Saint Exupéry: El piloto que aún conmueve con su inolvidable Principito

Saint Exupéry: El piloto que aún conmueve con su inolvidable Principito

Hoy se cumplen 114 años del nacimiento del piloto y escritor francés, cuya desaparición en la costa de Marsella sigue siendo un insondable misterio.

Tal vez no exista un enigma literario más grande que el que esconde “El principito”. Aquella conmovedora historia del niño rubio que se pierde en el desierto, escrita por Antoine de Saint Exupéry, es uno de los libros franceses más traducidos de la historia de la Literatura. Y también uno de los más misteriosos. Hoy, al cumplirse 114 años del nacimiento del escritor y aviador francés, ese misterio se expande hasta rozar lo inexplicable.

Nacido el 29 de junio de 1900 en el seno de una familia noble de Lyon, Saint Exupéry fue un alumno rebelde. Cuando tenía 19 años desaprobó su examen de ingreso a la Escuela Naval porque se negó a escribir una composición sobre “Tribulaciones de un alsaciano que vuelve a su aldea natal después de la guerra”. Claro, él no era alsaciano y, tras su queja, fue expulsado sin contemplación. Ese incidente, que hubiera podido anular para aquel joven toda posibilidad de convertirse en un escritor, lo pinta como un hombre de carácter cuya obra es casi exclusivamente autobiográfica. Sí, porque todos los textos de Saint Exupéry están planteados como un conjunto de testimonios personales que vuelven a los mismos temas -el vuelo, el desierto, el mundo de la infancia- aunque siempre con el claro objetivo de fomentar la meditación moral. Sólo “El Principito”, la obra que escribió por encargo dos años antes de morir, ha generado una lectura distinta.

Para muchos, este libro provoca una emoción profunda. Lo cierto es que, además de lágrimas y sonrisas, esta pequeña novela apabulla por sus lecciones morales. De hecho, muchas frases célebres salieron de sus páginas: “no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” o “lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo”.

Su carrera
En 1926 Saint Exupéry empezó a trabajar como piloto comercial para la empresa Aeropostale y volaba regularmente a Toulouse, Dakar, Rabat y Casablanca. Ese mismo año escribió su primer relato “El aviador”, publicado en la revista “Navire D’Argent”. En 1928 fue director del campo de aviación de Cabo Cuby en Río de Oro (Sáhara), donde aprendió a destejer los secretos del desierto. Un desierto que aparecerá en varias de sus obras, sobre todo, en “El Principito”. En 1929 recogió varias de sus experiencias en su primera novela “Correo del Sur”, ambientada en el mundo de los pilotos postales. A lo largo de ese año se trasladó a Buenos Aires, donde fue nombrado director de Aeroposta Argentina (filial de Aéropostale). Aquí, según confesó en su diario personal, fue feliz y conoció la magia de la Patagonia. Incluso, hasta descubrió el amor. En 1931 se casó con la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncín (a quien conoció en Buenos Aires) y también publicó “Vuelo nocturno”, que tuvo un gran éxito de crítica y público.

Poco tiempo después, los malos resultados de la compañía aeropostal provocaron que fuera despedido, y a lo largo de la década del 30 trabajó como piloto entre Casablanca y Dakar; fue piloto de pruebas en Latécoère, formó parte del servicio de propaganda de Air France, fue reportero en Moscú para el Paris Soir, y cubrió la Guerra Civil Española para el diario Intransigeant.

Sin embargo, el cielo pudo más que las letras. Y, en 1939, con la guerra en plena gestación, se sumó a las filas de una escuadrilla de reconocimiento aéreo junto a otros pilotos franceses. Tras el armisticio forzado por la invasión alemana, viajó a Nueva York para intentar que los americanos entren en la guerra, convirtiéndose así en una de las voces más influyentes de la resistencia.

Pero lo que el autor ignoraba era que semejante honor le traería también el escarnio. Durante la IIa Guerra Mundial, Francia estaba dividida en dos facciones: el gobierno de Vichy, controlado por Alemania, y el de la llamada Francia Libre, con sede en Londres. Saint-Exupéry luchaba como oficial de las fuerzas aéreas de la Francia Libre, pero desconfiaba de su líder autoritario, el general Charles de Gaulle.

En 1943, de Gaulle se desquitó, lanzando públicamente la sospecha de que el escritor apoyaba a los alemanes. De inmediato, Saint-Exupéry fue suspendido y dejó de volar. Eso lo devastó. Se dice que fue entonces cuando comenzó a entregarse a la bebida. Le llevó ocho meses lograr que se le levantara la prohibición. Para entonces, la guerra estaba llegando a su punto culminante en Europa. Y, todavía sin poder deshacerse de la falsa acusación de traición, el escritor empezó a hacer insinuaciones sobre un posible suicidio. Casi siempre cuando bebía.

En julio de 1944, mientras se encontraba en Córcega alojado en un hermoso y antiguo pueblo marinero, sobrevino el misterio. El penúltimo día de ese mes, el escritor fue a la playa y, de acuerdo al relato de una joven del lugar que lo encontró caminando por la arena, el escritor le dijo: “ven a darte un baño conmigo. Nunca se sabe que puede pasar, tal vez no esté aquí mañana”. Al día siguiente, despegó en su avión y nunca más se lo volvió a ver.

Luego de la guerra, el hombre que describió a los políticos franceses como “una canasta de cangrejos”, fue proclamado irónicamente como el símbolo de la unidad francesa.

Es poco probable que alguna vez se sepa exactamente cómo murió Saint-Exupéry, más allá de que su avión explotó al estrellarse en el mar. Pero en 2000, un buzo llamado Luc Vanrell encontró los restos de un P-38 Lightning esparcidos frente a las costas de Marsella. Tras ser recuperados en 2003, investigadores corroboraron que se trataba del avión del escritor, aunque no hallaron huellas de disparos en su fuselaje, ni tampoco restos del escritor. Las especulaciones sobre un suicidio programado, se incrementaron. Hasta que, en 2008, el ex piloto Horst Rippert, de 85 años, sorpresivamente declaró a la prensa que fue él mismo quien derribó el avión de Saint Exupéry, aunque no sabía que se trataba del escritor. Los descendientes del autor, en cambio, jamás aceptaron esta versión.

De todas formas, Vanrell sostiene que la posibilidad de que el autor se haya quitado la vida, no debería hacernos pensar menos en él. “Creo que sufría de depresión y de asedio político. Si planeó acabar con todo, estrellándose en el mar, pienso que fue un final noble”, admitió en una entrevista. Un final que, aún hoy, sigue siendo un misterio insondable.

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