Por Bruno Farano
10 Julio 2014
FALTO DE RITMO. Agüero entró sobre el final del partido luego de su lesión ante Nigeria, pero se mostró impreciso. DYN
Cuando la efervescencia del triunfo baja -boleto a la final de Brasil 2014 en manos- y los latidos retoman su ritmo normal, uno recién puede analizar lo que fue una semifinal de película, no apta para cardíacos.
Fue un duelo trabado, recontra estudiado cual partida de ajedrez. Los movimientos fueron medidos, calculados; nadie quería dar un paso en falso. Había mucho en juego y cualquier error tiraba todo abajo. Y allí, volvió a verse la mano de Alejandro Sabella, igual que en el duelo contra Bélgica. Él sacó otro “as” de la manga para que su equipo llegue a la final de un Mundial después de 24 años.
Argentina recién quebró a su rival en los penales. Claro, tuvo en frente a un gran equipo y el DT sabía que no era cuestión de cambiar golpe por golpe. Ante una Holanda veloz, ese plan era casi un suicidio. Por eso armó un esquema para anular a sus piezas claves y cortarle el circuito de juego entre tres cuartos de cancha a su rival.
Sabella paró prácticamente una línea de cinco volantes, con Enzo Pérez por derecha, Ezequiel Lavezzi por izquierda y Lucas Biglia y Javier Mascherano como volantes centrales. De esta manera dejó a Lionel Messi unos metros adelante con la intención de que “Pulga” explotara su velocidad.
Pero Holanda apostó a casi el mismo libreto. La idea de Louis van Gaal fue impedir que los “pensadores” argentinos pudieran juntarse. Y así, desde el arranque, el duelo tenía olor a definición por penales. Y sí, los arqueros casi no tuvieron trabajo durante los 120’.
Leyendo estas líneas, muchos se preguntarán cómo pudo haber sido acertado el planteo del DT argentino si el equipo no hizo mucho en ataque. Pero la explicación es sencilla: no dejó jugar a un equipo que “paseó” al último campeón y que demostró que en ataque era temible. Esa fue la virtud; y si Messi hubiese estado enchufado, quizás el duelo se hubiera definido antes.
Pero lo colectivo estuvo por encima de todo, afloró la garra justo a tiempo y dejó al equipo a un paso de abrazarse a la gloria.
Fue un duelo trabado, recontra estudiado cual partida de ajedrez. Los movimientos fueron medidos, calculados; nadie quería dar un paso en falso. Había mucho en juego y cualquier error tiraba todo abajo. Y allí, volvió a verse la mano de Alejandro Sabella, igual que en el duelo contra Bélgica. Él sacó otro “as” de la manga para que su equipo llegue a la final de un Mundial después de 24 años.
Argentina recién quebró a su rival en los penales. Claro, tuvo en frente a un gran equipo y el DT sabía que no era cuestión de cambiar golpe por golpe. Ante una Holanda veloz, ese plan era casi un suicidio. Por eso armó un esquema para anular a sus piezas claves y cortarle el circuito de juego entre tres cuartos de cancha a su rival.
Sabella paró prácticamente una línea de cinco volantes, con Enzo Pérez por derecha, Ezequiel Lavezzi por izquierda y Lucas Biglia y Javier Mascherano como volantes centrales. De esta manera dejó a Lionel Messi unos metros adelante con la intención de que “Pulga” explotara su velocidad.
Pero Holanda apostó a casi el mismo libreto. La idea de Louis van Gaal fue impedir que los “pensadores” argentinos pudieran juntarse. Y así, desde el arranque, el duelo tenía olor a definición por penales. Y sí, los arqueros casi no tuvieron trabajo durante los 120’.
Leyendo estas líneas, muchos se preguntarán cómo pudo haber sido acertado el planteo del DT argentino si el equipo no hizo mucho en ataque. Pero la explicación es sencilla: no dejó jugar a un equipo que “paseó” al último campeón y que demostró que en ataque era temible. Esa fue la virtud; y si Messi hubiese estado enchufado, quizás el duelo se hubiera definido antes.
Pero lo colectivo estuvo por encima de todo, afloró la garra justo a tiempo y dejó al equipo a un paso de abrazarse a la gloria.