20 Junio 2014
Desde la antigüedad, es uno de los símbolos más importante de un pueblo; le permitía identificar su procedencia ante otros. Está íntimamente ligado con la identidad. La bandera se convirtió en sinónimo de pertenencia, de nacionalidad, de patria. Así seguramente lo entendió Manuel Belgrano (1770-1820), cuando nuestro país buscaba independizarse del yugo español. La Revolución de Mayo de 1810 fue el punto de partida para el grito emancipador que tardaría unos pocos años en llegar y muchos más hasta consolidarse como nación.
Se celebra hoy el Día de la Bandera, en recuerdo de Belgrano, quien murió el 20 de junio de 1820. Consciente de que era necesario tener una enseña propia para fortalecer el espíritu de los soldados, creó la Bandera y el 27 de febrero de 1812, la hizo enarbolar en las barrancas del río Paraná. La primera vez que la enseña se izó en Buenos Aires fue el 23 de agosto de 1812, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde está emplazado actualmente el Obelisco. La Asamblea de 1813 dispuso que su uso se hiciese en secreto porque el gobierno no deseaba insistir en ese momento con símbolos independentistas. Luego de la declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, la bandera azul, celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso el 20 de julio de 1816. El Congreso le agregó el sol el 25 de febrero de 1818. Fue el 8 de junio de 1938 cuando se promulgó la ley 12.361, que prescribe que el 20 de junio se celebre el Día de la Bandera y lo declara feriado nacional en homenaje al deceso del prócer.
El vencedor de las Batallas de Tucumán y Salta, no sólo fue un hombre que se improvisó militar para luchar por la libertad, sino que también fue un intelectual visionario, que se destacó no sólo por su coraje, sino también por su inteligencia, honradez, humildad y generosidad.
Vale pena recordar algunos de sus pensamientos: “¿Qué otra cosa son los individuos de un gobierno, que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público... Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria... Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ese es el premio al que aspiro... Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como este sólo es mi objeto, no las glorias, no los honores... El miedo sólo sirve para perderlo todo... Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los instantes ante mi vida”.
Se suele decir que los argentinos somos patriotas de la boca para afuera. En esta fecha, sería positivo si pudiésemos reflexionar sobre el sentido de ser patriota, no necesariamente relacionado con una actitud guerrera. Se hace patria a diario cuando respetamos las leyes; cuando no vandalizamos nuestro patrimonio urbano y lo cuidamos; cuando somos tolerantes y podemos discutir ideas sin pensar que el otro es un enemigo; cuando todos pueden tener acceso a la educación y al trabajo dignos; cuando actuamos con solidaridad; cuando los representantes del pueblo no se dedican a engordar su patrimonio, sino a trabajar por el bien común. Tal vez ese sea el mejor modo de homenajear al general Manuel Belgrano, alguien que sirvió a la patria y no que se sirvió de ella.
Se celebra hoy el Día de la Bandera, en recuerdo de Belgrano, quien murió el 20 de junio de 1820. Consciente de que era necesario tener una enseña propia para fortalecer el espíritu de los soldados, creó la Bandera y el 27 de febrero de 1812, la hizo enarbolar en las barrancas del río Paraná. La primera vez que la enseña se izó en Buenos Aires fue el 23 de agosto de 1812, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde está emplazado actualmente el Obelisco. La Asamblea de 1813 dispuso que su uso se hiciese en secreto porque el gobierno no deseaba insistir en ese momento con símbolos independentistas. Luego de la declaración de la Independencia, el 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, la bandera azul, celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso el 20 de julio de 1816. El Congreso le agregó el sol el 25 de febrero de 1818. Fue el 8 de junio de 1938 cuando se promulgó la ley 12.361, que prescribe que el 20 de junio se celebre el Día de la Bandera y lo declara feriado nacional en homenaje al deceso del prócer.
El vencedor de las Batallas de Tucumán y Salta, no sólo fue un hombre que se improvisó militar para luchar por la libertad, sino que también fue un intelectual visionario, que se destacó no sólo por su coraje, sino también por su inteligencia, honradez, humildad y generosidad.
Vale pena recordar algunos de sus pensamientos: “¿Qué otra cosa son los individuos de un gobierno, que los agentes de negocios de la sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés público... Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria... Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida, ese es el premio al que aspiro... Nadie me separará de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como este sólo es mi objeto, no las glorias, no los honores... El miedo sólo sirve para perderlo todo... Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los instantes ante mi vida”.
Se suele decir que los argentinos somos patriotas de la boca para afuera. En esta fecha, sería positivo si pudiésemos reflexionar sobre el sentido de ser patriota, no necesariamente relacionado con una actitud guerrera. Se hace patria a diario cuando respetamos las leyes; cuando no vandalizamos nuestro patrimonio urbano y lo cuidamos; cuando somos tolerantes y podemos discutir ideas sin pensar que el otro es un enemigo; cuando todos pueden tener acceso a la educación y al trabajo dignos; cuando actuamos con solidaridad; cuando los representantes del pueblo no se dedican a engordar su patrimonio, sino a trabajar por el bien común. Tal vez ese sea el mejor modo de homenajear al general Manuel Belgrano, alguien que sirvió a la patria y no que se sirvió de ella.