09 Mayo 2014
PADRE E HIJO. Los “cerrajeros 2.0” hacen demostraciones del sistema que crearon en la cerrajería de Miguel, el padre, ubicada a metros del Abasto. la gaceta / fotos de héctor peralta
El primer recuerdo de la infancia que aparece en la cabeza de Walter Cardozo es el pequeño taller que tenía su papá, Miguel, en la casa del barrio Modelo. Promediaba la década del 70 cuando Cardozo padre salía corriendo de su trabajo en Siemens y se encerraba en su mundo de paredes forradas con herramientas. Hacía cosas: arreglaba, inventaba, jugaba. Era su hobby, o tal vez el destino inevitable de un egresado del Instituto Técnico. Walter lo miraba, admirada y aprendía. Por eso no se sorprende que su hijo, el único nieto de Miguel, que hoy tiene dos años, ya sepa cómo agarrar un destornillador e intentar reparar las cosas a su modo.
Han pasado casi cuatro décadas desde la infancia en el barrio Modelo. Walter (39) y Eduardo (76), a pesar de compartir la pasión por los desafíos técnicos y el espíritu de “culillos” polirrubros, nunca habían trabajado juntos como lo hacen ahora, desde hace menos de un año. Los unieron la tecnología y ese ardor interno por hacer cosas nuevas. Y de este encuentro generacional nació BluePoint, un sistema electrónico para abrir las puertas usando el celular.
El miembro mayor de este equipo puso la idea, la locura por emprender, y los conocimientos de cerrajería. Hace dos años que Miguel se retiró de los trabajos en relación de dependencia y, para no morirse de aburrimiento, instaló una cerrajería en la zona del Abasto. “Vi en un programa de televisión que estaban probando una cerradura de este tipo, que puede abrirse con un teléfono celular y se me ocurrió que podíamos traerla. Por eso se lo propuse a mi hijo. Porque, convengamos, la gente hoy en día puede olvidarse las llaves pero no el celular”, explica Miguel. Él supo tener un smartphone, pero ahora lo ha dejado de muestra del sistema en su local. Se conforma con su Nokia 1600, mientras los clientes entran e inevitablemente preguntan de qué se trata.
Investigando, Walter descubrió que no se trataba de “traer” el sistema a modo. Tenían que hacer todo de cero: el hardware (la plaqueta que comanda la cerradura), el software (el programa que se instala en el teléfono) y, por supuesto, las pruebas e instalación del sistema. “Elegimos empezar por Android porque es lo que la enorme mayoría usa. Además es más sencillo de programar que iOS de Apple”, explica.
¿De qué se trata?
BluePoint funciona con la tecnología bluetooth, lo que permite usarlo sin conexión a internet ni a la red celular. Su alcance máximo es de 10 metros entre el teléfono y la puerta de acceso. La aplicación del teléfono envía la orden a una cerradura electrónica común (un desarrollo viejo y conocido) y esta se abre o cierra. A los seis segundos de abierta se vuelve a cerrar, por seguridad.
Los Cardozo adaptaron su sistema en tres variantes: la cerradura electrónica completa, que puede ser instalada en cualquier puerta; un libera pestillo, como los que se utilizan en los edificios con portero eléctrico; y un módulo inalámbrico individual que puede acoplarse, por ejemplo, a un portón eléctrico existente.
“Creemos que la principal ventaja es la comodidad y la seguridad. Con esto no hace falta cargar llaves ni tener un control remoto para cada integrante de la casa. Además, una sola persona, que tiene el código maestro, puede habilitar a otros usuarios de manera permanente o temporal: con esto, si estás de viaje y necesitás pedirle a un amigo que se dé una vuelta por tu casa, le mandás un SMS con el código y puede entrar”, explica Walter.
A todas la preguntas como: ¿qué pasa si pierdo el celular o me quedo sin batería?, o ¿qué hago si le di el código a mi novia y me separé?, los “cerrajeros 2.0” tienen una respuesta tranquilizadora. Hasta el momento instalaron seis sistemas, que tiene un costo de entre $ 850 y $ 2.000, según la necesidad: cuatro en Tucumán y dos en Mar del Plata, donde unos veraneantes amigos encontraron en BluePoint justo lo que necesitaban.
› Miguel E. Cardozo (76 años)
Es técnico eléctromecánico egresado del Instituto Técnico de la UNT en 1957. Trabajó 15 años en Siemens y otros 15 en Tecom. Su último y más extenso trabajo fue de jefe de mantenimiento en una de las más grandes cadenas de hoteles alojamiento de Tucumán. Hace dos años puso la cerrajería.
