Por Guillermo Monti
09 Junio 2014
IMAGEN RECURRENTE. Fuleco, la mascota del Mundial, está en todos lados. En lugares oficiales y también en las calles.
El Mundial provoca efectos insospechados. Por ejemplo, que un vuelo de línea a Río de Janeiro parezca un chárter fletado por la Federación Argentina de Periodistas Deportivos. O que hacia el fondo del avión, de repente, surja el cantito: “Soy de Arroyito, y vivo descontrolado…” Los muchachos de Central estallan cuando el comandante informa que la temperatura es de 33 grados y ya se van calzando las ojotas y la malla para pasear por Copacabana y alrededores.
“Pero, ¿qué pasa con (Lionel) Messi? Es de Newell’s…”, se les acota. “Un gran jugador, sin duda, claro que formado en España”, es la analítica y consensuada respuesta del grupo. “Pero el mejor de todos es Angelito”, subrayan. ¿Qué Angelito? Di María, por supuesto, “canalla” de alma como ellos. A la distancia, Sebastián Vignolo sonríe.
A esta altura vale aclarar que la bandita del avión de barra brava no tiene nada. Es una cofradía que ahorró peso sobre peso para vivir el sueño del Mundial propio, sin novias ni esposas a la vista. Como este, cientos (¿miles?) de grupos están movilizándose en todo el país. Llegarán en masa durante los próximos días y confluirán el domingo en el estadio Maracaná para el debut.
Al vuelo no le faltó custodia, porque en la tercera fila se sentó un sheriff. Javier Castrilli, ¿se acuerdan? De elegante camisa celeste, seriedad extrema y pocas ganas de dar entrevistas. Icono del arbitraje argentino en los 90 -dirigió en el Mundial de Francia en 1998-, los hinchas de Central aceptan que eran chicos cuando el sheriff surcaba las canchas tarjeta roja en mano. El tiempo pasa volando.
La bienvenida, apenas quedó atrás la manga en el gigantesco aeropuerto carioca (aunque sin un wi-fi como la gente), es un Fuleco de tamaño natural. Y cerquita, en una gigantografía, la Copa. Faltó que se la instalaran en los brazos.
La mascota del Mundial y el amarillo de la camiseta anfitriona pululan por cada rincón. Hasta los empleados de las casas de cambio y los despachantes de las aerolíneas lucen la verdeamarelha. Lógico. Es que en la tierra del futebol las impresiones iniciales no dejan lugar a dudas: se sienten campeones por anticipado.
“Pero, ¿qué pasa con (Lionel) Messi? Es de Newell’s…”, se les acota. “Un gran jugador, sin duda, claro que formado en España”, es la analítica y consensuada respuesta del grupo. “Pero el mejor de todos es Angelito”, subrayan. ¿Qué Angelito? Di María, por supuesto, “canalla” de alma como ellos. A la distancia, Sebastián Vignolo sonríe.
A esta altura vale aclarar que la bandita del avión de barra brava no tiene nada. Es una cofradía que ahorró peso sobre peso para vivir el sueño del Mundial propio, sin novias ni esposas a la vista. Como este, cientos (¿miles?) de grupos están movilizándose en todo el país. Llegarán en masa durante los próximos días y confluirán el domingo en el estadio Maracaná para el debut.
Al vuelo no le faltó custodia, porque en la tercera fila se sentó un sheriff. Javier Castrilli, ¿se acuerdan? De elegante camisa celeste, seriedad extrema y pocas ganas de dar entrevistas. Icono del arbitraje argentino en los 90 -dirigió en el Mundial de Francia en 1998-, los hinchas de Central aceptan que eran chicos cuando el sheriff surcaba las canchas tarjeta roja en mano. El tiempo pasa volando.
La bienvenida, apenas quedó atrás la manga en el gigantesco aeropuerto carioca (aunque sin un wi-fi como la gente), es un Fuleco de tamaño natural. Y cerquita, en una gigantografía, la Copa. Faltó que se la instalaran en los brazos.
La mascota del Mundial y el amarillo de la camiseta anfitriona pululan por cada rincón. Hasta los empleados de las casas de cambio y los despachantes de las aerolíneas lucen la verdeamarelha. Lógico. Es que en la tierra del futebol las impresiones iniciales no dejan lugar a dudas: se sienten campeones por anticipado.
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