Una causa perdida y una interna
No hizo falta que el gobernador dijera que el candidato a sucederlo por el oficialismo debería salir de internas para que estallaran los escándalos. En realidad, sería un absurdo que José Alperovich hable de unidad cuando hay al menos cinco referentes a los codazos con tal de llegar de pie a 2015.

El primer destinatario del desafío de resolver en las urnas las postulaciones fue el intendente Domingo Amaya. Ni Juan Manzur, ni Beatriz Rojkés, ni Osvaldo Jaldo ni José López. Alperovich buscó directamente acobardar en público al jefe municipal. Al gobernador no escapa que encerrar al intendente dentro de la estructura del PJ implicaría neutralizarlo políticamente. Porque en el peronismo parte con grandes ventajas aquel que maneja la ventanilla más grande, y esa boca de pago hoy está en manos del gobernador. A él responden clientelarmente la mayoría de intendentes, delegados comunales, legisladores y concejales.

El silencio de Amaya frente al reto de Alperovich es todo un indicio de que la estrategia de la Municipalidad no se circunscribe a una muerte súbita por dentro del PJ. El intendente no tiene hoy intenciones de abandonar el cristinismo, aunque tampoco cuenta con demasiado margen para hacerlo. Su apuesta es otra. El capitalino cree que la necesidad obligará al mandatario a buscar una alianza y que, llegado ese momento, podrá negociar las condiciones. O, en su defecto, está dispuesto a ir por fuera de la estructura pejotista para construir un polo de poder kirchnerista “paraalperovichista”. Es consciente de que en soledad no llegará con oxígeno para acceder a la Gobernación, pero se consuela haciendo cálculos de los legisladores y concejales que lograría ubicar. Así, entiende, se colocaría como el referente natural del peronismo por los próximos años. La teoría que memorizan con exactitud los dirigentes amayistas se completa con una advertencia: no daremos ese paso en falso que dio Fernando Juri en 2007.

Pero Amaya no es el único problema que debe atender Alperovich en este período de transición. Territorialmente, en la Casa de Gobierno ya dan por perdida la Capital. Es como si asumieran que la derrota en las legislativas de octubre de 2013 será irremontable. Las mediciones y los sondeos, tanto oficialistas como opositores, parecen dar a la resignación. En los últimos días, un trabajo de menor escala encargado a una consultora local por un alperovichista abona esa teoría de que la Capital es cosa juzgada. El muestreo sólo midió imagen, y en ese rubro el radical José Cano apabulla a los peronistas. Figura al tope con un 66% de adhesión positiva. Le siguen Amaya con 52%, Alperovich con 51% y, apenas por encima del 40%, Manzur y Rojkés. Fuera de los “cabezas de serie”, en cuanto a nivel de conocimiento de los dirigentes de segunda y tercera línea, el presidente del Concejo, Ramón Santiago Cano, aventaja al massista Gerónimo Vargas Aignasse y este, a su vez, aparece por encima de Carolina Vargas Aignasse y de otros peronistas, como los primos Rolando Alfaro y Germán Alfaro.

Fuera de la Capital ya se libró una lucha encarnizada y silenciosa que, repentinamente, salió a la superficie la semana que pasó. En el jaldismo tienen la certeza de que los ideólogos de la “entregada” de José “Gallito” Gutiérrez son el propio Manzur y el cancerbero de los secretos legislativos: el monterizo Juan Antonio Ruiz Olivares. El “Gallego” es uno de los que más visitó al vicegobernador licenciado en Buenos Aires en los últimos años. Ruiz Olivares tiene a su cargo el armado para Manzur en el interior, y desde hace meses los robos y contrarrobos de punteros con Jaldo caldean los ánimos. Al ministro -en esta lucha- avalan intendentes, el bettista senador Sergio Mansilla y el legislador Regino Amado, entre otros. Con Manzur y su lugarteniente se agolpan los legisladores peronistas sin reelección. Esa es la interna que ya entretiene al oficialismo, mientras Alperovich pierde el tiempo lanzando desafíos que difícilmente encuentren respuesta.

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