
En declaraciones a la prensa, Pichetto mismo reconoció que la situación del Vicepresidente afecta la imagen de los candidatos kirchneristas y él probablemente aspire a ser el vice de Daniel Scioli en la interna del PJ. Fue ostensible también el tenso episodio que protagonizó Boudou en Tucumán con el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, a quien terminó dándole un beso en la mejilla. “¿Ya no me saludás?”, le dijo Boudou al precandidato, quien miraba para otro lado.
El viernes, Boudou apeló judicialmente con la esperanza también de salir del atolladero desde el costado político, pero lo que es evidente que si la situación se le complica, ya sea porque la Cámara confirma a Lijo o si aparecen otras causas que deriven en otros procesamientos se la verá muy mal a la hora de la campaña kirchnerista.
Entre la media docena de causas que tiene en danza Boudou, la de enriquecimiento ilícito que tramita también Lijo está en la etapa de los peritajes contables y allí se investigan fondos que podrían provenir nada menos que de la publicidad oficial. También hay otra, mucho más avanzada, que tiene el juez Claudio Bonadío, quien investiga al vicepresidente por inscribir en el año 2003 un automóvil a nombre suyo, pero con documentación supuestamente apócrifa, vehículo que todavía aparece en su declaración jurada de bienes.
Luego, el juez Sergio Torres tiene otra causa abierta, en la que investiga al ex ministro de Economía por la adquisición de 19 autos de alta gama mientras era funcionario, algunos de alto valor y comprados sin licitación. En otro expediente, Boudou fue denunciado por el diputado Claudio Lozano, quien lo acusó por supuesto aprovechamiento de información privilegiada en el canje de deuda pública en el año 2010.
Todo este collar de cuestiones judiciales lo dejan al Vice tan expuesto que habría que esperar que, a la corta o a la larga, se le sugiera alguna salida, algo que la Presidenta parece no querer abordar, pese a que la afecta políticamente. Desde el Gobierno se critica a la prensa por seguir este tema con mucha avidez, pero no es para menos porque se trata de la segunda figura en importancia del país.
Lo que ocurrió con el Vicepresidente en Tucumán el miércoles y en el Senado el jueves son dos muestras bastante elocuentes de la desorientación que sobrelleva el Gobierno con este caso tan delicado para la marcha institucional y en ambos casos se observa cómo Cristina midió las situaciones con varas diferentes. En la primera de ellas, sólo se necesitó que el gobernador José Alperovich dijera que el acto lo iba a encabezar el santiagueño Zamora, para que ella diera la contraorden y desautorizara al tucumano. En cuanto a las dificultades en el Senado, la Presidenta, resignada y en función de otros intereses, actuó en contrario.
Como se ha visto, el fútbol no escondió nada. Por espontaneidad y masividad, lo que ocurrió el miércoles pasado en todo el país, con multitudes que salieron a la calle sin que nadie las haya arreado, ha sido seguramente el más importante hecho de inclusión cultural de los últimos años. Y sucedió a pesar del tradicional populismo que todo lo tiñe y al habitual tutelaje del Estado, sin aprovechamiento político y sin relatores que convoquen a la Plaza como en épocas nefastas.