Por Guillermo Monti
26 Junio 2014
“Pelé es un hipócrita”, despotrica Fernando a bordo de su taxi rojo, mientras el tránsito de Porto Alegre es un caos que a él no parece afectarle los nervios. “Por eso me gusta Maradona, que tendrá sus cosas, ¿quién no?, pero es un tipo genuino”, agrega. “¡No me hablen de Pelé!”, repite. Entonces cuenta que Pelé se pasa la vida hablando de la moral, de la decencia y de mil cosas por el estilo, mientras su hijo (Edinho) está preso por tráfico de cocaína, y además tuvo una hija no reconocida que murió en la pobreza, sin asistencia médica de calidad. “Le hicieron un juicio y quedó demostrado que tiene dos nietos, hijos de esa pobre mujer. Ahora debe pasarles una pensión. Si los viera, ¡tienen la misma cara de él!”, advierte.
La de Fernando es una opinión repetida en Brasil. En lo que refiere a Pelé y también a Maradona, a quien admiran y quieren mucho más de lo que cualquier argentino puede suponer. Que un pueblo amante y conocedor del fútbol reconozca lo que Maradona significa es comprensible. Lo llamativo es cómo dejan de lado aspectos que son el foco de la atención en nuestro país (desde las adicciones hasta las declaraciones polémicas) para mirar al personaje desde un lugar más humano. No se abren juicios sobre ese Maradona, hay más bien una valoración positiva de su cercanía con causas por lo general alejadas del poder y de los poderosos. Eso es lo que no le perdonan a Pelé, por ejemplo su sumisión a la FIFA.
En este juego de los genios del fútbol, Messi y Neymar están disputando un partido a cara de perro. “Acá se define quién es mejor, en el Mundial”, subraya Fernando, para quien los cuatro Balones de Oro que obtuvo el rosarino ya son pasado y pisado. Ambos suman cuatro goles y tienen en la mira la gran final del Maracaná. A favor de Messi juega la experiencia; Neymar disfruta el calor de su público. “Lindo lo que viene, ¿no?”, pregunta Fernando. Lindo.
La de Fernando es una opinión repetida en Brasil. En lo que refiere a Pelé y también a Maradona, a quien admiran y quieren mucho más de lo que cualquier argentino puede suponer. Que un pueblo amante y conocedor del fútbol reconozca lo que Maradona significa es comprensible. Lo llamativo es cómo dejan de lado aspectos que son el foco de la atención en nuestro país (desde las adicciones hasta las declaraciones polémicas) para mirar al personaje desde un lugar más humano. No se abren juicios sobre ese Maradona, hay más bien una valoración positiva de su cercanía con causas por lo general alejadas del poder y de los poderosos. Eso es lo que no le perdonan a Pelé, por ejemplo su sumisión a la FIFA.
En este juego de los genios del fútbol, Messi y Neymar están disputando un partido a cara de perro. “Acá se define quién es mejor, en el Mundial”, subraya Fernando, para quien los cuatro Balones de Oro que obtuvo el rosarino ya son pasado y pisado. Ambos suman cuatro goles y tienen en la mira la gran final del Maracaná. A favor de Messi juega la experiencia; Neymar disfruta el calor de su público. “Lindo lo que viene, ¿no?”, pregunta Fernando. Lindo.
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