Siempre tiene un pero

Siempre tiene un pero

Atlético fue más que un Banfield apagado, pero no pudo quebrar el cero y lamentó el empate

PERMISO. Jara, que no pudo quebrar al arquero Servio sobre la hora, intenta sacarse de encima la marca de Toledo. PERMISO. Jara, que no pudo quebrar al arquero Servio sobre la hora, intenta sacarse de encima la marca de Toledo.
Lo pobre del 0-0 final no refleja la intención de triunfo de Atlético pero sí la clara pachorra con la que Banfield se movió en el Monumental. Uno, el local estaba obligado a ganar; y el otro, mientras no pierda, continúa abrazándose al ascenso. Entonces, en un duelo donde la necesidad tenía cara de hereje sólo en Atlético, el esfuerzo de uno contrastó con las pocas pulgas del otro.

Si al partido se lo divide en partes, una cortita resumirá que en los últimos cinco minutos del primer tiempo la visita pudo haber “taladrado”. Andrés Chávez hizo una de lujo arriando la defensa zurda albiceleste y raspó uno de los palos del arco de Cristian Lucchetti con un rastrón venenoso. Después Nicolás Bertolo -pateó como si tuviera una ojota y no un botín- tiró a la nada una bocha en la zona roja.

El resto, la mayor porción de la torta, fue de Atlético. No tanto en jugadas de peligro pero sí en control del juego y del balón. Fue quizás el mejor partido, tácticamente hablando, de esta era Rivoira. Banfield, el cuco, se asustó en cuanto intentó cruzar al espacio terrestre y aéreo de 25 de Mayo y Chile. Ni Bertolo, ni Walter Erviti, ni Chávez, ni Juan Cazares. Nadie. Banfield fue una tenue luz que apenas brilló por el peso de sus puntos en la tabla.

En términos de tribuna, Atlético mereció mejor suerte y debió ganar. Aunque sin Luis Rodríguez su vida en el torneo se vuelve un tormento. Pareciera que empujara el Titanic en la subida de El Corte con el pavimento bañado en aceite. Atlético patina cuando la oportunidad se le presenta. Y cuando se afirma, la desgracia lo abraza y le niega la alegría. Pobre Diego Barrado, pobre Guillermo Acosta, pobre Nahuel Roselli, pobre Víctor Píriz Alves, pobre Diego Jara. Todos, en algún momento, estuvieron cerca de gestar un triunfo maravilloso.

Como Barrado -tras jugada de Píriz-, que cabeceó a la gloria pero el travesaño le devolvió la pelota. Y quizás también la última esperanza de Atlético se volver a Primera este año.

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