Los vecinos se unieron y lograron mejoras en los servicios de su barrio

Los vecinos se unieron y lograron mejoras en los servicios de su barrio

En El Nevado, al noroeste de la ciudad, los habitantes hacen oír sus reclamos y lograron, después de 10 años, tener agua en sus casas. Además, diseñaron un sistema para protegerse de los robos.

DECIDIDA. Fátima peleó durante años para que se excave otro pozo que provea de agua al barrio El Nevado. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL DECIDIDA. Fátima peleó durante años para que se excave otro pozo que provea de agua al barrio El Nevado. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Las casas son, en su mayoría, sencillas. En el frente, lucen lindos jardines. A media mañana, se respira mucha tranquilidad en el barrio El Nevado, al noroeste de la ciudad de Concepción. Con los cerros pintados de blanco en el fondo, la vista desde allí es privilegiada. Los vecinos creyeron que este era el mejor lugar para vivir. La ilusión se fue apagando de a poco: cuando abrían sus caños y el agua brotaba marrón, cuando salían a las calles con miedo, cuando un basural se instalaba a diario a orillas del vecindario.

Las preguntas resonaban en las charlas de vereda: ¿quién quiere un vaciadero al lado de su casa? ¿quién acepta tomar agua sucia y contaminada? ¿quién quiere seguir viviendo con el temor de ser asaltado en cualquier momento? La respuesta era obvia: nadie.

¿Quién quiere torcer el destino de este barrio?, se plantearon. Se unieron en el debate y en la lucha. Reclamaron, enfrentaron a las autoridades que les dijeron “acá no pasa nada” y hoy están viendo sus logros: después de 10 años de padecimientos, el agua sale limpia de los caños. Además, de a poco está disminuyendo la cantidad de robos en la zona y el basural quedó en el olvido.

Fátima hace oír su voz
Es jueves. Hay sesión en el Concejo Deliberante de Concepción. Fátima Aguilar termina de arreglar su pelo marrón, se maquilla, se pone unos modernos jeans, sus zapatos con detalles animal print y parte en colectivo hasta el edificio municipal, frente a la plaza Mitre. Es un recorrido de 14 cuadras. Ella está ahí, lista para pedir la palabra. Si no se la dan, va a esperar que termine el debate para interceptar a los ediles en el pasillo. O al intendente Osvaldo Morelli. Siempre que su barrio necesita algo ella hace lo mismo. No se cansa de buscar ayuda. Esta vez, les pide que interfieran para que se hagan nuevos estudios del líquido que sale de los grifos en las casas.

Fátima tiene 50 años, tres hijas y dos nietas que viven con ella en su discreta vivienda de 24 de Septiembre al 3.300. Desde hace una década es la abanderada de la causa por la todo el barrio se unió para reclamar un servicio de agua digno en El Nevado. “Me gusta que las cosas sean como tienen que ser”, dice muy resuelta. En el hall de su casa, sobre una mesa, expone tres botellas de agua que ha juntado en los últimos años. Están llenas de un líquido marrón. En el fondo del recipiente se ha acumulado sedimento.

“Con estas pruebas, tuvimos que soportar que nos vengan a decir con análisis que era agua apta para consumo humano. Sufrimos durante años problemas estomacales todos los vecinos. Además, teníamos muy poca presión y días enteros en los que ni siquiera salía líquido. Pasamos todo el último verano con un hilo de agua saliendo de los caños”, reniega.

Para poder bañarse, Fátima juntaba líquido en un balde durante todo el día y después lo calentaba. Sus vecinas, Nora Ruiz y Elena González, optaban por ir a la casa de algún familiar y llenar bidones. “Esto no daba para más”, resaltan.

Cómo empezó todo
Según cuentan los vecinos, el barrio El Nevado se construyó hace unos 30 años aproximadamente. Los problemas con el agua comenzaron hace unos 15 años. Al parecer, el pozo que hicieron para el vecindario tuvo su vida útil, dicen.

Desde entonces, los vecinos vienen reclamando un buen servicio. Hicieron presentaciones a las autoridades y protestas por el centro de la ciudad. La solución tardó en llegar. Pero llegó: el municipio perforó un pozo en el barrio Riera, a pocos metros de El Nevado. Esta excavación, que fue inaugurada oficialmente el 22 de mayo, benefició a tres vecindarios.

“Ahora, aumentó la presión y tenemos agua todo el día. Todavía sale, en algunos horarios, con un poco de barro. Pero nos explicaron que será hasta que se limpien todas las cañerías. Esperemos que así sea. De todas formas, insistiremos para que se hagan estudios del líquido”, resalta Fátima. Se siente orgullosa por el logro: “si no hubiera sido por todo lo que nos movimos los vecinos nunca hubieran perforado ese pozo”.

