A veces son el humo y las gomas quemadas que impiden el tránsito. Ella se baja, camina cuatro o cinco kilómetros y busca otra forma de llegar al trabajo. A veces es el agua que inunda todo. Hay que sacarse los zapatos, arremangarse y hundir los pies en el barro. Nunca sabe bien qué le depara la ruta. Pero ella, la doctora Alejandra Poma, llegará. Hace 11 años que viaja todos los días desde San Miguel de Tucumán (barrio Sur) hasta el hospital Regional Concepción y tiene asistencia perfecta.
“Hace 11 años, cuando empecé, veníamos tres veces a la semana y no era tanto. Después me necesitaban todos los días y me acostumbré”, cuenta Poma, de 38 años. Es separada y tiene dos nenas, de seis y cuatro años. Tiene la voz pausada y amable. Y nunca borra la sonrisa de su rostro. Ni cuando habla de las cosas que le afligen: “La verdad que es un trabajo complicado. Me he perdido algunas cosas de mis hijas, pero creo que ellas también se acomodaron”, detalla. Todos los días se levanta a las 5 y sale a tomar el colectivo a las 6.
Alejandra tiene auto, pero prefiere no usarlo en la ruta 38. “Muchas veces siento temor en el trayecto porque veo demasiadas imprudencias en el camino y accidentes que se repiten, siempre por sobrepasos inadecuados. Eso me preocupa y a veces me hace preguntarme qué hago aquí. Pero me encanta trabajar con la gente de Concepción. Tiene otra forma de tratarse y de tratar a los médicos. Acá te respetan mucho más que en la ciudad”, comenta. En la balanza, Poma pone más cosas positivas que negativas de su trabajo: “hace menos calor en verano y la gente está más tranquila. También veo más solidaridad”.
No es algo para cualquiera. Un trabajo que requiera un traslado a otra ciudad exige una persona fuerte, apasionada por lo que hace y que pueda tener un buen control de las emociones. Ese es el ideal. Lo sabe la licenciada Fabiana de Paul. Desde agosto del año pasado es psicóloga del área de recursos humanos del hospital de Concepción. Cuando le ofrecieron el puesto pensó que era una buena oportunidad. No le preocupó tener que viajar todos los días.
“Creo que eso del traslado en las rutas es algo que me persigue desde siempre. Nunca tuve un trabajo cerca de casa. Incluso, cuando iba a la escuela tenía que viajar para llegar al aula”, cuenta la joven profesional de 28 años, que nació en General Güemes, en Salta, pero desde hace 10 años vive en Tucumán, en un departamento de barrio Sur.Antes de llegar a Concepción, viajaba por todo el norte del país porque era gerente zonal de una marca de cosméticos. Eso sí, cuando empezó a recorrer la ruta 38 decidió cambiar de auto y comprarse uno que tuviera airbag.
“Respeto mucho la ruta y trato de ir despacio. Veo demasiadas imprudencias: camiones que se cruzan desde caminos laterales sin previo aviso, mucha velocidad y sobrepasos arriesgados. Prefiero la nueva traza de la 38 porque creo que es más segura, pero no tanto”, dice, y se baja de su Fiat Palio, en el cual se traslada bien equipada. Lleva café por si el sueño le juega una mala pasada y música para endulzar sus oídos. Fabiana, de novia hace cinco años, no quiere hablar mucho del futuro “Me gusta este trabajo, pero no viviría en Concepción. Ya decidí quedarme en la capital. Disfruto de venir acá, la gente es muy amable. Vale la pena el esfuerzo cotidiano”, concluye.