09 Julio 2014
Ciudad mediterránea, alejada de los puertos y de los centros políticos como eran Salta, Córdoba y Buenos Aires, Tucumán creció hasta la Independencia como una sociedad mestiza, aunque no faltaron los permanentes arribos de españoles. Algunos de ellos eran hidalgos, otros militares al servicio del Rey y comerciantes que integraron los grupos de poder local. Pero la mayoría de los habitantes eran criollos, mestizos, indígenas, así como negros esclavos y libertos, que en conjunto conformaban la plebe.
A mediados del año 1810, la revolución que había iniciado en Mayo el Cabildo de Buenos Aires llegó a la ciudad acompañada de los ejércitos patriotas. La vida cotidiana cambió entonces para dar cabida a las necesidades de la guerra contra quienes no estaban a favor de la revolución, los realistas, la mayoría de los cuales también eran mestizos, criollos e indígenas, al mando de algunos militares españoles.
Hubo que destinar buena parte de lo que consumían y comerciaban los tucumanos para alimentar y vestir al Ejército Auxiliar del Perú que llegó a la ciudad, y que fue aquel que en 1812 libró la Batalla de Tucumán, alentado por las principales familias. La ciudad se convirtió en un gran cuartel, se organizaron las milicias locales y se dispuso de caballos y mulas para el transporte, vacunos para la carne, lienzos y bayetas para los uniformes, suelas para botas y monturas, arroz, galletas, carbón, velas, sal…Fueron tiempos muy difíciles para todos.
Cuando se propuso organizar el Congreso Constitucional en Tucumán en 1816, la revolución atravesaba su peor momento: se había perdido el Alto Perú, el rey de España Fernando VII volvía a su trono y amenazaba abortar la revolución, el Imperio de Brasil avanzaba sobre la Banda Oriental y los desencuentros entre los mismos revolucionarios ponían en peligro la concreción de la reunión.
El 9 de julio, a pesar de todo, los congresales reunidos en Tucumán en la histórica casa de Doña Francisca Bazán declararon la Independencia para investirse como nación libre e independiente. Sin embargo pasarían muchos años más para que la Constitución Argentina proclamada recién en 1853 dispusiera constituir la unión nacional.
Juntos en el pasado y en el presente, y diversos por la multiplicidad de orígenes y creencias que nos caracteriza como a toda sociedad humana, los argentinos debiéramos tener presente aquellas metas propuestas casi doscientos años atrás: conmemorar la independencia para fortalecer la paz interior, afianzar la justicia y promover el bienestar general para nosotros y los que vendrán en el futuro.
A mediados del año 1810, la revolución que había iniciado en Mayo el Cabildo de Buenos Aires llegó a la ciudad acompañada de los ejércitos patriotas. La vida cotidiana cambió entonces para dar cabida a las necesidades de la guerra contra quienes no estaban a favor de la revolución, los realistas, la mayoría de los cuales también eran mestizos, criollos e indígenas, al mando de algunos militares españoles.
Hubo que destinar buena parte de lo que consumían y comerciaban los tucumanos para alimentar y vestir al Ejército Auxiliar del Perú que llegó a la ciudad, y que fue aquel que en 1812 libró la Batalla de Tucumán, alentado por las principales familias. La ciudad se convirtió en un gran cuartel, se organizaron las milicias locales y se dispuso de caballos y mulas para el transporte, vacunos para la carne, lienzos y bayetas para los uniformes, suelas para botas y monturas, arroz, galletas, carbón, velas, sal…Fueron tiempos muy difíciles para todos.
Cuando se propuso organizar el Congreso Constitucional en Tucumán en 1816, la revolución atravesaba su peor momento: se había perdido el Alto Perú, el rey de España Fernando VII volvía a su trono y amenazaba abortar la revolución, el Imperio de Brasil avanzaba sobre la Banda Oriental y los desencuentros entre los mismos revolucionarios ponían en peligro la concreción de la reunión.
El 9 de julio, a pesar de todo, los congresales reunidos en Tucumán en la histórica casa de Doña Francisca Bazán declararon la Independencia para investirse como nación libre e independiente. Sin embargo pasarían muchos años más para que la Constitución Argentina proclamada recién en 1853 dispusiera constituir la unión nacional.
Juntos en el pasado y en el presente, y diversos por la multiplicidad de orígenes y creencias que nos caracteriza como a toda sociedad humana, los argentinos debiéramos tener presente aquellas metas propuestas casi doscientos años atrás: conmemorar la independencia para fortalecer la paz interior, afianzar la justicia y promover el bienestar general para nosotros y los que vendrán en el futuro.
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