08 Julio 2014
TRISTEZA REAL. Florentino Pérez, presidente de Real Madrid, junto a la gigantografía que se encuentra en el museo del estadio Bernabéu. “Alfredo cambió la historia de este club y del fútbol”, aseguró.
Alfredo Di Stéfano fue la primera gran estrella global del fútbol. Sin la ayuda de las cámaras, trascendió las fronteras de Argentina, en la que nació, y de España, en la que triunfó. Sus contemporáneos lo tienen claro: no hubo nunca nadie más grande que él. Sin embargo, 47 años después de su retiro, su recuerdo como jugador apenas se resume en unas deslucidas imágenes en blanco y negro. A partir de los años 70, la televisión lanzó al fútbol como un espectáculo comercial y convirtió a Pelé y Diego Maradona, con sus goles en color, en ídolos de masas.
“La gente discute si fue mejor Pelé o Maradona pero para mí Di Stéfano era mejor que Maradona y yo. Era el mejor, mucho más completo. Maradona no hacía goles de cabeza. El único gol de cabeza importante que marcó fue con la mano”, dijo Pelé.
“Di Stéfano fue el primer jugador cinematográfico. Hasta ese momento, el fútbol era fotográfico: cada jugador jugaba en un puesto. De repente llegó Alfredo y se sintió con el derecho de regar con sudor los 100 metros por 70 del campo de juego, y eso lo convirtió en un revolucionario”, dijo el ex futbolista Jorge Valdano.
Nació el 4 de julio de 1926. Su primer club fue River, y su primer rival Huracán, en 1945. Al “globo” iría luego, y tras un regreso fugaz a River, continuaría su carrera en el Millonarios. Un amistoso entre el club colombiano y el Real Madrid deleitó a los dirigentes del club blanco, que libraron una descarnada lucha con Barcelona por su fichaje.
Cuando pisó Madrid, en 1953, el equipo llevaba 21 temporadas sin ganar una liga. Fue llegar, ver y vencer: con Di Stéfano, los “merengues” ganaron ocho ligas entre 1953 y 1964 y, más impresionante aún, cinco Copas de Europa consecutivas entre 1956 y 1960.
Posiblemente, su punto débil radicó en los Mundiales. Con la selección argentina jugó seis partidos y convirtió seis goles. Con la española, 28 en 31 encuentros. Pero ninguno de esos partidos fue en Mundiales. Cuando pudo brillar, en Chile 62, integró el equipo español, pero no jugó. “¡Claro que estuve en un Mundial! En Chile. Yo fui uno de los 22, no pude jugar por una lesión de columna, pero entrenaba con los compañeros. Si no hago yo el gol en Gales, España no se clasifica”, rebatió enojado la objeción.
Se fue de Real Madrid con 38 años, 18 títulos, 510 partidos y 418 goles. Su último club fue Espanyol, de Barcelona, donde estuvo apenas dos temporadas y donde se retiró, el 3 de abril de 1966.
“Meter goles es como hacer el amor: todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo”, fue una de sus frases más recordadas. Pese a haber vivido más de la mitad de su vida en España, jamás se le quitó el acento argentino y hasta aún de anciano recurría a términos del lunfardo.
Siempre intentó defender la esencia del fútbol ante la imposición inevitable del show business. “El fútbol de verdad se acabó cuando entró el primer secador de pelo a un vestuario”, criticó hace algunos años.
Ya en esos últimos años de vida, “La Saeta Rubia” casi no se mostró en público. En su cargo de presidente de honor de Real Madrid apenas acompañó las presentaciones oficiales de los mejores jugadores blancos de la última década y casi no tuvo presencia en los medios.
Su vida comenzó a esfumarse con un paro cardíaco en la calle Juan Ramón Jiménez, a unos 500 metros del estadio Santiago Bernabéu. La misma casa blanca que vio nacer a la primera leyenda del fútbol estaba cerca para darle su despedida.
“La gente discute si fue mejor Pelé o Maradona pero para mí Di Stéfano era mejor que Maradona y yo. Era el mejor, mucho más completo. Maradona no hacía goles de cabeza. El único gol de cabeza importante que marcó fue con la mano”, dijo Pelé.
“Di Stéfano fue el primer jugador cinematográfico. Hasta ese momento, el fútbol era fotográfico: cada jugador jugaba en un puesto. De repente llegó Alfredo y se sintió con el derecho de regar con sudor los 100 metros por 70 del campo de juego, y eso lo convirtió en un revolucionario”, dijo el ex futbolista Jorge Valdano.
Nació el 4 de julio de 1926. Su primer club fue River, y su primer rival Huracán, en 1945. Al “globo” iría luego, y tras un regreso fugaz a River, continuaría su carrera en el Millonarios. Un amistoso entre el club colombiano y el Real Madrid deleitó a los dirigentes del club blanco, que libraron una descarnada lucha con Barcelona por su fichaje.
Cuando pisó Madrid, en 1953, el equipo llevaba 21 temporadas sin ganar una liga. Fue llegar, ver y vencer: con Di Stéfano, los “merengues” ganaron ocho ligas entre 1953 y 1964 y, más impresionante aún, cinco Copas de Europa consecutivas entre 1956 y 1960.
Posiblemente, su punto débil radicó en los Mundiales. Con la selección argentina jugó seis partidos y convirtió seis goles. Con la española, 28 en 31 encuentros. Pero ninguno de esos partidos fue en Mundiales. Cuando pudo brillar, en Chile 62, integró el equipo español, pero no jugó. “¡Claro que estuve en un Mundial! En Chile. Yo fui uno de los 22, no pude jugar por una lesión de columna, pero entrenaba con los compañeros. Si no hago yo el gol en Gales, España no se clasifica”, rebatió enojado la objeción.
Se fue de Real Madrid con 38 años, 18 títulos, 510 partidos y 418 goles. Su último club fue Espanyol, de Barcelona, donde estuvo apenas dos temporadas y donde se retiró, el 3 de abril de 1966.
“Meter goles es como hacer el amor: todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo”, fue una de sus frases más recordadas. Pese a haber vivido más de la mitad de su vida en España, jamás se le quitó el acento argentino y hasta aún de anciano recurría a términos del lunfardo.
Siempre intentó defender la esencia del fútbol ante la imposición inevitable del show business. “El fútbol de verdad se acabó cuando entró el primer secador de pelo a un vestuario”, criticó hace algunos años.
Ya en esos últimos años de vida, “La Saeta Rubia” casi no se mostró en público. En su cargo de presidente de honor de Real Madrid apenas acompañó las presentaciones oficiales de los mejores jugadores blancos de la última década y casi no tuvo presencia en los medios.
Su vida comenzó a esfumarse con un paro cardíaco en la calle Juan Ramón Jiménez, a unos 500 metros del estadio Santiago Bernabéu. La misma casa blanca que vio nacer a la primera leyenda del fútbol estaba cerca para darle su despedida.
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