17 Junio 2014
ALUMNO DE LOS POBRES. Fray Zatti (71 años) pasó por Tucumán. la gaceta / foto de Diego Araóz
Se ríe de sí mismo cada vez que recuerda su ingenuidad. “Muchos pensábamos que la tarea del misionero es ir al África para hablarles de Dios a los pueblos que no lo conocen. Pero no es así. Es el misionero el que vuelve evangelizado por la gente. Uno viaja con la idea de ir a enseñar sobre Dios y se encuentra con que Dios está allá”. Aunque no lo admitiría públicamente, es evidente que a fray Eduardo José Zatti le costó mucho volver a la Argentina, después de ocho años en las misiones franciscanas de Mozambique. Había contraído malaria al menos 20 veces y el prior general de la orden lo hizo volver para que recupere su salud.
De las 15 misiones que tiene la orden franciscana en Mozambique, al sureste de África, sobre el océano Indico, fray Eduardo estuvo en tres: Beira, Chimoio y Jangamo. Tres pueblos salpicados de aldeas sin agua ni luz eléctrica, y sobre todo asediados por la pobreza. Sin embargo, es allí donde este anciano sacerdote (de 71 años) reconoce que encontró a sus maestros, los pobres. Al regresar al país, fue designado guardián del convento de San Francisco Solano de Santiago del Estero. En una de sus visitas a su médico en Tucumán, conversó con LA GACETA.
- ¿Qué significa misionar?
- Misionar es compartir la fe. El católico no puede guardar su fe en el corazón y decir yo rezo a mi manera y nada más. La fe, como decía san Juan Pablo II se fortalece dándola, cuanto más la compartimos más fe tenemos. Hay dos corrientes misioneras en la iglesia: las llamadas misiones populares, que se realizan en barrios y zonas urbanas donde la población es creyente, y las misiones ‘ad gentes’, que se hacen en otras naciones donde no se conoce a Jesucristo o donde el cristianismo es minoría, como es el caso de Mozambique. A veces hay pueblos que sí tienen la idea de un dios supremo, pero nuestra tarea es anunciar a quien Dios ha enviado para nuestra Salvación.
- ¿Hay algún cambio en la manera de misionar?
Hay una manera diferente que nos está indicando el papa Francisco, que es la de estar siempre más cerca de la gente. A lo mejor 50 años atrás el sacerdote oficiaba la misa y se volvía a su casa. El papa nos pide que estemos en las necesidades más cotidianas de la gente, en la enfermedad, en su sufrimiento... Por ejemplo, los novicios franciscanos han aprendido a hacer chozas para ayudar a las personas que carecen de vivienda.
- ¿Qué entiende cuando el papa Francisco dice que el pobre es el centro?
- Jesús dice en el Evangelio que todo lo que hiciereis con el más pequeño de mis hermanos lo habéis hecho conmigo. Si nosotros atendemos a un pobre estamos atendiendo a Cristo, sea musulmán, ateo, varón o mujer. Cristo se identifica con el que está necesitado, con el que sufre. El papa Francisco nos pide que descubramos a Cristo en el pobre y así lo vamos a poner al pobre en el centro. Hay teólogos que dicen que los pobres son nuestros maestros.
- ¿Usted aprendió mucho de ellos?
- ¡Muchísimo! Ellos son extraordinarios. Cuando conversan con otra persona le demuestran su genuino interés. Si uno va a visitarlos en una aldea, la señora saca una silla o dos, las únicas que tiene, para que se siente el misionero y el acompañante y ella se sienta en una estera tejida en el piso. Recién entonces pregunta en qué puede servir. Para ellos la otra persona requiere atención e interés. Por eso es que hasta la misa es diferente. Nosotros, por ejemplo, acostumbramos a pararnos cuando se lee el Evangelio, por respeto. Ellos no, por el contrario se sientan, porque dicen que la Palabra de Dios requiere de mucha atención.
Fray Eduardo comienza a recordar a uno por uno de sus maestros, los pobres. Uno que le enseñó a rezar, otro a ser paciente, otro a ser humilde ... Y él guarda en su corazón todas esas lecciones que aprendió en ese segundo seminario, que para él es África, tierra de misión por excelencia.
De las 15 misiones que tiene la orden franciscana en Mozambique, al sureste de África, sobre el océano Indico, fray Eduardo estuvo en tres: Beira, Chimoio y Jangamo. Tres pueblos salpicados de aldeas sin agua ni luz eléctrica, y sobre todo asediados por la pobreza. Sin embargo, es allí donde este anciano sacerdote (de 71 años) reconoce que encontró a sus maestros, los pobres. Al regresar al país, fue designado guardián del convento de San Francisco Solano de Santiago del Estero. En una de sus visitas a su médico en Tucumán, conversó con LA GACETA.
- ¿Qué significa misionar?
- Misionar es compartir la fe. El católico no puede guardar su fe en el corazón y decir yo rezo a mi manera y nada más. La fe, como decía san Juan Pablo II se fortalece dándola, cuanto más la compartimos más fe tenemos. Hay dos corrientes misioneras en la iglesia: las llamadas misiones populares, que se realizan en barrios y zonas urbanas donde la población es creyente, y las misiones ‘ad gentes’, que se hacen en otras naciones donde no se conoce a Jesucristo o donde el cristianismo es minoría, como es el caso de Mozambique. A veces hay pueblos que sí tienen la idea de un dios supremo, pero nuestra tarea es anunciar a quien Dios ha enviado para nuestra Salvación.
- ¿Hay algún cambio en la manera de misionar?
Hay una manera diferente que nos está indicando el papa Francisco, que es la de estar siempre más cerca de la gente. A lo mejor 50 años atrás el sacerdote oficiaba la misa y se volvía a su casa. El papa nos pide que estemos en las necesidades más cotidianas de la gente, en la enfermedad, en su sufrimiento... Por ejemplo, los novicios franciscanos han aprendido a hacer chozas para ayudar a las personas que carecen de vivienda.
- ¿Qué entiende cuando el papa Francisco dice que el pobre es el centro?
- Jesús dice en el Evangelio que todo lo que hiciereis con el más pequeño de mis hermanos lo habéis hecho conmigo. Si nosotros atendemos a un pobre estamos atendiendo a Cristo, sea musulmán, ateo, varón o mujer. Cristo se identifica con el que está necesitado, con el que sufre. El papa Francisco nos pide que descubramos a Cristo en el pobre y así lo vamos a poner al pobre en el centro. Hay teólogos que dicen que los pobres son nuestros maestros.
- ¿Usted aprendió mucho de ellos?
- ¡Muchísimo! Ellos son extraordinarios. Cuando conversan con otra persona le demuestran su genuino interés. Si uno va a visitarlos en una aldea, la señora saca una silla o dos, las únicas que tiene, para que se siente el misionero y el acompañante y ella se sienta en una estera tejida en el piso. Recién entonces pregunta en qué puede servir. Para ellos la otra persona requiere atención e interés. Por eso es que hasta la misa es diferente. Nosotros, por ejemplo, acostumbramos a pararnos cuando se lee el Evangelio, por respeto. Ellos no, por el contrario se sientan, porque dicen que la Palabra de Dios requiere de mucha atención.
Fray Eduardo comienza a recordar a uno por uno de sus maestros, los pobres. Uno que le enseñó a rezar, otro a ser paciente, otro a ser humilde ... Y él guarda en su corazón todas esas lecciones que aprendió en ese segundo seminario, que para él es África, tierra de misión por excelencia.
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