27 Abril 2014
Eran más de 300.000 jóvenes de todo el mundo que acudieron a Roma para el Jubileo Internacional de la Juventud de 1984 en la Plaza de San Pedro. Aquellos que lo presenciaron, comentan que abrumado por el gran número de personas el Papa Juan Pablo II expresó a los presentes: “¿Quién dijo que los jóvenes de hoy en día habían perdido sus valores? ¿Quién dice que no se puede contar con ellos?”. Luego, el Papa confió a los jóvenes del mundo un símbolo del amor de Cristo por la humanidad “para que fuese llevado a todo el mundo”. Se trataba de una enorme cruz de madera, conocida ahora como la “Cruz de los Jóvenes”. Y así nacieron las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Desde ese día, además de “Papa Viajero”, a Karol Wojtyla también se lo llama el “Papa de los Jóvenes”. “Del legado de Juan Pablo II, mi Papa, lo que más me marcó fue su necesidad de acompañarnos. Por ello creó las jornadas. Yo tuve la oportunidad de participar de una de ellas, en Madrid, pero con Benedicto XVI. Fue impresionante ver la amplitud de la Iglesia, porque había jóvenes de todos los países, diferentes banderas y razas. Estábamos todos alegres de estar ahí reunidos. Para mi fue una de las experiencias más enriquecedoras que tuve. Ese legado me dejó”, comentó a LA GACETA Ana Marchetti Aráoz, de 29 años. La joven, que es parte de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (Fasta), también destaca la lucha del Papa polaco por la libertad y la paz (“durante su papado transcurrieron muchas guerras, como la de Kosovo”) ; la apertura del diálogo con otras religiones (“como con los judíos, a los que llamaba hermanos mayores”); su decisión de beatificar y canonizar a figuras más contemporáneas para acercarnos a los santos; y su preocupación y estudio sobre la situación de la mujer. “Cuando el Papa Francisco dijo que canonizaría a los dos Papas, mi primera impresión fue que siempre la Iglesia trata de mostrarlos como ejemplo al servicio de Dios y de los hombres, y que por más que sean santos, no quiere decir que sean perfectos. En estos casos puntuales, cada uno ha dejado a su paso una huella en la Iglesia”, destacó la comunicadora Social tucumana. Mientras que de Juan XIII, Marchetti remarcó que a pesra de ser un anciano, hizo mucho para la Iglesia de nuestros tiempos, que trabajó más con la comunicación y los medios y que fue el primer Papa que recorrió hospitales y cárceles, “muy similar a lo que hace actualmente Francisco”.
Anécdota que se repite
Para la abogada tucumana Felicitas De Zavalía, de 24 años, Juan Pablo II es el Papa de su infancia, el primer estilo de papado que vio y que marcó - en cierto punto- su manera de pensar. “Fue difícil imaginarme un mundo sin Juan Pablo II. Por ello quizás me costó - y a muchos más- ver a Benedicto, que era muy distinto. Hay que entender que cada Papa tiene su estilo, y eso enriquece a la Iglesia. Tuve la posibilidad de estar en una jornada de jóvenes con Bendicto, y después de ella empecé a quererlo. A Juan XXIII no lo conocí como Papa, sino a través de la Doctrina Social de la Iglesia. Se animó al cambio y ese aggiornamiento de la iglesia lo hizo para acompañar a los fieles. Se ganó toda mi admiración”, reconoció la joven profesional, que es miembro de la agrupación Apóstoles de Lourdes.
Por otra parte, recordó que de chica sus padres le relataron - con lágrimas y mucha emoción en los ojos- la visita de Juan Pablo II a Tucumán, y cómo acamparon junto a una multitud para esperar su llegada. “Cuando viajé a las Jornadas Mundiales de la Juventud, presididas por Benedicto (Madrid 2011) y Francisco (Río de Janeiro 2013), recordé que estaba haciendo lo mismo que mis papás. Fue emocionante”, comentó de Zavalía.
Anécdota que se repite
Para la abogada tucumana Felicitas De Zavalía, de 24 años, Juan Pablo II es el Papa de su infancia, el primer estilo de papado que vio y que marcó - en cierto punto- su manera de pensar. “Fue difícil imaginarme un mundo sin Juan Pablo II. Por ello quizás me costó - y a muchos más- ver a Benedicto, que era muy distinto. Hay que entender que cada Papa tiene su estilo, y eso enriquece a la Iglesia. Tuve la posibilidad de estar en una jornada de jóvenes con Bendicto, y después de ella empecé a quererlo. A Juan XXIII no lo conocí como Papa, sino a través de la Doctrina Social de la Iglesia. Se animó al cambio y ese aggiornamiento de la iglesia lo hizo para acompañar a los fieles. Se ganó toda mi admiración”, reconoció la joven profesional, que es miembro de la agrupación Apóstoles de Lourdes.
Por otra parte, recordó que de chica sus padres le relataron - con lágrimas y mucha emoción en los ojos- la visita de Juan Pablo II a Tucumán, y cómo acamparon junto a una multitud para esperar su llegada. “Cuando viajé a las Jornadas Mundiales de la Juventud, presididas por Benedicto (Madrid 2011) y Francisco (Río de Janeiro 2013), recordé que estaba haciendo lo mismo que mis papás. Fue emocionante”, comentó de Zavalía.
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