Por Rodolfo Chileanschi, DPA
BELO HORIZONTE.- La hinchada argentina viene cantando insistentemente que su selección ganará el Mundial de Brasil 2014 “como en el 86”. Ese logro fue con Diego Maradona liderando el equipo, lo de hoy es con Lionel Messi al frente, y los paralelismos son tantos como las diferencias.
Jorge Valdano, además de ser el autor de uno de los goles de la final de México 1986 que le permitió a Argentina levantar su segunda Copa del Mundo, es un permanente cultivador de frases llamativas, la última de ellas el miércoles en Río de Janeiro: “Messi es otra forma de ser Maradona”.
El paralelismo no es caprichoso, porque existe una semejanza evidente: la presencia de un genio en el equipo. Pero si se mira en profundidad es posible encontrar más diferencias que parecidos entre un conjunto y otro.
Jorge Burruchaga, cuyo gol en el partido decisivo ante Alemania significó el 3-2 definitivo, recordó hace unos días en una entrevista que a aquel equipo “lo mataban desde todos lados” antes del Mundial. De hecho, un mes y medio antes del torneo hubo incluso una tentativa de remover al seleccionador Carlos Bilardo de su puesto.
En cambio, la actual selección partió de Buenos Aires con el cartel de candidato colgado del cuello. Y el argumento casi exclusivo para merecerla es que bajo la camiseta número 10 está Messi.
Otro aire
Es cierto que antes del comienzo del torneo la idea de contar con “los cuatro fantásticos”, como en Argentina denominan a la delantera integrada por Messi, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín y Ángel Di María, presagiaba una contundencia ofensiva que avalaba la ilusión más allá de las sospechas sobre la firmeza de un arquero y una defensa muy cuestionados.
Pero después, a la hora de la verdad, la lesión del “Kun” y la baja forma de Higuaín rebajaron en gran medida las presunciones. “Pensábamos que de mitad para adelante teníamos más y nos está costando”, destacó Burruchaga.
La primera conclusión es que el Maradona de 1986 estaba mucho mejor rodeado que el Messi de 2014. Por la categoría de compañeros como los citados Valdano y Burruchaga, pero también por otros de reconocido prestigio en sus puestos, como Oscar Ruggeri, Sergio Batista o Ricardo Giusti.
La Argentina de hoy tiene serios problemas en su mediocampo, la de entonces, todo lo contrario.
Y un agregado fundamental: aquellos jugadores poseían una personalidad fuerte, eran líderes naturales en sus respectivos equipos y con voz autorizada dentro y fuera de la cancha. Hoy, tal cualidad apenas le cabe a Javier Mascherano.
En ese sentido, la distancia entre las dos estrellas también es apreciable. “Diego transmitía confianza al compañero, teníamos el mejor espejo de todos, no íbamos a jugar como él pero sí a poner su temperamento”, rememora Héctor Enrique, el del famoso ‘pase’ del que posiblemente sea el mejor gol de la historia, el segundo de Maradona a Inglaterra.
Ese ascendiente sobre los demás se demuestra en gestos y palabras que se veían en Maradona y no se aprecian en Messi, por más que el propio Carlos Salvador Bilardo afirme que el rosarino “sabe lo que representa y tiene asumida” la presión de liderar al equipo en su camino al título.
Coincidencias y algo más
En el apartado futbolístico tal vez la poca seguridad de los arqueros -Nery Pumpido y Sergio Romero- sea el mayor punto de coincidencia. Pero en el resto de ítems mandan las diferencias.
Obligado por las circunstancias, Sabella ha tenido que armar su esquema de juego “de adelante hacia atrás”, es decir, renunciar al equilibrio para hacerles hueco a “los cuatro fantásticos” reclamados por propios y extraños.
En el debut ante Bosnia intentó dar un inesperado golpe de timón y cambiar a un 5-3-2 más conservador, pero su idea apenas duró 45 minutos. Desde entonces sólo hubo cambios en los nombres, pero nunca en el dibujo.
El equipo del 86, en cambio, se conformó en sentido inverso. Arrancó jugando un 4-3-1-2 clásico, con Maradona de nexo entre el mediocampo y los delanteros, mutó en el segundo partido a un 3-4-1-2 y se consolidó definitivamente a partir de cuartos de final en el partido ante Inglaterra. Ese día, Héctor Enrique estrenó titularidad y el dibujo táctico se transformó en un 3-5-1-1 que galvanizó la defensa.
Pero sobre todo, la pérdida de un atacante dio como resultado la paradoja de un equipo más “picante”, ya que la llegada al área rival de Burruchaga, Enrique e incluso Julio Olarticoechea, el lateral-volante izquierdo, sorprendía a los contrarios.
Y además liberó a Maradona, que había hecho una discreta primera fase pero explotó a partir de octavos de final hasta tornarse imparable.
Lo cierto es que el equipo de 1986 acabó siendo un bloque compacto que superó sin atenuantes a ingleses, belgas y alemanes hasta la consagración.
“Ojalá que lo parecido sea que levante la Copa”, se esperanza Enrique. Para que ello ocurra, y salvo que Sabella encuentre la llave del funcionamiento colectivo por ahora perdida, la Argentina 2014 dependerá más que nunca de lo que haga su genio actual, Lionel Messi. Más aún de lo que Argentina dependió de Maradona en 1986.