26 Mayo 2014
FELICES. Agustín Alejandro De Gregorio, Lucila Vigiani y Priscila Daolin cuentan en LA GACETA la emoción que sintieron al lado de Francisco. la gaceta / foto de antonio ferroni
“Cómo estás”, fue lo primero que le dijo el papa Francisco, en la sala Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Lucila Vigiani se lo hizo repetir. “¿Cómo dice?” No sabía si el pontífice hablaba demasiado rápido o ella estaba muy nerviosa y no podía leerle los labios. “Hable más despacio, que soy sorda”, le pidió con señas. El Papa le dio la mano amablemente y después le tomó de la cabeza y la bendijo. Lucía sacó el cuadro de Nuestra Señora del Silencio que traía desde Tucumán y se lo regaló. “Es la patrona de los chicos sordos”, le dijo.
Lucila, Priscila Daolín, Agustín Alejandro De Gregorio y Damián Bader, además que Damián Bader, todos sordos e hipoacúsicos, jamás olvidarán ese encuentro con el papa Francisco, en Roma. El 29 de marzo el pontífice convocó a todos los sordos del mundo a una audiencia privada. Argentina estuvo representada por 14 tucumanos entre 6.000 personas sordas e hipoacúsicas y sus familias de distintas partes del mundo.
“Yo lo abracé y por un momento sentí miedo de haberlo apretado demasiado”, cuenta con su mejor sonrisa Agustín, de 17 años y alumno del colegio Nueva Concepción. “Fue una emoción muy grande, no podía parar de llorar. Le dije: mis padres, mis hermanos, mis primos y mis mascotas te mandan muchos saludos. Él me tomó de la mano y después estuvimos abrazados largo rato”, dice emocionado. “En un momento, el Papa preguntó a uno de los sordos cómo se dice Jesús en lengua de señas. Y de inmediato nos hizo el gesto que todos entendimos”, agregó.
Una experiencia única
“Fue maravilloso sentir que el Papa está con nosotros, que nos acompaña. Habernos llamado para estar con él y vernos las caras fue un gesto que nunca olvidaremos en nuestras vidas”, expresó Priscila, de 20 años, alumna del colegio San Pablo.
Junto a los jóvenes también fueron a Roma Nancy Molina, la mamá de Lucila, Carolina Molina y María Belén Molina, estudiantes de lenguas de señas y miembros de la comunidad Nuestra Señora del Silencio que funciona en la basílica Nuestra Señora de la Merced.
“Todo fue una bendición. Conseguir los recursos para los pasajes fue el principal escollo. Desde Roma conseguimos la ayuda incondicional de un sacerdote que está dedicado a la pastoral de la discapacidad”, contó la mamá de Lucila.
“Lo que empezó como un sueño se hizo realidad. Los chicos trajeron esa bendición para sus familias y un mensaje de unidad del Papa, un llamado al encuentro con Jesús. Nos pidió a todos que como sociedad y como cristianos vayamos al encuentro del hermano, especialmente del más necesitado”, recordó Nancy.
Cartas de tucumanos
Los jóvenes no fueron con las manos vacías. Entregaron al papa unas 300 cartas que fueron recolectando de las distintas personas con las que se encontraron.
“Nuestra principal preocupación es que se forme en la Arquidiócesis una pastoral de la Discapacidad. Crece el número de personas sordas y necesitamos una atención especial de la iglesia -relataron los jóvenes-. En la parroquia de la Victoria contamos con una misa especial que se traduce en lengua de señas”.
Lucila, Priscila Daolín, Agustín Alejandro De Gregorio y Damián Bader, además que Damián Bader, todos sordos e hipoacúsicos, jamás olvidarán ese encuentro con el papa Francisco, en Roma. El 29 de marzo el pontífice convocó a todos los sordos del mundo a una audiencia privada. Argentina estuvo representada por 14 tucumanos entre 6.000 personas sordas e hipoacúsicas y sus familias de distintas partes del mundo.
“Yo lo abracé y por un momento sentí miedo de haberlo apretado demasiado”, cuenta con su mejor sonrisa Agustín, de 17 años y alumno del colegio Nueva Concepción. “Fue una emoción muy grande, no podía parar de llorar. Le dije: mis padres, mis hermanos, mis primos y mis mascotas te mandan muchos saludos. Él me tomó de la mano y después estuvimos abrazados largo rato”, dice emocionado. “En un momento, el Papa preguntó a uno de los sordos cómo se dice Jesús en lengua de señas. Y de inmediato nos hizo el gesto que todos entendimos”, agregó.
Una experiencia única
“Fue maravilloso sentir que el Papa está con nosotros, que nos acompaña. Habernos llamado para estar con él y vernos las caras fue un gesto que nunca olvidaremos en nuestras vidas”, expresó Priscila, de 20 años, alumna del colegio San Pablo.
Junto a los jóvenes también fueron a Roma Nancy Molina, la mamá de Lucila, Carolina Molina y María Belén Molina, estudiantes de lenguas de señas y miembros de la comunidad Nuestra Señora del Silencio que funciona en la basílica Nuestra Señora de la Merced.
“Todo fue una bendición. Conseguir los recursos para los pasajes fue el principal escollo. Desde Roma conseguimos la ayuda incondicional de un sacerdote que está dedicado a la pastoral de la discapacidad”, contó la mamá de Lucila.
“Lo que empezó como un sueño se hizo realidad. Los chicos trajeron esa bendición para sus familias y un mensaje de unidad del Papa, un llamado al encuentro con Jesús. Nos pidió a todos que como sociedad y como cristianos vayamos al encuentro del hermano, especialmente del más necesitado”, recordó Nancy.
Cartas de tucumanos
Los jóvenes no fueron con las manos vacías. Entregaron al papa unas 300 cartas que fueron recolectando de las distintas personas con las que se encontraron.
“Nuestra principal preocupación es que se forme en la Arquidiócesis una pastoral de la Discapacidad. Crece el número de personas sordas y necesitamos una atención especial de la iglesia -relataron los jóvenes-. En la parroquia de la Victoria contamos con una misa especial que se traduce en lengua de señas”.
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