04 Mayo 2014
La nueva edición del Global Information Technology Report, índice del World Economic Forum que mide el grado de preparación de las naciones para aprovechar las nuevas tecnologías, vuelve a mostrar a la Argentina en una posición incómoda: 100 entre 148 países, cayendo una posición respecto al año anterior, y casi 40 en comparación con la mejor ubicación alcanzada. A nivel regional, nuestro país cae a la posición 16, muy lejos del séptimo puesto mostrado hace siete años, situando al país a la cabeza del grupo de peor rendimiento latinoamericano, que incluye entre otros a Guatemala (101), Paraguay (102), Venezuela (106), Bolivia (120) y Haití (143).
Para la elaboración del ranking se analizan 54 variables. Argentina posee 25 variables (46%), seis más que en el informe anterior, midiendo por debajo del puesto 100, revelando situaciones alarmantes, como ser la presión fiscal (147), la efectividad de los cuerpos legislativos (146) y del sistema legal (147), la importancia otorgada por el gobierno a la cuestión de las tecnologías de la información y las comunicaciones TIC (143), la complejidad para iniciar un negocio (142) y la protección de los derechos de propiedad (139). Todos estos indicadores, sin excepciones, mostraron un retroceso en comparación con el informe del 2013.
Radiografía del país
El informe vuelve a mostrar una radiografía del país que, lamentablemente, coincide con el temario de cuestiones que ocupan a nuestra dirigencia, y que desvía atención y recursos hacia actividades y discusiones de escaso valor agregado para la sociedad. Al comparar nuestra situación con otras agendas y realidades, tanto en la región (Chile, en el puesto 35; Uruguay 56; Colombia 63; Brasil 69) como en otras partes del mundo, es posible desnudar las oportunidades que Argentina desperdicia frente al fenómeno de las TIC.
Para beneficiarse de la potencialidad de estas tecnologías, indica el informe, los países deben crear un ecosistema productivo digital, desarrollando y entrelazando los sistemas educativo, de la salud, energético, del transporte y de los servicios públicos. Esta sugerencia y llamamiento, en vistas de los resultados recogidos por el informe, subsiste en nuestro país como una tarea pendiente, producto de un debate relegado o de una distracción crónica.
El mundo inició en los 90 una transformación sin precedentes en la historia de la humanidad. Internet (1992), Google (1998), Wikipedia (2001) y las redes sociales (Facebook, desde 2004) crearon una nueva plataforma productiva y de libre flujo de información de la que ya participan 2.500 millones de habitantes en todo el planeta. Esto obliga a directivos de todas las industrias y regiones del mundo a redefinir la utilidad de las instituciones y leyes formuladas bajo otro contexto de problemas y oportunidades.
En el nuevo escenario de la interconectividad, es útil preguntarse cuánto de lo que se viene haciendo aún sirve, y cuánto debe ser modificado, sin dogmatismos ni temores. Pero para realizar esa trascendental transformación es necesaria una disciplina de trabajo, de pensamiento y de ejecución sin la cual las cosas salen como las vemos en nuestro país.
Alentar la expansión de estas tecnologías e integrarlas dentro de un modelo de país requiere, como el informe bien plantea, del trabajo coordinado y sostenido de los sectores público y privado, dentro de una visión consensuada de país de largo plazo.
Anido la esperanza de que esta publicación, más allá de la mala radiografía de la Argentina, permita a líderes y a directivos locales abandonar el conflicto, la mezquindad y la actitud irresponsable para comenzar a discutir y acordar las nuevas “Bases” en un modelo de país con menos cadena nacional y más justo, equitativo y próspero, en sintonía con las oportunidades que genera la nueva cultura digital y la sociedad del conocimiento y de la producción colaborativa.
Para la elaboración del ranking se analizan 54 variables. Argentina posee 25 variables (46%), seis más que en el informe anterior, midiendo por debajo del puesto 100, revelando situaciones alarmantes, como ser la presión fiscal (147), la efectividad de los cuerpos legislativos (146) y del sistema legal (147), la importancia otorgada por el gobierno a la cuestión de las tecnologías de la información y las comunicaciones TIC (143), la complejidad para iniciar un negocio (142) y la protección de los derechos de propiedad (139). Todos estos indicadores, sin excepciones, mostraron un retroceso en comparación con el informe del 2013.
Radiografía del país
El informe vuelve a mostrar una radiografía del país que, lamentablemente, coincide con el temario de cuestiones que ocupan a nuestra dirigencia, y que desvía atención y recursos hacia actividades y discusiones de escaso valor agregado para la sociedad. Al comparar nuestra situación con otras agendas y realidades, tanto en la región (Chile, en el puesto 35; Uruguay 56; Colombia 63; Brasil 69) como en otras partes del mundo, es posible desnudar las oportunidades que Argentina desperdicia frente al fenómeno de las TIC.
Para beneficiarse de la potencialidad de estas tecnologías, indica el informe, los países deben crear un ecosistema productivo digital, desarrollando y entrelazando los sistemas educativo, de la salud, energético, del transporte y de los servicios públicos. Esta sugerencia y llamamiento, en vistas de los resultados recogidos por el informe, subsiste en nuestro país como una tarea pendiente, producto de un debate relegado o de una distracción crónica.
El mundo inició en los 90 una transformación sin precedentes en la historia de la humanidad. Internet (1992), Google (1998), Wikipedia (2001) y las redes sociales (Facebook, desde 2004) crearon una nueva plataforma productiva y de libre flujo de información de la que ya participan 2.500 millones de habitantes en todo el planeta. Esto obliga a directivos de todas las industrias y regiones del mundo a redefinir la utilidad de las instituciones y leyes formuladas bajo otro contexto de problemas y oportunidades.
En el nuevo escenario de la interconectividad, es útil preguntarse cuánto de lo que se viene haciendo aún sirve, y cuánto debe ser modificado, sin dogmatismos ni temores. Pero para realizar esa trascendental transformación es necesaria una disciplina de trabajo, de pensamiento y de ejecución sin la cual las cosas salen como las vemos en nuestro país.
Alentar la expansión de estas tecnologías e integrarlas dentro de un modelo de país requiere, como el informe bien plantea, del trabajo coordinado y sostenido de los sectores público y privado, dentro de una visión consensuada de país de largo plazo.
Anido la esperanza de que esta publicación, más allá de la mala radiografía de la Argentina, permita a líderes y a directivos locales abandonar el conflicto, la mezquindad y la actitud irresponsable para comenzar a discutir y acordar las nuevas “Bases” en un modelo de país con menos cadena nacional y más justo, equitativo y próspero, en sintonía con las oportunidades que genera la nueva cultura digital y la sociedad del conocimiento y de la producción colaborativa.
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