Por Guillermo Monti
08 Julio 2014
MANO A MANO. “Carlitos” Tevez defiende la bocha de espaldas ante la marca holandesa en el 0 a 0 del Mundial 2006.
Lo extraordinario del fútbol es que las historias nunca se terminan. Siguen y siguen escribiéndose, ojalá que hasta el infinito. En eso están Argentina y Holanda, redactando capítulos mundialistas y preparándose para la quinta parte. De la década del 70 a esta parte el duelo fue convirtiéndose en un clásico moderno, que incluyó nada menos que una final de la Copa. Pero hay más, mucho más. Recorramos las páginas.
Capítulo 1, Alemania 1974: Para muchos, contra Argentina la “naranja mecánica” alcanzó la cima de la perfección. Hay un gol de Johan Cruyff que es un poema por la forma en la que maneja la pelota, deja en el camino a Carnevali y toca a la red con el arco vacío. Una exquisitez en el marco de un 4 a 0 inapelable. “Nos pasaban como aviones”, confesaron, resignados, los jugadores argentinos. Antes del Mundial ambas selecciones se habían encontrado en un amistoso y el resultado había sido similar. No hubo manera de que el antecedente sirviera para tomar precauciones. Aquella Holanda era excelsa, y Argentina, un canto a la desorganización. No faltaban los buenos jugadores (Perfumo, Yazalde, Ayala, Houseman o Kempes) pero sí una idea de juego. Los armónicos y veloces movimientos de Cruyff, Van Hanegem, Rensenbrink, Rep, Neeskens y compañía dejaron a la Selección patas para arriba. La goleada debió haber sido más amplia, acorde con el baile histórico. Pero hubo revancha, y de las grandes.
Capítulo 2, Argentina 1978: Para los trasnochados que afirman que el Mundial estuvo comprado está el tiro de Rensenbrink en el palo. Fue en el último minuto de los 90’, con el partido 1 a 1. Después del rebote la pelota le queda a Gallego y la tira a cualquier parte. Fueron al alargue y durante esa media hora la Selección arrolló a los holandeses. Más que una metáfora, el gol de Kempes llevándose puesto a todo el mundo es una declaración de principios futboleros. Después Bertoni selló el 3 a 1 y Argentina alzó la Copa. Antes quedó el registro de un partido durísimo, con un par de atajadas extraordinarias de Fillol.
Holanda llegó a la Argentina sin sus mejores jugadores (Cruyff y Van Hanegem), lo que no le quitó poderío ni ambición. El santiagueño Galván jugó el mejor partido de su vida aquella tarde en el Monumental, y Kempes se forjó la estatua él solo, manipulando el bronce sin quemarse. La foto de Daniel Passarella en plena vuelta olímpica fue la tapa del álbum albiceleste hasta que Maradona lo empardó ocho años después.
Capítulo 3, Francia 1998: La pelota viene volando desde el campo holandés. Todos miran cómo cae en el área argentina. Un pelotazo más, con el partido de cuartos de final a punto de terminar 1 a 1 y el suplementario aguardando en la esquina. Pero en la cancha está Dennis Bergkamp, el único capaz de bajar la pelota con fascinante naturalidad, enganchar dejando a Roberto Ayala en ridículo y clavarla en el arco, lejos de Roa. Un golazo, tremendo, de esos que se gritan más allá de las camisetas… A menos que se lo hagan a la Selección. Fue 2 a 1 y a otra cosa.
Empezaron ganando los “naranjas” gracias a Kluivert y empató el “Piojo” López con una de esas definiciones enmarañadas que sólo le salían a él. En el segundo tiempo Batistuta reventó un palo y después Ortega simuló un penal y le dio un cabezazo al arquero Van der Sar. Una invitación a que lo expulsaran. Con 10, Argentina intentaba rearmarse hasta que Bergkamp armó ese estropicio genial y mandó al equipo que ya dirigía el mismo Passarella del 78’ a casa.
