Por Carlos Werner
25 Abril 2014
CON LA MEJOR ONDA. Valentino Rossi devolvió gentilezas al público de todos los sectores y alabó la pasión con la que los argentinos viven el Moto GP.
Los ídolos se hacen a partir de una condición: su humanidad. En ese camino, hasta pueden perder aspectos de su ser, de su identidad, como el apellido. Decir Valentino en el mundo de las motos, es carta suficiente para entender de quién se trata. Sobra el Rossi. Hasta con mostrar el N°46 pintado de verde y con contorno negro alcanza.
“Hey ‘Vale’, dale una foto” dice Pedro, de Neuquén, y el italiano accede. Sale una selfie de amplias sonrisas. Daniel Arturo Arcas, oriundo de Monte Grande (Buenos Aires), que el año pasado durante los ensayos oficiales prometió estar al pie de cañón cuando el astro pise territorio termense, cumplió y se llevó más de lo que buscaba: una foto, una firma en el casco y hasta un abrazo. A unos 30 metros de la escena, un grupo de fanáticos que camina detrás de una tela metálica lo reconoce. Le gritan, lo alientan. Él levanta la mano, sonríe, gesticula. Los ojos le brillan, parece estar cómodo con su condición, no le pesa.
“El público argentino se parece al italiano, muy pasional”, dice “Il Dottore” y quienes están a su alrededor asienten. “Todo es muy bonito aquí”, asegura y otra vez las cabezas se mueven de arriba a abajo. Eso también generan los ídolos. Consenso.
Él es el piloto que, de pronto, irrumpió en medio de auxiliares de pista montado en una moto de baja cilindrada, camino a la conferencia pre carrera. También camino a la sala, fue charlando con Carmelo Ezpeleta, CEO de Dorna (la empresa organizadora) sobre sus impresiones de lo por venir. Y mientras lo hacía, no hubo paso que dé sin que alguien busque sacarle una foto. Ni policías, ni personal de servicio, ni miembros del staff de organización local.
El hombre al que todas las cámaras y los grabadores apuntan no adopta una pose de estrella. Siempre hay una toma, una foto más, una pregunta extra. “Las previas son así, intensas”, asegura. Y va por más, esta vez hablando de la pista, que lo tendrá como uno de los protagonistas desde hoy. “Es nueva, muy linda, es buena para las motos y creo que eso le dará un tránsito fluido. La primera impresión es buena”, aseguró.
Ya en conferencia de prensa, Valentino fue, junto al campeón mundial Marc Márquez, el que más habló. Y el contrapunto entre ambas figuras fue vigoroso, pleno de humor, sin rivalidades. “Él es el hombre del momento, está firme, sólido”, dijo el italiano del español. “Es un hombre para tener siempre en cuenta”, llegaron flores de su rival.
El ídolo recordó con cariño sus incursiones por Buenos Aires de 1998 y 1999. Y cuando LG Deportiva le preguntó sobre sus impresiones de Las Termas, sugirió: “buen lugar, buena gente, rica comida”.
Ya en inglés, ya en italiano, la tradicional verborragia de los oriundos de la península afloró a cada instante. Detalles técnicos de su Yamaha, la puesta a punto, las dudas sobre el tipo de compuestos a usar y la ansiedad por, al fin, girar en la pista termense, tuvieron cabida en cada respuesta, siempre gentil, solícito.
“¿Tutto bene?”, preguntó Valentino antes de hacer su último truco de idolatría ya no ante el público, sino ante los periodistas. Saludó y se fue. Como había llegado. Pero, para mucha gente, un poquito más ídolo.
“Hey ‘Vale’, dale una foto” dice Pedro, de Neuquén, y el italiano accede. Sale una selfie de amplias sonrisas. Daniel Arturo Arcas, oriundo de Monte Grande (Buenos Aires), que el año pasado durante los ensayos oficiales prometió estar al pie de cañón cuando el astro pise territorio termense, cumplió y se llevó más de lo que buscaba: una foto, una firma en el casco y hasta un abrazo. A unos 30 metros de la escena, un grupo de fanáticos que camina detrás de una tela metálica lo reconoce. Le gritan, lo alientan. Él levanta la mano, sonríe, gesticula. Los ojos le brillan, parece estar cómodo con su condición, no le pesa.
“El público argentino se parece al italiano, muy pasional”, dice “Il Dottore” y quienes están a su alrededor asienten. “Todo es muy bonito aquí”, asegura y otra vez las cabezas se mueven de arriba a abajo. Eso también generan los ídolos. Consenso.
Él es el piloto que, de pronto, irrumpió en medio de auxiliares de pista montado en una moto de baja cilindrada, camino a la conferencia pre carrera. También camino a la sala, fue charlando con Carmelo Ezpeleta, CEO de Dorna (la empresa organizadora) sobre sus impresiones de lo por venir. Y mientras lo hacía, no hubo paso que dé sin que alguien busque sacarle una foto. Ni policías, ni personal de servicio, ni miembros del staff de organización local.
El hombre al que todas las cámaras y los grabadores apuntan no adopta una pose de estrella. Siempre hay una toma, una foto más, una pregunta extra. “Las previas son así, intensas”, asegura. Y va por más, esta vez hablando de la pista, que lo tendrá como uno de los protagonistas desde hoy. “Es nueva, muy linda, es buena para las motos y creo que eso le dará un tránsito fluido. La primera impresión es buena”, aseguró.
Ya en conferencia de prensa, Valentino fue, junto al campeón mundial Marc Márquez, el que más habló. Y el contrapunto entre ambas figuras fue vigoroso, pleno de humor, sin rivalidades. “Él es el hombre del momento, está firme, sólido”, dijo el italiano del español. “Es un hombre para tener siempre en cuenta”, llegaron flores de su rival.
El ídolo recordó con cariño sus incursiones por Buenos Aires de 1998 y 1999. Y cuando LG Deportiva le preguntó sobre sus impresiones de Las Termas, sugirió: “buen lugar, buena gente, rica comida”.
Ya en inglés, ya en italiano, la tradicional verborragia de los oriundos de la península afloró a cada instante. Detalles técnicos de su Yamaha, la puesta a punto, las dudas sobre el tipo de compuestos a usar y la ansiedad por, al fin, girar en la pista termense, tuvieron cabida en cada respuesta, siempre gentil, solícito.
“¿Tutto bene?”, preguntó Valentino antes de hacer su último truco de idolatría ya no ante el público, sino ante los periodistas. Saludó y se fue. Como había llegado. Pero, para mucha gente, un poquito más ídolo.
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