27 Abril 2014
LA GACETA / FOTO DE IRENE BENITO
Tal vez sea trillado comparar la investigación de un crimen con el rompecabezas que la Justicia ha de armar a partir del ensamblaje de diversas piezas. Pero esa idea resulta inevitable cuando Daniel Corach (1955, Buenos Aires) se presenta como el simple contribuyente de un “pedacito” de la información que el tribunal requiere para resolver un caso. “La prueba de ADN no puede sustituir al juez”, repite el doctor en Ciencias Biológicas que desde 1991 dirige el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
Los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel; el accidente del avión de LAPA; las muertes del soldado Omar Carrasco, del empresario Alfredo Yabrán, de Ángeles Rawson, y de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni... En todos esos casos “célebres” intervino Corach con el carácter de perito experto en genética forense.
Este jueves, el científico testificó durante más de tres horas en el juicio oral que procura esclarecer los delitos perpetrados contra Bouvier y Moumni. Los estudios de Corach determinaron que el esperma encontrado en las víctimas coincidía con el del imputado Gustavo Lasi (a posteriori, este admitió que había violado a las turistas, e implicó en el crimen a Santos Clemente Vera y a Daniel Vilte Laxi). Luego de optar por trabajar con un conjunto de muestras, el doctor identificó “material” compatible con el perfil genético de Vera en el fluido proveniente de un hisopado anal. El jueves por la tarde, Eduardo Raimondi, otro genetista argentino de gran reputación, puso en duda el segundo hallazgo en la contraprueba que elaboró por perdido de la defensa de Vera. Al día siguiente, Corach dialogó con LA GACETA en una sala del hotel de diseño Ayres de Salta.
“Al principio, la genética forense era una cosa bastante artesanal que manejábamos entre pocos. Como se trataba de un lenguaje que no se entendía demasiado, parecía una especie de caja negra que daba lugar a especulaciones”, recuerda el investigador principal del Conicet. “No quiere decir que hiciésemos trampa, pero había motivos para sospechar puesto que la posibilidad de reproducir los resultados no era tan simple”, precisa. Ese déficit está casi superado, según Corach, que entre los factores de cambio menciona a la automatización e “hiperestandarización” de los métodos de trabajo. Explica: “todo tiende a la unificación de criterios, de tal suerte que una muestra en buenas condiciones debe dar el mismo resultado en cualquier parte”.
En el caso de las turistas francesas, la discrepancia entre los peritos puede ser fruto del azar. “Aparece un perfil genético (el de Vera), que se ve en unas condiciones, pero no en otras. Estas no son circunstancias analíticas diferentes sino la suerte de que en el hisopado había algo que uno pudo detectar cuando concentró la muestra”, conjetura Corach.
-¿Los científicos que trabajan con ADN son conscientes del poder que tienen?
-La evidencia científica es una herramienta fenomenal que no ha encontrado eco en el Poder Judicial de América Latina. En las facultades de Derecho no se enseña ni genética ni biología ni física forenses, materias que son necesarias porque todas las preguntas planteadas por los abogados en el juicio (del caso de las turistas francesas) dan cuenta de una gran ignorancia. Pero este saber no es nuevo: el ADN tiene casi un cuarto de siglo de historia en Argentina. En ese período tendrían que haber aparecido cursos que enseñen a evaluar y ponderar la información que suministra la ciencia forense. Los científicos no administramos justicia: sólo aportamos una pieza que debe ser unida a otras. La prueba de ADN no puede sustituir al juez porque su función es colaborar para que este tome la mejor decisión.
-¿Por qué?
-Tomemos el ejemplo de una violación: si el violador es precavido y se pone un preservativo, no dejará ningún rastro genético. ¿Quiere esto decir que no hubo violación? El ADN dará negativo y no será inculpatorio, pero el hecho existió, y puede ser determinado por medio de otras peritaciones y pruebas.
-¿Qué cantidad de roce o de contacto debe haber entre víctima y victimario para que aparezca una huella genética?
-Hoy existe una técnica llamada touch DNA o ADN de contacto. En algunos países europeos donde el manoseo es considerado un abuso sexual el mero tocamiento permite rescatar células que luego son empleadas para determinar un perfil genético. Esta información puede ser aplicada para incriminar a alguien. La genética forense ha ido cambiando muchísimo y la sensibilidad es cada vez mayor, y con seguridad seguirá aumentando en el futuro. Cuanto más sensible y sutil sea la tecnología, mayor será el riesgo de contaminación. Entonces, las precauciones se multiplican y el operador del laboratorio se transforma casi en un cirujano porque la caída de un pelo basta para alterar todo el resultado del estudio. Pero también existen sistemas informáticos de avanzada que posibilitan detectar y prevenir a tiempo la contaminación.
