08 Julio 2014
El acceso a ella es uno de los derechos principales del ser humano. La salud es indispensable para vivir. Hace más de 30 años, la Organización Mundial de la Salud comenzó a hablar de una asistencia sanitaria esencial, accesible a todos los individuos y familias de la comunidad a través de medios aceptables para ellos, con su plena participación y a un costo asequible para la comunidad y el país. La denominó atención primaria de salud a la que definió como el núcleo del sistema de salud de un país.
“El problema radica en que los sistemas de salud y los programas de desarrollo de la salud se han convertido en un mosaico de componentes dispares. Ello se evidencia en la excesiva especialización de los países ricos y en los programas impulsados por donantes y centrados en una sola enfermedad de los países pobres. Una gran proporción de los recursos se destina a los servicios curativos, pasando por alto las actividades de prevención y promoción de la salud, que podrían reducir en un 70% la carga de morbilidad a nivel mundial”, señala la OMS.
Tucumán cuenta con los CAPS (centro de atención primaria de la salud), que dependen del Sistema Provincial de Salud. Desde hace años, se les ha dado un mayor impulso con la idea de descentralizar la actividad de los hospitales y de que el vecino pueda acceder a la salud en su propio barrio o en las cercanías de este, sin necesidad de acudir a un nosocomio, cuando se trata de una afección menor.
“Tucumán necesita una redistribución de los médicos en el territorio provincial, especialmente en el interior. En algunas zonas rurales faltan profesionales y no hay pediatras. En la capital faltan pediatras de terapia intensiva y neonatólogos”, dijo hace pocos días el titular del Colegio Médico de Tucumán.
En julio de 2012, el entonces decano de la Facultad de Medicina de la UNT había señalado que faltaban médicos generalistas, neonatólogos, anestesistas, emergentólogos y personal de enfermería, entre otras especialidades. “Uno de los desafíos que tenemos las universidades públicas es formar los mejores médicos, y que le sirvan a la gente”, afirmó.
En algunas poblaciones del interior, los vecinos suelen quejarse por la ausencia de guardias médicas permanentes en los CAPS o porque no se brindan servicios en otras especialidades. En ocasiones, los pacientes deben esperar mucho tiempo hasta que los médicos o enfermeras se desocupen.
Así como se suele hablar de una distribución justa de las riquezas, otro tanto debería suceder con la salud. Un relevamiento en todos los sectores de la ciudad, así como en las localidades del interior, permitiría confeccionar un mapa sobre las diferentes necesidades vecinales, teniendo en cuenta que algunos requieren más especialidades que otras o diferentes.
Se podría hacer un estudio en profundidad de las principales enfermedades en las zonas arrinconadas por la pobreza o la miseria. Ello permitiría llevar adelante programas de educación para la salud in situ, es decir yendo adonde está la gente, como lo hacen los voluntarios del proyecto “Salud dermatológica al alcance de todos”, a cargo de la UNT. Estas acciones comunitarias podrían ser vehículo también para llevar educación y cultura a estas comunidades marginales. Se lograría así una verdadera inclusión social. A mayor educación, mejor salud.
“El problema radica en que los sistemas de salud y los programas de desarrollo de la salud se han convertido en un mosaico de componentes dispares. Ello se evidencia en la excesiva especialización de los países ricos y en los programas impulsados por donantes y centrados en una sola enfermedad de los países pobres. Una gran proporción de los recursos se destina a los servicios curativos, pasando por alto las actividades de prevención y promoción de la salud, que podrían reducir en un 70% la carga de morbilidad a nivel mundial”, señala la OMS.
Tucumán cuenta con los CAPS (centro de atención primaria de la salud), que dependen del Sistema Provincial de Salud. Desde hace años, se les ha dado un mayor impulso con la idea de descentralizar la actividad de los hospitales y de que el vecino pueda acceder a la salud en su propio barrio o en las cercanías de este, sin necesidad de acudir a un nosocomio, cuando se trata de una afección menor.
“Tucumán necesita una redistribución de los médicos en el territorio provincial, especialmente en el interior. En algunas zonas rurales faltan profesionales y no hay pediatras. En la capital faltan pediatras de terapia intensiva y neonatólogos”, dijo hace pocos días el titular del Colegio Médico de Tucumán.
En julio de 2012, el entonces decano de la Facultad de Medicina de la UNT había señalado que faltaban médicos generalistas, neonatólogos, anestesistas, emergentólogos y personal de enfermería, entre otras especialidades. “Uno de los desafíos que tenemos las universidades públicas es formar los mejores médicos, y que le sirvan a la gente”, afirmó.
En algunas poblaciones del interior, los vecinos suelen quejarse por la ausencia de guardias médicas permanentes en los CAPS o porque no se brindan servicios en otras especialidades. En ocasiones, los pacientes deben esperar mucho tiempo hasta que los médicos o enfermeras se desocupen.
Así como se suele hablar de una distribución justa de las riquezas, otro tanto debería suceder con la salud. Un relevamiento en todos los sectores de la ciudad, así como en las localidades del interior, permitiría confeccionar un mapa sobre las diferentes necesidades vecinales, teniendo en cuenta que algunos requieren más especialidades que otras o diferentes.
Se podría hacer un estudio en profundidad de las principales enfermedades en las zonas arrinconadas por la pobreza o la miseria. Ello permitiría llevar adelante programas de educación para la salud in situ, es decir yendo adonde está la gente, como lo hacen los voluntarios del proyecto “Salud dermatológica al alcance de todos”, a cargo de la UNT. Estas acciones comunitarias podrían ser vehículo también para llevar educación y cultura a estas comunidades marginales. Se lograría así una verdadera inclusión social. A mayor educación, mejor salud.
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