Por Federico Espósito
25 Junio 2014
JACKSON LOS HIZO BAILAR. Martínez se asoció con James Rodríguez y liquidó a Japón con un doblete en el complemento. REUTERS
Con James Rodríguez y un poco de suerte, todo es posible. O tal vez no todo, pero sí al menos golear 4-1 a un rival dinámico e impredecible como Japón y ganar el Grupo C con puntaje perfecto. El ex Banfield, preservado en el primer tiempo por estar ya clasificado Colombia, entró en el segundo y con sus toques de distinción desbarató el plan japonés, hasta entonces efectivo y con perspectivas de mejorar.
Afortunadamente, “cafeteros” y nipones regalaron un primer tiempo entrenido, de acción en las dos áreas. Por momentos, la de Japón fue el escenario donde los delanteros colombianos desplegaron su vocación artística, desplomándose ante el contacto más mínimo. Aunque en la primera de ellas no hubo actuación: Konno lo bajó a Ramos en el área y Cuadrado no quiso innovar en el penal. Fuerte al medio y a otra cosa.
Los orientales buscaron el empate por todos lados. Yoshito Okubo y Shinji Kagawa fueron un problema mayor para la defensa colombiana, que de de todas maneras mantuvo controlado el asunto hasta que Keisuke Honda, sucesor de Nakata como líder de los “samurais azules”, puso un centro a la cabeza de Okizaki. Adentro.
Ahí se terminó el partido para los del Sol Naciente. James entró y Colombia fue otra cosa. Al ratito, asistió a Jackson Martínez para el 2-1. Ahí vino lo curioso: Japón, históricamente asociado a la meditación y la paciencia monacal, se pasó de revoluciones. Se volcó casi ciego al ataque, tocando, buscando la pared, haciendo la personal, pero sin preocuparse por lo descompensado que quedaba atrás. Era el empate o la goleada. Y en esa búsqueda del honor, se hizo el harakiri: Colombia lo mató de contra, con la claridad de James y las puntadas de Jackson. Una sutileza del 10 “cafetero” fue la estocada final para los samurais.