17 Junio 2014
REINTERPRETAR EL PASADO. Villagrán analiza al caudillo multifacético. gentileza andrea jimena villagrán
El aniversario de la muerte de Martín Miguel de Güemes activa en Salta, cada 16 y 17 de junio, un mecanismo de rituales y tensiones en una tradición que permanece en construcción desde la década de 1940 y que hoy, a 193 años de la muerte épica del general, vuelve a repetirse con epicentro en el monumento al pie del cerro San Bernardo. El héroe gaucho y su figura, problematizada y convertida en territorio de identidades y apropiaciones políticas llamaron la atención de Andrea Jimena Villagrán, antropóloga e investigadora de la Universidad Nacional de Salta, que encontró un disparador para su investigación en el empleo de la silueta de Güemes como imagen del logotipo del gobierno provincial de Salta, entre 1995 y 2007.
“Me interesó establecerlo dentro de las construcciones del poder, aun cuando se intenta mostrarlo como despolitizado”, cuenta, a propósito del lanzamiento del libro en el que derivó su investigación: “Un héroe múltiple. Güemes y la apropiación social del pasado en Salta”, presentado ayer en el Centro Cultural Holver Martínez Borelli de la capital salteña.
“La figura de Güemes es la excusa para reflexionar sobre la relación del pasado y el presente en Salta”, cuenta. El trabajo reúne los relatos que hizo la historia oficial, la construcción del símbolo de la salteñidad gaucha, del héroe y el mito, el aristócrata y el descastado, con un capítulo dedicado a los gauchos de los fortines, esos que toman distancia de los terratenientes.
“En mi acercamiento a los gauchos de los fortines fue apareciendo esta otra forma de ver lo gaucho y la figura de Güemes. Mientras en el ritual disciplinado se remite a las características del militar patriota, en los fortines aparece la condición de gaucho con un sentido más insurreccional, capaz de albergar los intereses de los desposeídos. Es el Güemes que remite a la cuestión de la tierra en Salta, a las diferencias de poder entre grupos, a la emergencia como una condición permanente”, cuenta.
La diferencia de grupos sociales y de acceso a la tenencia de la tierra es, según Villagrán, lo que permanece sin poder nombrarse ni denunciarse, lo que impide también que los gauchos rasos participen de las tomas de decisiones en las jerarquías que los organizan, aunque fortín adentro se reconozcan “del mismo palo”.
“No lo pueden denunciar de este modo, pero operan entre ellos las marcas de distinción entre los verdaderos y los truchos, el trucho es el que tiene plata, el patrón. El verdadero es el que sabe labrar la tierra, el que marca el ganado y sabe hacer que la tierra produzca, pero que no la posee. Ahí se hace más claro que hablar de Güemes lleva a reflexionar sobre aspectos que tienen que ver con las históricas cuestiones de desigualdad social en Salta”, reflexiona.
El uso político de la historia, incluso en los discursos que intentan despolitizar al héroe y presentarlo como emblema de identidad y cultura, es otro aspecto que le interesó a la antropóloga a la hora de abordar la figura de Güemes.
“A la construcción del monumento, en los años ‘30, cuando comienza a ocupar un lugar material y espacial en la ciudad, se le sumó desde mediados de los ’40 la ceremonia anual de conmemoración, que terminó de dar las condiciones para que Güemes no sea pasado sino que esté presentificado desde estas formas sociales de reconstrucción del pasado”, dice Villagrán y agrega que mientras el héroe pueda ser apropiado por fortines, referencias en discursos políticos y referencia obligada para definir la identidad salteña, su figura seguirá integrada al tiempo presente.
Rituales que vuelven
La actualidad del mito aparece también en la riqueza de los rituales que se conmemoran cada año, cuando la muerte se celebra, con fiesta, bebida, canto y baile al pie de los fogones en la víspera del 17 de junio.
