11 Julio 2014
BUENOS AIRES.- La presidenta, Cristina Fernández, puso el miércoles “las manos en el fuego” por su vicepresidente, Amado Boudou, al respaldarlo para que encabece el acto central por una fecha patria, darle la palabra en su representación y ordenar a todo su gabinete que lo acompañe a Tucumán.
Ahora bien, ¿las manos en el fuego Cristina las puso por convicción o por conveniencia? Si es por convicción, la Presidenta considera que Boudou es inocente en la causa Ciccone. Aunque debería pensar lo mismo respecto de otras ocho causas abiertas contra Boudou en la Justicia, alguna de ellas muy avanzadas y con pruebas difíciles de rebatir por el funcionario.
Boudou lleva en su mochila causas por: Enriquecimiento ilícito; por la compra de un auto Honda; dos iniciadas por el diputado Claudio Lozano por supuesto aprovechamiento de información privilegiada en el canje de la deuda y otra por el uso de fondos de la Anses para compra de acciones; por la compra directa de 19 autos oficiales de alta gama en el Ministerio de Economía; por presuntas “dádivas” al haber usado un Lear Jet y un helicóptero privados; la causa de asesoramiento a la provincia de Formosa que involucra a The Old Fund y a Vandenbroele; y la última, por el pago a una empresa para la construcción de viviendas que nunca se hicieron, cuando era secretario de Finanzas del Partido de la Costa.
Si la movida cristinista es por conveniencia, cabe la posibilidad de que cada vez le resulte más difícil a la Presidenta sostener los argumentos de una mano negra manejada por la oposición o los medios, para defender a su ahijado político. Porque las investigaciones judiciales contra Boudou avanzan y se van sumando nuevas denuncias.
Cristina Fernández no olvida que la elección de Boudou como Ministro de Economía y como Vicepresidente fue un capricho exclusivamente de ella. Y que si la caída de Boudou se profundiza, habrá quedado sin filtro alguno y las denuncias pueden abrazar la figura presidencial.
Para colmo de males, eligió en el tercer lugar de la línea sucesoria a un ex radical, Gerardo Zamora, cuyo perfil no pasa del de un gobernador -como lo fue en Santiago del Estero y en los hechos lo sigue siendo a través de su esposa- de perfil caudillesco y feudal, que administra una provincia pobre en base a un estilo autoritario. Es decir, nadie que pueda salir a defender el proyecto nacional ni mucho menos.
No hay duda que el de Boudou es el peor momento. Y, por carácter transitivo, el peor momento de Cristina Fernández desde que asumió en el poder en el 2007. Y quizás sea el peor por las semejanzas con otros gobiernos democráticos, no en el modelo ni en la gestión, sino por las situaciones que los llevaron a caer en desgracia.
Uno el de Carlos Menem, que se fue acorralado por la multiplicación de denuncias por corrupción; y el otro el de Fernando de la Rúa, con el escándalo de corrupción que provocó el caso de las coimas en el Senado.
Nuevamente, la corrupción llama a las puertas de la Casa Rosada.
Ahora bien, ¿las manos en el fuego Cristina las puso por convicción o por conveniencia? Si es por convicción, la Presidenta considera que Boudou es inocente en la causa Ciccone. Aunque debería pensar lo mismo respecto de otras ocho causas abiertas contra Boudou en la Justicia, alguna de ellas muy avanzadas y con pruebas difíciles de rebatir por el funcionario.
Boudou lleva en su mochila causas por: Enriquecimiento ilícito; por la compra de un auto Honda; dos iniciadas por el diputado Claudio Lozano por supuesto aprovechamiento de información privilegiada en el canje de la deuda y otra por el uso de fondos de la Anses para compra de acciones; por la compra directa de 19 autos oficiales de alta gama en el Ministerio de Economía; por presuntas “dádivas” al haber usado un Lear Jet y un helicóptero privados; la causa de asesoramiento a la provincia de Formosa que involucra a The Old Fund y a Vandenbroele; y la última, por el pago a una empresa para la construcción de viviendas que nunca se hicieron, cuando era secretario de Finanzas del Partido de la Costa.
Si la movida cristinista es por conveniencia, cabe la posibilidad de que cada vez le resulte más difícil a la Presidenta sostener los argumentos de una mano negra manejada por la oposición o los medios, para defender a su ahijado político. Porque las investigaciones judiciales contra Boudou avanzan y se van sumando nuevas denuncias.
Cristina Fernández no olvida que la elección de Boudou como Ministro de Economía y como Vicepresidente fue un capricho exclusivamente de ella. Y que si la caída de Boudou se profundiza, habrá quedado sin filtro alguno y las denuncias pueden abrazar la figura presidencial.
Para colmo de males, eligió en el tercer lugar de la línea sucesoria a un ex radical, Gerardo Zamora, cuyo perfil no pasa del de un gobernador -como lo fue en Santiago del Estero y en los hechos lo sigue siendo a través de su esposa- de perfil caudillesco y feudal, que administra una provincia pobre en base a un estilo autoritario. Es decir, nadie que pueda salir a defender el proyecto nacional ni mucho menos.
No hay duda que el de Boudou es el peor momento. Y, por carácter transitivo, el peor momento de Cristina Fernández desde que asumió en el poder en el 2007. Y quizás sea el peor por las semejanzas con otros gobiernos democráticos, no en el modelo ni en la gestión, sino por las situaciones que los llevaron a caer en desgracia.
Uno el de Carlos Menem, que se fue acorralado por la multiplicación de denuncias por corrupción; y el otro el de Fernando de la Rúa, con el escándalo de corrupción que provocó el caso de las coimas en el Senado.
Nuevamente, la corrupción llama a las puertas de la Casa Rosada.
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