Por Sebastian Fest, DPA
SAN PABLO.- Uno lloró amarga y convulsamente en un vestuario de Ciudad del Cabo y el otro sufrió cuatro años recordando lo que pudo ser y no fue. Los Mundiales golpearon duro a Lionel Messi y Arjen Robben a lo largo de sus carreras, pero Brasil 2014 les ofrece hoy la ansiada revancha.
Una revancha de tintes dramáticos, porque es ahora o nunca para el holandés y una oportunidad irrepetible para el argentino. Robben, a sus 30 años, difícilmente llegue en el nivel actual a Rusia 2018 -si llega- y Messi, de 27, tiene la edad de aquellos grandes del fútbol que hicieron historia en un Mundial.
“Messi nos puede sacar campeones del mundo”, pronosticó Javier Mascherano, compañero del delantero en la selección argentina. “Robben es mejor que Ángel Di María y mucho mejor que Messi”, opinó Willem van Hanegem, volante en la Holanda subcampeona del mundo en 1974.
Será una cosa o la otra. Si Messi lleva a la Argentina a su tercer título mundial, significará que a Robben se le acabó el sueño de ganar la Copa del Mundo. En cualquiera de los dos casos, el fútbol lamentaría la injusticia hacia dos de las zurdas más talentosas que pueden verse hoy.
Ambos fracasaron ya en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. El rosarino se quedó en cuartos de final en los dos Mundiales, las dos veces ante la selección germana. La última, tras el lapidario 4-0, terminó con un llanto imparable de la estrella del Barcelona en el vestuario del estadio Green Point en Ciudad del Cabo.
Lo del holandés fue en cierto modo más duro aún, porque tuvo la gloria en los pies. En 2006 se fue en octavos de final y jugando mal, pero el 11 de julio de 2010, ya con la noche cubriendo Johannesburgo, se enredó en un mano a mano con Iker Casillas para fallar un gol que tantas otras veces había convertido.
España puso así fin a un estigma al conquistar su primer título mundial, en tanto que Holanda potenció el suyo al convertirse en la selección que más finales perdió en la historia: tres.
La ventaja que tienen Messi y Robben es que llegan mejor que nunca a un Mundial. El “10” del Barcelona no tendrá la explosividad que mostraba hace cuatro años, pero es un jugador más “sabio”, mucho más sólido de espíritu y con una experiencia que hace cuatro años no tenía. Si Argentina está en semifinales tras 24 años de espera es, en buena parte, gracias a Messi, que quiere ser como Pelé y Diego Maradona, dos hombres que alzaron la Copa del Mundo.
Lo mismo le sucede a Robben. Muchos de los que envidiaban su talento solían regodearse con la fragilidad física del extremo. “Jugador de cristal”, le decían. Hoy parece de acero, una característica que comparte con otros compañeros de equipo como Wesley Snejder, que está en la mejor forma física de su vida.
El holandés, terror de rivales y árbitros por la facilidad con la que cae en el área, minimizó en los últimos días el poder del zurdo argentino.
“Tienen un jugador enorme, es cierto, pero eso no significa que todo gire sólo en torno a Messi”, dijo el jugador del Bayern Munich a la web de la federación holandesa de fútbol.
El defensa Stefan de Vrij fue en la misma línea: “Observé a Messi contra Bélgica. Aparece en la punta, pero se permite volver siempre al mediocampo. Nuestro cuerpo técnico es muy bueno para detectar las debilidades del rival, y así será también ante Argentina”. “E insisto -añadió con énfasis el joven jugador del Feyenoord- no le tengo miedo a nadie. No, tampoco a Messi”.
¿Y Messi? El “10” no habla desde el 1-0 sobre Bélgica en cuartos, pero sabe que cuenta con unos compañeros decididos ayudarlo. Frenar al trío Robben-Sneijder-Robin van Persie es clave, y el veterano Martín Demichelis le dijo a la prensa de su país que tiene claro cómo hacerlo.
“Tenemos que ser agresivos, hacerle sentir la pasión del jugador argentino a los holandeses. Especialmente a Robben. Como no le gusta el contacto físico, hay que hacérselo sentir, hay que rasparlo”, concluyó.
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