“Hay un carácter celebratorio donde es muy fuerte la presencia del interior provincial, cuando viajan los fortines de diferentes pueblos que con sus familias y pasan la noche alrededor del fuego, bailan, cantan. Son los mismos gauchos que desfilan al otro día, con un carácter mucho más disciplinado, ordenado, con rituales de estado, la llamada al orden y junto a las fuerzas militares. Lo interesante es que las dos cosas se articulan perfectamente, pero son los mismos protagonistas”, concluye.
“Me interesó establecerlo dentro de las construcciones del poder, aun cuando se intenta mostrarlo como despolitizado”, cuenta, a propósito del lanzamiento del libro en el que derivó su investigación: “Un héroe múltiple. Güemes y la apropiación social del pasado en Salta”, presentado ayer en el Centro Cultural Holver Martínez Borelli de la capital salteña.
“La figura de Güemes es la excusa para reflexionar sobre la relación del pasado y el presente en Salta”, cuenta. El trabajo reúne los relatos que hizo la historia oficial, la construcción del símbolo de la salteñidad gaucha, del héroe y el mito, el aristócrata y el descastado, con un capítulo dedicado a los gauchos de los fortines, esos que toman distancia de los terratenientes.
“En mi acercamiento a los gauchos de los fortines fue apareciendo esta otra forma de ver lo gaucho y la figura de Güemes. Mientras en el ritual disciplinado se remite a las características del militar patriota, en los fortines aparece la condición de gaucho con un sentido más insurreccional, capaz de albergar los intereses de los desposeídos. Es el Güemes que remite a la cuestión de la tierra en Salta, a las diferencias de poder entre grupos, a la emergencia como una condición permanente”, cuenta.
La diferencia de grupos sociales y de acceso a la tenencia de la tierra es, según Villagrán, lo que permanece sin poder nombrarse ni denunciarse, lo que impide también que los gauchos rasos participen de las tomas de decisiones en las jerarquías que los organizan, aunque fortín adentro se reconozcan “del mismo palo”.
“No lo pueden denunciar de este modo, pero operan entre ellos las marcas de distinción entre los verdaderos y los truchos, el trucho es el que tiene plata, el patrón. El verdadero es el que sabe labrar la tierra, el que marca el ganado y sabe hacer que la tierra produzca, pero que no la posee. Ahí se hace más claro que hablar de Güemes lleva a reflexionar sobre aspectos que tienen que ver con las históricas cuestiones de desigualdad social en Salta”, reflexiona.
El uso político de la historia, incluso en los discursos que intentan despolitizar al héroe y presentarlo como emblema de identidad y cultura, es otro aspecto que le interesó a la antropóloga a la hora de abordar la figura de Güemes.
“A la construcción del monumento, en los años ‘30, cuando comienza a ocupar un lugar material y espacial en la ciudad, se le sumó desde mediados de los ’40 la ceremonia anual de conmemoración, que terminó de dar las condiciones para que Güemes no sea pasado sino que esté presentificado desde estas formas sociales de reconstrucción del pasado”, dice Villagrán y agrega que mientras el héroe pueda ser apropiado por fortines, referencias en discursos políticos y referencia obligada para definir la identidad salteña, su figura seguirá integrada al tiempo presente.
Rituales que vuelven
La actualidad del mito aparece también en la riqueza de los rituales que se conmemoran cada año, cuando la muerte se celebra, con fiesta, bebida, canto y baile al pie de los fogones en la víspera del 17 de junio.
“Hay un carácter celebratorio donde es muy fuerte la presencia del interior provincial, cuando viajan los fortines de diferentes pueblos que con sus familias y pasan la noche alrededor del fuego, bailan, cantan. Son los mismos gauchos que desfilan al otro día, con un carácter mucho más disciplinado, ordenado, con rituales de estado, la llamada al orden y junto a las fuerzas militares. Lo interesante es que las dos cosas se articulan perfectamente, pero son los mismos protagonistas”, concluye.
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