Vivir con miedo
Al atardecer, hay que caminar apurados por calles de El Nevado. Hay que relojear con la mirada todo lo que pasa alrededor. El peligro puede esperar a la vuelta de la esquina. A la noche, es mejor no salir de la casa. Esas son premisas para los vecinos del lugar. Premisas que ya están empezando a cambiar. ¿Cómo? Diseñaron un programa especial, después de varias reuniones, a partir del cual se protegerán entre ellos.

“Ya no queremos depender de la Policía. Nos cansamos de pedir más vigilancia policial. Vienen un rato a la mañana y después se borran”, fue el argumento de los residentes.

Esta iniciativa tuvo dos grandes protagonistas: Sergio Herrera, quien ofrece su negocio (una verdulería) para las reuniones organizativas. Hace dos meses, cuando él sufrió un asalto, los vecinos decidieron que era hora de ponerse manos a la obra para combatir la la inseguridad. En el proyecto también participan los habitantes del barrio Las Rosas, ubicado al lado de El Nevado.

Fabián Toledo tomó el timón del barco y empezó a averiguar cuál era lo mejor opción de protección. Así encontró un sistema, que es de fabricación nacional, ideal para los vecindarios: “se trata de una alarma que consta de sirenas y llaveros individuales. La sirena se ubica en el centro de cada manzana, en la tapia de alguno de los vecinos. Cada casa tiene un llavero con el que puede activar la alarma, ya sea porque ve movimientos raros o está en una situación de peligro. En esos casos, los vecinos saldremos a ayudar. Ya compramos los equipamientos y los empezamos a colocar para cubrir 16 manzanas”, destacó Toledo.

Fabián trabaja con sistemas electrónicos e informáticos. Por eso, desde hace varias semanas, el pequeño comedor de su casa se ha convertido en la sede de programación del sistema de alarmas.

Ningún juego
“Hubo vecinos que proponían rondines. Eso ya es algo obsoleto y genera desconfianza. Las alarmas son baratas (costaron $ 300 por familia) y efectivas. La la idea es que sirvan para disuadir al delincuente. Cuando suenen las sirenas, los vecinos saldremos a ver qué pasa y a ayudar a la víctima. Pero tampoco es que vamos a andar arriesgándonos, o jugando al ladrón y al policía”, explicó.

Según Toledo, el hecho de que hayan comenzado a colocar las alarmas ya disminuyó los robos. “Este barrio estaba muy peligroso. Hace unos meses asaltaron a una abogada frente a su casa y la golpearon”, relató. El, que hace 12 años vive allí, sufrió 17 robos. La última vez vivió una verdadera pesadilla: se levantó una mañana y su auto no estaba en el garage. “Ni siquiera había tomado la noche anterior como para decir que había dejado el auto en cualquier parte”, se ríe. Y sigue: “hice la denuncia y lo encontraron un par de horas después, a tres cuadras de aquí, todo desmantelado”.

“El robo se convirtió en algo muy común aquí”, dice Toledo. Los vecinos asienten con la cabeza. Elena González cuenta que ya le arrebataron tres veces la bicicleta en la que hace las compras a diario. Y que no puede dormir por las noches hasta que su hijo vuelve de la facultad.

La preocupación por la inseguridad es lo que más ha unido a la gente de El Nevado. “Por suerte estamos juntos en esto. Ningún sistema de alarma vecinal sirve si no hay vecinos unidos. Hay que estar comprometido y querer al que vive cerca de tu casa; es de la única forma que te sale ese instinto de querer ayudarlo cuando se activa la sirena”, analiza Toledo.

Son amas de casa, empleados, vendedores, estudiantes y profesionales. Todos se hacen un tiempo para reunirse y colaborar, algunos más y otros menos, con el barrio. En el fondo, los habitantes de El Nevado saben que el hilo conductor de su reclamo pasa por la necesidad de recuperar las calles. Y, de a poco, lo están logrando.

CHAU BASURAL
Controlaron y persiguieron los carros que iban a tirar residuos frente al barrio
Si alguien pisa las florcitas recién plantadas en la plaza Abel Peirano, seguro que algún vecino saldrá enojado a reclamar que cuiden el estado del pulmón de El Nevado. Lo mismo pasa cuando alguien sale a pasear el perro y no lleva una bolsa para levantar la caca del animal.

Todos vigilan que no haya vandalismo. De la misma manera lograron erradicar un basural que había frente al espacio verde, en un descampado. “Justo ahí, delante del paisaje que nos regalan los cerros, todos los días había gente de afuera que venía a tirar su basura. Entonces, empezamos a controlar que nadie tire sus residuos acá”, aclara Fátima Aguilar. Más de una vez, salió en pantuflas a perseguir a algún carro que acababa de tirar bolsas en ese sitio ubicado a la orilla del barrio.

Los vecinos no sólo son unidos cuando hay que atacar un problema. En cada fiesta, el Día del Niño o de la Madre, por ejemplo, cortan las calles y sacan las mesas para hacer una gran celebración.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios