Por Guillermo Monti
23 Junio 2014
Remera blanca, cerveza en mano y una bandera anudada al cuello que proclama “God save the queen”. Los ingleses empezaron a llegar a Belo Horizonte y Stuart (no quiso dar el apellido ni que le saquen fotos) forma parte de la avanzada. Stuart es de Newcastle, donde quieren mucho a Fabricio Coloccini, y no parece muy preocupado por la prematura eliminación de Inglaterra de la Copa del Mundo. ¿Quién será el campeón? “Brazil, of course”, declara, y sigue su camino rumbo al céntrico shopping Cidade.
El tucumano Agustín Sanzano, entrevistado por LG Mundial en la feria mineira, anticipa que desde hoy circulará por las calles de la ciudad sin la camiseta de la Selección nacional. “Por las dudas, para evitar cualquier problema”, advierte. De todos modos, el éxodo de argentinos fue masivo ayer. La mitad regresó al país, los restantes pusieron proa hacia Porto Alegre. Los ingleses enfrentarán mañana a Costa Rica en el Mineirao y deberán aguantar a todo el estadio en contra. La antipatía que generan por estas tierras, sumada a la atracción que se ganaron los sorprendentes “ticos”, los convertirá en visitantes.
Más allá de estas presencias, Belo Horizonte empezó a vivir ayer la semana más esperada. Salvo que ocurra una catástrofe y no le gane hoy a Camerún, Brasil será local en el Mineirao en octavos de final. ¿El rival? Chile u Holanda. La desesperación por comprar entradas se nota en los precios de la reventa. No hay tickets que bajen de 2.000 reales ($ 7.000) y el precio subirá a medida que se acerque el partido. En lugar de colombianos, argelinos, argentinos o ingleses, Minas Gerais recibirá una oleada de turismo interno.
Las hinchadas de Cruzeiro y Atlético Mineiro (el Atlético-San Martín vernáculo) conviven en una inusitada tregua, que expirará en el momento que concluya el derrotero de Brasil por el Mundial. Los cabecillas de las barras no faltarán en las cabeceras del gigantesco estadio del barrio de Pampulha. Brasil jugando en Belo Horizonte equivale a tocar la Vía Láctea con las manos para el futbolero pueblo mineiro.
El tucumano Agustín Sanzano, entrevistado por LG Mundial en la feria mineira, anticipa que desde hoy circulará por las calles de la ciudad sin la camiseta de la Selección nacional. “Por las dudas, para evitar cualquier problema”, advierte. De todos modos, el éxodo de argentinos fue masivo ayer. La mitad regresó al país, los restantes pusieron proa hacia Porto Alegre. Los ingleses enfrentarán mañana a Costa Rica en el Mineirao y deberán aguantar a todo el estadio en contra. La antipatía que generan por estas tierras, sumada a la atracción que se ganaron los sorprendentes “ticos”, los convertirá en visitantes.
Más allá de estas presencias, Belo Horizonte empezó a vivir ayer la semana más esperada. Salvo que ocurra una catástrofe y no le gane hoy a Camerún, Brasil será local en el Mineirao en octavos de final. ¿El rival? Chile u Holanda. La desesperación por comprar entradas se nota en los precios de la reventa. No hay tickets que bajen de 2.000 reales ($ 7.000) y el precio subirá a medida que se acerque el partido. En lugar de colombianos, argelinos, argentinos o ingleses, Minas Gerais recibirá una oleada de turismo interno.
Las hinchadas de Cruzeiro y Atlético Mineiro (el Atlético-San Martín vernáculo) conviven en una inusitada tregua, que expirará en el momento que concluya el derrotero de Brasil por el Mundial. Los cabecillas de las barras no faltarán en las cabeceras del gigantesco estadio del barrio de Pampulha. Brasil jugando en Belo Horizonte equivale a tocar la Vía Láctea con las manos para el futbolero pueblo mineiro.
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