-¿Qué opina de series como SCI o Scene Crimen Investigation (investigación de la escena del crimen, en español)?
-Estoy bastante en contra de esto porque me parece que es una especie de curso de posgrado para criminales. Hay una oferta teórica que muestra de qué manera los delincuentes escapan a los sistemas analíticos. Esa información es muy valiosa y no sé si conviene ponerla a disposición de todo el mundo. Es avivar a giles que no son giles, evidentemente. El criminal profesional toma conciencia del alto nivel de sensibilidad y esto le permite tomar recaudos para ser invisible a los ojos de la Justicia.
-Mientras los criminales se especializan y profesionalizan, ¿qué hacen los Tribunales?
-La mayor parte de los poderes judiciales del país han desarrollado sus laboratorios de genética forense: sé que en Tucumán tendrá uno próximamente. Pero, en general, todos ellos delegan en los técnicos la responsabilidad analítica y requieren la información digerida. Esto no es, yo creo, lo más sabio. Habría que formar al abogado para que sea el real nexo entre el laboratorio y el sistema de administración de justicia propiamente dicho. Un letrado con esta habilidad tendría una destreza superior a la que uno ve (en lo juicios orales). Las preguntas que se hicieron en la audiencia del jueves eran bastante elocuentes: la ciencia resulta un mundo aparte que no se entiende. Nosotros organizamos cursos de actualización y siempre tratamos de invitar a los poderes judiciales, pero en 18 años solamente asistió un juez.
-¿Está de acuerdo con la creación del Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a delitos contra la integridad sexual?
-Esta ley fue sancionada como consecuencia del caso de Ángeles Rawson. Así empezaron todos los bancos genéticos del mundo porque el violador suele reincidir. En el Reino Unido ampliaron el registro y ya están incluyendo muestras de sangre de conductores que cruzaron un semáforo en rojo. El argumento es que quien comete la pequeña infracción también puede ser capaz de cometer un crimen mayor.
-¿No es esto un avance contra la presunción de inocencia?
-Depende de la posición de la población respecto del delito, que, lamentablemente, forma parte de la condición humana. En el Reino Unido creen que si no hay nada para ocultar, ¿por qué no tener un banco de ADN? ¿Cuál sería la posibilidad de usar esto en forma indebida? ¿Plantar una muestra para incriminar a un ciudadano? Tal vez mi posición sea ingenua, pero yo creo que no hay problema con poder identificar un individuo: es como el DNI. Después del atentado contra las Torres Gemelas lo que se buscan son marcadores genéticos que permitan determinar características físicas, como el color de ojos y de pelo. Vamos hacia una intensificación de la genética forense que espero que mejore el sistema judicial y que logre la reducción del delito.
Los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel; el accidente del avión de LAPA; las muertes del soldado Omar Carrasco, del empresario Alfredo Yabrán, de Ángeles Rawson, y de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni... En todos esos casos “célebres” intervino Corach con el carácter de perito experto en genética forense.
Este jueves, el científico testificó durante más de tres horas en el juicio oral que procura esclarecer los delitos perpetrados contra Bouvier y Moumni. Los estudios de Corach determinaron que el esperma encontrado en las víctimas coincidía con el del imputado Gustavo Lasi (a posteriori, este admitió que había violado a las turistas, e implicó en el crimen a Santos Clemente Vera y a Daniel Vilte Laxi). Luego de optar por trabajar con un conjunto de muestras, el doctor identificó “material” compatible con el perfil genético de Vera en el fluido proveniente de un hisopado anal. El jueves por la tarde, Eduardo Raimondi, otro genetista argentino de gran reputación, puso en duda el segundo hallazgo en la contraprueba que elaboró por perdido de la defensa de Vera. Al día siguiente, Corach dialogó con LA GACETA en una sala del hotel de diseño Ayres de Salta.
“Al principio, la genética forense era una cosa bastante artesanal que manejábamos entre pocos. Como se trataba de un lenguaje que no se entendía demasiado, parecía una especie de caja negra que daba lugar a especulaciones”, recuerda el investigador principal del Conicet. “No quiere decir que hiciésemos trampa, pero había motivos para sospechar puesto que la posibilidad de reproducir los resultados no era tan simple”, precisa. Ese déficit está casi superado, según Corach, que entre los factores de cambio menciona a la automatización e “hiperestandarización” de los métodos de trabajo. Explica: “todo tiende a la unificación de criterios, de tal suerte que una muestra en buenas condiciones debe dar el mismo resultado en cualquier parte”.
En el caso de las turistas francesas, la discrepancia entre los peritos puede ser fruto del azar. “Aparece un perfil genético (el de Vera), que se ve en unas condiciones, pero no en otras. Estas no son circunstancias analíticas diferentes sino la suerte de que en el hisopado había algo que uno pudo detectar cuando concentró la muestra”, conjetura Corach.