Capítulo 4, Alemania 2006: Fue un partido raro, un 0 a 0 firmado en el vestuario porque les convenía a los dos y nadie quería echar el resto durante la primera fase. En la cancha estuvieron Mascherano, Messi, “Maxi” Rodríguez, Sneijder, Kuyt y Van Persie, todos candidatos a verse las caras mañana. La Selección de José Pekerman había sellado la clasificación a octavos ganándole a Costa de Marfil y a Serbia (6-0, una de las mejores producciones albicelestes en la historia de los Mundiales), pero no se permitió confiarse y tomó todos las previsiones imaginables para asegurar el primer puesto en la zona.
Entonces la conexión Riquelme-Messi-Tevez funcionó a media máquina. La conclusión fue un duelo aburrido, impropio de la calidad de los jugadores, esa clase de accidentes que siempre aparecen en los historiales. La defensa se metió en el bolsillo a Van Nistelrroy, mientras que Riquelme estuvo a punto de marcar un gol olímpico. Y salvó Van der Sar con las uñas. Y nada más.
Capítulo 5, Brasil 2014: El partido es un poema conjetural, una idea que se corporizará mañana en Itaquera. De Holanda se sabe que cuenta con un trío formidable (Robben-Sneijder-Van Persie), y de Argentina, que Messi es Messi activado en función Copa del Mundo. La defensa albiceleste, ese karma de 40 millones de técnicos, dio señales de solidez contra los belgas. La posibilidad del alargue está latente, y con los penales surge la figura del gigante Tim Krul, más alto que el arco.
Argentina ya arrastra el antecedente antipático del papelito de Lehmann. Atención con esto. La vida es sueño y el fútbol mucho más, así que la invitación a imaginar un 9 de julio inolvidable está ahí, al alcance de todos.
Nota al pie: fuera de los Mundiales, Argentina y Holanda jugaron cuatro veces. El primer amistoso fue el apuntado 4-1 previo a la Copa de 1974, en Amsterdam. Un año después de la final del ‘78 se programó una revancha en la neutral Suiza y terminaron 0 a 0, igual que pleno mundial de 2006. Pero por entonces el empate llevó a la definición por penales, donde Fillol atajó tres disparos y la Selección se impuso por 8-7. Hubo otros dos duelos: en 1999 (1 a 1 en Amsterdam, gol de Batistuta) y en 2003 (0-1, tanto de Van Bronckhorst). Habrá más, mucho más, felizmente.
Capítulo 1, Alemania 1974: Para muchos, contra Argentina la “naranja mecánica” alcanzó la cima de la perfección. Hay un gol de Johan Cruyff que es un poema por la forma en la que maneja la pelota, deja en el camino a Carnevali y toca a la red con el arco vacío. Una exquisitez en el marco de un 4 a 0 inapelable. “Nos pasaban como aviones”, confesaron, resignados, los jugadores argentinos. Antes del Mundial ambas selecciones se habían encontrado en un amistoso y el resultado había sido similar. No hubo manera de que el antecedente sirviera para tomar precauciones. Aquella Holanda era excelsa, y Argentina, un canto a la desorganización. No faltaban los buenos jugadores (Perfumo, Yazalde, Ayala, Houseman o Kempes) pero sí una idea de juego. Los armónicos y veloces movimientos de Cruyff, Van Hanegem, Rensenbrink, Rep, Neeskens y compañía dejaron a la Selección patas para arriba. La goleada debió haber sido más amplia, acorde con el baile histórico. Pero hubo revancha, y de las grandes.
Capítulo 2, Argentina 1978: Para los trasnochados que afirman que el Mundial estuvo comprado está el tiro de Rensenbrink en el palo. Fue en el último minuto de los 90’, con el partido 1 a 1. Después del rebote la pelota le queda a Gallego y la tira a cualquier parte. Fueron al alargue y durante esa media hora la Selección arrolló a los holandeses. Más que una metáfora, el gol de Kempes llevándose puesto a todo el mundo es una declaración de principios futboleros. Después Bertoni selló el 3 a 1 y Argentina alzó la Copa. Antes quedó el registro de un partido durísimo, con un par de atajadas extraordinarias de Fillol.