› Walter Cardozo (39)
Egresó del instituto Lorenzo Massa y comenzó a estudiar Ingeniería Biomédica, carrera que abandonó en el cuarto año. “Estaba aburrido de tanta teoría y tan poca práctica”, argumenta. Nunca abandonó su pasión por la electrónica. Tiene una fábrica de sellos de goma, con la que se gana la vida.
Han pasado casi cuatro décadas desde la infancia en el barrio Modelo. Walter (39) y Eduardo (76), a pesar de compartir la pasión por los desafíos técnicos y el espíritu de “culillos” polirrubros, nunca habían trabajado juntos como lo hacen ahora, desde hace menos de un año. Los unieron la tecnología y ese ardor interno por hacer cosas nuevas. Y de este encuentro generacional nació BluePoint, un sistema electrónico para abrir las puertas usando el celular.
El miembro mayor de este equipo puso la idea, la locura por emprender, y los conocimientos de cerrajería. Hace dos años que Miguel se retiró de los trabajos en relación de dependencia y, para no morirse de aburrimiento, instaló una cerrajería en la zona del Abasto. “Vi en un programa de televisión que estaban probando una cerradura de este tipo, que puede abrirse con un teléfono celular y se me ocurrió que podíamos traerla. Por eso se lo propuse a mi hijo. Porque, convengamos, la gente hoy en día puede olvidarse las llaves pero no el celular”, explica Miguel. Él supo tener un smartphone, pero ahora lo ha dejado de muestra del sistema en su local. Se conforma con su Nokia 1600, mientras los clientes entran e inevitablemente preguntan de qué se trata.
Investigando, Walter descubrió que no se trataba de “traer” el sistema a modo. Tenían que hacer todo de cero: el hardware (la plaqueta que comanda la cerradura), el software (el programa que se instala en el teléfono) y, por supuesto, las pruebas e instalación del sistema. “Elegimos empezar por Android porque es lo que la enorme mayoría usa. Además es más sencillo de programar que iOS de Apple”, explica.
¿De qué se trata?
BluePoint funciona con la tecnología bluetooth, lo que permite usarlo sin conexión a internet ni a la red celular. Su alcance máximo es de 10 metros entre el teléfono y la puerta de acceso. La aplicación del teléfono envía la orden a una cerradura electrónica común (un desarrollo viejo y conocido) y esta se abre o cierra. A los seis segundos de abierta se vuelve a cerrar, por seguridad.
Los Cardozo adaptaron su sistema en tres variantes: la cerradura electrónica completa, que puede ser instalada en cualquier puerta; un libera pestillo, como los que se utilizan en los edificios con portero eléctrico; y un módulo inalámbrico individual que puede acoplarse, por ejemplo, a un portón eléctrico existente.
“Creemos que la principal ventaja es la comodidad y la seguridad. Con esto no hace falta cargar llaves ni tener un control remoto para cada integrante de la casa. Además, una sola persona, que tiene el código maestro, puede habilitar a otros usuarios de manera permanente o temporal: con esto, si estás de viaje y necesitás pedirle a un amigo que se dé una vuelta por tu casa, le mandás un SMS con el código y puede entrar”, explica Walter.
A todas la preguntas como: ¿qué pasa si pierdo el celular o me quedo sin batería?, o ¿qué hago si le di el código a mi novia y me separé?, los “cerrajeros 2.0” tienen una respuesta tranquilizadora. Hasta el momento instalaron seis sistemas, que tiene un costo de entre $ 850 y $ 2.000, según la necesidad: cuatro en Tucumán y dos en Mar del Plata, donde unos veraneantes amigos encontraron en BluePoint justo lo que necesitaban.
› Miguel E. Cardozo (76 años)
Es técnico eléctromecánico egresado del Instituto Técnico de la UNT en 1957. Trabajó 15 años en Siemens y otros 15 en Tecom. Su último y más extenso trabajo fue de jefe de mantenimiento en una de las más grandes cadenas de hoteles alojamiento de Tucumán. Hace dos años puso la cerrajería.
› Walter Cardozo (39)
Egresó del instituto Lorenzo Massa y comenzó a estudiar Ingeniería Biomédica, carrera que abandonó en el cuarto año. “Estaba aburrido de tanta teoría y tan poca práctica”, argumenta. Nunca abandonó su pasión por la electrónica. Tiene una fábrica de sellos de goma, con la que se gana la vida.
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