Por Pablo Hamada y Nahuel Toledo, desde Salta
Mientras las calles salteñas brindaban un panorama desolador, la tradicional esquina de Mitre y Caseros latió con el desarrollo del partido y al son de una batucada improvisada. Una pantalla gigante cautivó la tarde de los hinchas salteños en la Plazoleta IV Siglos. Al principio eran pocos, pero en el transcurso del partido fueron llegando abuelos, niños y adolescentes generando una marea celeste y blanca.
Antes de comenzar el partido, un grupo de turistas se sacó los abrigos y el naranja estridente apareció en sus camisetas: eran holandeses. Jóvenes que expresaron su alegría, principalmente, con sus rostros sonrientes y que vinieron a compartir con los locales la emoción del deporte más popular del mundo. Ellos causaron la impresión de todos. Más de uno se acercó a sacarse fotos, a saludarlos y también a burlarse, en español, claro.
Caras pintadas de celeste y blanco, banderas, gorritos y demás artículos de cotillón dieron color al centro de la ciudad hasta el final de los penales. Se vivió de todo: intensidad, emoción, preocupación, hasta que “Maxi” Rodríguez definió la historia. La plaza explotó y de pronto aparecieron hinchas de todas las esquinas.
Además de los holandeses también había tucumanos, algunos estudiantes y otros turistas, como Miguel, de La Ciudadela: “tenía 13 años cuando invadimos la plaza Independencia en el ‘86 y ahora vine aquí porque todo esto me hace acordar a ese día”.
Miguel estaba con su hija, la miraba y se emocionaba con cada palabra: “cuando uno es chico cree que todo esto es normal, hace 24 años que no llegábamos a una final y ahora estoy en Salta festejando como si tuviese la edad de mi hija”.
Una de las holandesas también habló con LG Mundial. En un inglés improvisado e interrumpido por las bombas de estruendo, Katy dijo: “estamos tristes, pero sabemos que jugamos bien”. Reconoció que Argentina fue mejor y que estar en Salta fue muy lindo para ver el festejo y la alegría. “En Holanda es igual, pero todo más grande”, concluyó.
Cábalas y promesas
Entre el montón de hinchas que daban vueltas a la plaza apareció una réplica gigante de la copa mundial. Debajo de ella estaba Marcos Yonar, cumpliendo su promesa. “La hice con mi hermano y prometimos que si Argentina ganaba dábamos la vuelta con esta copa de 25 kilos”, dijo emocionado. Alrededor, los hinchas se sacaban fotos con la copa y Marcos pedía pista para seguir.
Todos festejaron, salteños y turistas, jóvenes albicelestes que no habían vivido la hazaña de Sergio Goycochea en Italia ‘90 y los más grandes también, los que esperaron y que ahora pudieron gritar, gritaron las atajadas de Sergio Romero.
La plazoleta fue casi un fan fest. Aunque Brasil está lejos, la copa se ve cada vez más cerca.