Holanda llegó a la Argentina sin sus mejores jugadores (Cruyff y Van Hanegem), lo que no le quitó poderío ni ambición. El santiagueño Galván jugó el mejor partido de su vida aquella tarde en el Monumental, y Kempes se forjó la estatua él solo, manipulando el bronce sin quemarse. La foto de Daniel Passarella en plena vuelta olímpica fue la tapa del álbum albiceleste hasta que Maradona lo empardó ocho años después.
Capítulo 3, Francia 1998: La pelota viene volando desde el campo holandés. Todos miran cómo cae en el área argentina. Un pelotazo más, con el partido de cuartos de final a punto de terminar 1 a 1 y el suplementario aguardando en la esquina. Pero en la cancha está Dennis Bergkamp, el único capaz de bajar la pelota con fascinante naturalidad, enganchar dejando a Roberto Ayala en ridículo y clavarla en el arco, lejos de Roa. Un golazo, tremendo, de esos que se gritan más allá de las camisetas… A menos que se lo hagan a la Selección. Fue 2 a 1 y a otra cosa.
Empezaron ganando los “naranjas” gracias a Kluivert y empató el “Piojo” López con una de esas definiciones enmarañadas que sólo le salían a él. En el segundo tiempo Batistuta reventó un palo y después Ortega simuló un penal y le dio un cabezazo al arquero Van der Sar. Una invitación a que lo expulsaran. Con 10, Argentina intentaba rearmarse hasta que Bergkamp armó ese estropicio genial y mandó al equipo que ya dirigía el mismo Passarella del 78’ a casa.
Capítulo 4, Alemania 2006: Fue un partido raro, un 0 a 0 firmado en el vestuario porque les convenía a los dos y nadie quería echar el resto durante la primera fase. En la cancha estuvieron Mascherano, Messi, “Maxi” Rodríguez, Sneijder, Kuyt y Van Persie, todos candidatos a verse las caras mañana. La Selección de José Pekerman había sellado la clasificación a octavos ganándole a Costa de Marfil y a Serbia (6-0, una de las mejores producciones albicelestes en la historia de los Mundiales), pero no se permitió confiarse y tomó todos las previsiones imaginables para asegurar el primer puesto en la zona.
Entonces la conexión Riquelme-Messi-Tevez funcionó a media máquina. La conclusión fue un duelo aburrido, impropio de la calidad de los jugadores, esa clase de accidentes que siempre aparecen en los historiales. La defensa se metió en el bolsillo a Van Nistelrroy, mientras que Riquelme estuvo a punto de marcar un gol olímpico. Y salvó Van der Sar con las uñas. Y nada más.
Capítulo 5, Brasil 2014: El partido es un poema conjetural, una idea que se corporizará mañana en Itaquera. De Holanda se sabe que cuenta con un trío formidable (Robben-Sneijder-Van Persie), y de Argentina, que Messi es Messi activado en función Copa del Mundo. La defensa albiceleste, ese karma de 40 millones de técnicos, dio señales de solidez contra los belgas. La posibilidad del alargue está latente, y con los penales surge la figura del gigante Tim Krul, más alto que el arco.
Argentina ya arrastra el antecedente antipático del papelito de Lehmann. Atención con esto. La vida es sueño y el fútbol mucho más, así que la invitación a imaginar un 9 de julio inolvidable está ahí, al alcance de todos.
Nota al pie: fuera de los Mundiales, Argentina y Holanda jugaron cuatro veces. El primer amistoso fue el apuntado 4-1 previo a la Copa de 1974, en Amsterdam. Un año después de la final del ‘78 se programó una revancha en la neutral Suiza y terminaron 0 a 0, igual que pleno mundial de 2006. Pero por entonces el empate llevó a la definición por penales, donde Fillol atajó tres disparos y la Selección se impuso por 8-7. Hubo otros dos duelos: en 1999 (1 a 1 en Amsterdam, gol de Batistuta) y en 2003 (0-1, tanto de Van Bronckhorst). Habrá más, mucho más, felizmente.
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