La gresca de argentinos y chilenos en Río de Janeiro

La gresca de argentinos y chilenos en Río de Janeiro

19 Junio 2014
Aquellos que peinan muchas canas suelen repetir el refrán “juego de manos, juego de villanos”, es decir que lo que comienza como algo divertido o con empujones, gestos y chanzas, desemboca en una pelea, a veces desproporcionada. Ello sucedió durante el Mundial de Fútbol que se está desarrollando en Brasil. En la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, hinchas argentinos y chilenos se agredieron mutuamente durante varios minutos.

El incidente se inició con cánticos de insulto de ambas partes, hasta que un puñetazo al azar originó una batalla campal. Sobrevinieron botellazos, piedras y corridas. Los dos bandos se trenzaron en un gresca desproporcionada, hasta que la policía pudo dar fin a la situación. Un chileno fue el más afectado con la verdadera “lluvia de latas” que se vivió en Copacabana, señala la crónica periodística y agrega que la presencia de una venezolana que se paseaba por la playa semidesnuda, con el cuerpo pintado de las distintas selecciones que disputan el Mundial, sosegó a los belicosos.

De algún modo, era esperable que los argentinos diéramos la mala nota en algún momento, Pocos días antes del inicio del torneo, los integrantes de Hinchadas Unidas Argentinas acusaron a la Asociación del Fútbol Argentino de entregarles entradas para el Mundial a otros barras bravas. Acotaron que igualmente viajarían a Brasil. “Nos están marginando y todos tenemos los mismos derechos”, dijo uno de los fanáticos.

Con la debida anticipación y advertido de la mala fama de los hinchas criollos, Brasil había solicitado informes sobre quienes viajarían. A mediados de mayo, funcionarios del Ministerio del Interior, además de presentar la lista a sus pares brasileños, entregaron esos datos a Migraciones, para que ninguno pudiese pasar por un paso fronterizo, aeropuerto o puerto sin que su nombre saltara cuando intentara hacer los trámites migratorios.

En 2010, en el Mundial de Sudáfrica, 10 de los 600 los barras bravas argentinos fueron deportados (uno era tucumano) a poco de llegar al aeropuerto de Johannesburgo. Nadie se hizo responsable del viaje de estos violentos, pese a que 40 de ellos fueron a Sudáfrica en el mismo avión que llevaba a los jugadores argentinos junto con el director técnico, Diego Maradona, y con Julio Grondona, el presidente de la AFA.

Es lamentable, por cierto, que a pocos días de iniciada la justa futbolística que concita la atención de millones de personas en el mundo, los argentinos seamos protagonistas de hechos de violencia. El hecho de estar en otra nación no significa que se pueda aprovechar la ocasión para hacer lo que se quiera, amparándose en el anonimato; y no nos referimos sólo a los barras bravas, sino a todos los viajeros, especialmente a aquellos que han tenido la suerte de recibir educación.

No sabemos si el Seleccionado argentino llegará a las instancias finales del torneo, pero si así ocurriera, es importante que no volvamos a ser noticia por episodios deplorables y mucho menos, con hermanos sudamericanos, como son los chilenos. Cada compatriota que haya viajado -o lo haga en breve- a ver el Mundial, debe tomar conciencia de que son embajadores de nuestro país y que cualquier transgresión o acto reñido con la moral dejará mal parada a nuestra nación. Por encima de los resultados deportivos, están la educación y la cultura, que son las que deben prestigiar a nuestro pueblo.

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