-¿Los científicos que trabajan con ADN son conscientes del poder que tienen?
-La evidencia científica es una herramienta fenomenal que no ha encontrado eco en el Poder Judicial de América Latina. En las facultades de Derecho no se enseña ni genética ni biología ni física forenses, materias que son necesarias porque todas las preguntas planteadas por los abogados en el juicio (del caso de las turistas francesas) dan cuenta de una gran ignorancia. Pero este saber no es nuevo: el ADN tiene casi un cuarto de siglo de historia en Argentina. En ese período tendrían que haber aparecido cursos que enseñen a evaluar y ponderar la información que suministra la ciencia forense. Los científicos no administramos justicia: sólo aportamos una pieza que debe ser unida a otras. La prueba de ADN no puede sustituir al juez porque su función es colaborar para que este tome la mejor decisión.
-¿Por qué?
-Tomemos el ejemplo de una violación: si el violador es precavido y se pone un preservativo, no dejará ningún rastro genético. ¿Quiere esto decir que no hubo violación? El ADN dará negativo y no será inculpatorio, pero el hecho existió, y puede ser determinado por medio de otras peritaciones y pruebas.
-¿Qué cantidad de roce o de contacto debe haber entre víctima y victimario para que aparezca una huella genética?
-Hoy existe una técnica llamada touch DNA o ADN de contacto. En algunos países europeos donde el manoseo es considerado un abuso sexual el mero tocamiento permite rescatar células que luego son empleadas para determinar un perfil genético. Esta información puede ser aplicada para incriminar a alguien. La genética forense ha ido cambiando muchísimo y la sensibilidad es cada vez mayor, y con seguridad seguirá aumentando en el futuro. Cuanto más sensible y sutil sea la tecnología, mayor será el riesgo de contaminación. Entonces, las precauciones se multiplican y el operador del laboratorio se transforma casi en un cirujano porque la caída de un pelo basta para alterar todo el resultado del estudio. Pero también existen sistemas informáticos de avanzada que posibilitan detectar y prevenir a tiempo la contaminación.
-¿Qué opina de series como SCI o Scene Crimen Investigation (investigación de la escena del crimen, en español)?
-Estoy bastante en contra de esto porque me parece que es una especie de curso de posgrado para criminales. Hay una oferta teórica que muestra de qué manera los delincuentes escapan a los sistemas analíticos. Esa información es muy valiosa y no sé si conviene ponerla a disposición de todo el mundo. Es avivar a giles que no son giles, evidentemente. El criminal profesional toma conciencia del alto nivel de sensibilidad y esto le permite tomar recaudos para ser invisible a los ojos de la Justicia.
-Mientras los criminales se especializan y profesionalizan, ¿qué hacen los Tribunales?
-La mayor parte de los poderes judiciales del país han desarrollado sus laboratorios de genética forense: sé que en Tucumán tendrá uno próximamente. Pero, en general, todos ellos delegan en los técnicos la responsabilidad analítica y requieren la información digerida. Esto no es, yo creo, lo más sabio. Habría que formar al abogado para que sea el real nexo entre el laboratorio y el sistema de administración de justicia propiamente dicho. Un letrado con esta habilidad tendría una destreza superior a la que uno ve (en lo juicios orales). Las preguntas que se hicieron en la audiencia del jueves eran bastante elocuentes: la ciencia resulta un mundo aparte que no se entiende. Nosotros organizamos cursos de actualización y siempre tratamos de invitar a los poderes judiciales, pero en 18 años solamente asistió un juez.
-¿Está de acuerdo con la creación del Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a delitos contra la integridad sexual?
-Esta ley fue sancionada como consecuencia del caso de Ángeles Rawson. Así empezaron todos los bancos genéticos del mundo porque el violador suele reincidir. En el Reino Unido ampliaron el registro y ya están incluyendo muestras de sangre de conductores que cruzaron un semáforo en rojo. El argumento es que quien comete la pequeña infracción también puede ser capaz de cometer un crimen mayor.
-¿No es esto un avance contra la presunción de inocencia?
-Depende de la posición de la población respecto del delito, que, lamentablemente, forma parte de la condición humana. En el Reino Unido creen que si no hay nada para ocultar, ¿por qué no tener un banco de ADN? ¿Cuál sería la posibilidad de usar esto en forma indebida? ¿Plantar una muestra para incriminar a un ciudadano? Tal vez mi posición sea ingenua, pero yo creo que no hay problema con poder identificar un individuo: es como el DNI. Después del atentado contra las Torres Gemelas lo que se buscan son marcadores genéticos que permitan determinar características físicas, como el color de ojos y de pelo. Vamos hacia una intensificación de la genética forense que espero que mejore el sistema judicial y que logre la reducción del delito.
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